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Carta desde un hospital, arzobispo relata su experiencia con el coronavirus

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Rodrigo Houdin - Aleteia Paraguay - publicado el 14/10/20
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Edmundo Valenzuela, arzobispo de Asunción (Paraguay), y uno de los cuatro elegidos por el papa Francisco para la redacción final del Sínodo Panamazónico, cuenta en exclusiva para Aleteia desde la cama de un hospital cómo se enfrenta al coronavirus El Arzobispado de Asunción informó el pasado lunes que Edmundo Valenzuela estaba internado por un cuadro de Covid-19, lo que despertó las alarmas ya que a sus 75 años se encuentra dentro de lo que los médicos consideran la franja de riesgo.

Desde una de las salas del Hospital Universitario, de la Universidad Católica de Asunción, Valenzuela relata por medio de una cordial carta, enviada de forma exclusiva a Aleteia, su experiencia con el virus que se ha cobrado miles de vidas en todo el mundo.

“Este tiempo es para mí una oportunidad magnífica para aceptar la voluntad de Dios. Someterme al descanso, a la oración, a la contemplación y al contacto virtual. Obedecer a los médicos. Descansar y rezar por los enfermos”, señala Edmundo Valenzuela.

Hace unos meses, el papa Francisco conformó a Valenzuela por dos años más como máxima autoridad de la Iglesia en Paraguay, luego de haber presentado su renuncia al cumplir los 75 años, edad máxima para ejercer funciones en una diócesis.

El arzobispo sudamericano es considerado como uno de los hombres de confianza del papa Francisco, quien durante el último Sínodo de la Amazonía lo nombró como uno de sus cuatro representantes en la redacción del documento final.

 

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Su experiencia particular con el virus

En su cara dirigida a Aleteia, Valenzuela contó que en medio del movimiento pastoral que realiza de forma constante quedó con algunos síntomas de la enfermedad, empezando por la tos y la congestión nasal, por lo que decidió compartir esto con los otros compañeros de comunidad del Arzobispado.

El obispo recordó que visitó la casa de una familia en compañía del Canciller, el padre Reinaldo Roa, que después de unos días habían dado positivo al test de Covid-19, por lo que de forma inmediata se realizaron la prueba. “¡A él le dio negativo, a mí, positivo!”, expresó.

Por recomendación de su médico de cabecera, Valenzuela quedó internado en el Hospital Universitario, donde evoluciona de forma favorable.

“Me sometí a todas las indicaciones médicas: inspección torácica, aislamiento en un cuarto, batería de medicamentos intravenosos antioxidantes mediante el suero, control frecuente de la sangre y de los signos vitales, etc. La tos desapareció a la tercera noche de internación. Nada de fiebre, ni dolor de cabeza ni de garganta. Solo un malestar en la espalda, debido a una pequeña infección pulmonar causada por el virus, que está siendo atacada por la batería de medicamentos”, relata.

Cómo enfrenta al Covid desde el hospital

“El primer día sábado pedí la sagrada comunión. El domingo y el lunes he celebrado la santa misa en mi cuarto. He rezado cada día el santo rosario, la Liturgia de las Horas. He enviado a mis contactos la información importante recibida de otros, entre ésta, la Palabra de Dios meditada”, describe el arzobispo.

Asimismo, Valenzuela señaló que durante los días de internación se tomó el tiempo para responder una gran cantidad de mensajes. “Esto me ha llevado tiempo pero es necesario responder los saludos, las oraciones, los buenos deseos de mejora que ellos me hacían llegar diariamente”, detalló.

El arzobispo del Paraguay señaló que uno de sus aprendizajes sobre el virus es que este es “traicionero” cuando no se lo toma en serio. “Hay quienes fallecieron por no hacerse ver enseguida y tuvieron complicaciones en su enfermedad de base”, advirtió.

El religioso no dejó pasar la oportunidad para agradecer a los médicos que lo atienden. Dijo que se considera un  privilegiado, al saber que otros no pueden tener las mismas atenciones.

“Esto pone de relieve la grave estructura de injusticia en el campo de la salud, a pesar de todos los nuevos esfuerzos del Ministerio de Salud Pública del país, para privilegiar la atención médica con nuevos centros hospitalarios y el destino de una buena suma de dólares para el caso”, expresó.

 

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Su labor pastoral en tiempos de Covid-19

En su carta, Edmundo Valenzuela destaca que “por gracia de Dios” a sus 75 años goza de buena salud, lo que le permite visitar de forma periódica a las parroquias cercanas y celebrar la Santa Misa.

El obispo explica que antes sus visitas a las parroquias, acostumbra a mantener reuniones con los sacerdotes encargados, para conversar personalmente con ellos, conocer sobre la realidad de su comunidad e interiorizarse sobre el estado pastoral de las diferentes sedes religiosas.

“Este encuentro me permitió mayor cercanía a cada sacerdote en clima de mucha confianza y fraternidad. Creo que es uno de los servicios más impactantes para el bien del clero”, destacó.

Valenzuela señaló que a esta tarea se sometió durante todo el tiempo que duró la cuarentena por el Covid-19 en Paraguay, lo que significó que esté en contacto con muchas personas, pero siempre tomando en cuenta las medidas sanitarias.

“Nunca tuve miedo de contagiarme. Además, insistía en que la gente supere el miedo al contagio, ya que los medios de comunicación con su bombardeo diario paralizan las mentes de las personas con alguna enfermedad de base o a los ancianos”, refirió.

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La oración y la medicina como claves 

Edmundo Valenzuela destacó la importancia de la oración recibida por parte de las personas, familias y comunidades religiosas, así como de los diferentes grupos juveniles y los obispos.

“Estoy seguro que ambas realidades, la oración y la profesionalidad médica logran un resultado estupendo. Lo confluyente de ambas acciones, la plegaria y la atención médica indican la necesidad de considerar a la persona humana en todas sus dimensiones: física, psíquica y espiritual. Esa unidad necesita ser sanada. Y es lo que yo experimento en este lugar de silencio, de meditación y de descanso”, reflexionó.

El arzobispo de la Santísima Asunción concluyó su escrito agradeciendo a todas las comunidades su “cercanía, su afecto y sus oraciones”, al igual  que al personal blanco (doctores médicos, enfermeros, enfermeras, personal administrativo y de limpieza”.

“¡Qué bueno es que todas partes y para todos los enfermos de esta pandemia, se puedan unir ambas acciones, la espiritual y la atención médica! Para mí, es una gracia de Dios que me pone en una situación de privilegio y por tanto de mayor compromiso para con Dios, con la misión episcopal recibida para la evangelización de esta humilde Iglesia particular del Arquidiócesis de la Santísima Asunción”, valoró.

 

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Arquidiócesis de Asunción en tiempos de pandemia 

Valenzuela remarcó algunas acciones de la Arquidiócesis de la Santísima Asunción durante la cuarentena sanitaria por el Covid-19 en Paraguay.

Actualmente, el país sudamericano levantó las restricciones sanitarias en coincidencia con un relativo control de los contagios y muertes por la enfermedad.

“Hemos organizado el Equipo de Pastoral de escucha telefónica con 20 sacerdotes, atendiendo en su propio teléfono las llamadas de mucha gente angustiada. Las parroquias y comunidades religiosas transmitieron la Santa Misa diariamente llegando a muchos más fieles. Tuvimos procesiones eucarísticas en todo el territorio; las tres veces acompañado por un helicóptero de las Fuerzas Aéreas, bendiciendo Asunción y el Departamento Central”, recordó.

Asimismo, el arzobispo resaltó que las parroquias se han organizado para ofrecer la Eucaristía celebrada en las calles y en los barrios, además de las procesiones hechas en su fiesta patronal por todo su territorio parroquial.

“Cuando ya se podía tener 10 personas en la misa, se comenzó a ofrecer el sacramento de la penitencia y muchas personas se acercaron al aire libre a confesarse. Se abrieron los templos durante el día, y quienes querían participaban en número reducido, según indicaciones de cada período, de la misa o de la Adoración Eucarística”, detalló.

Valenzuela destacó además que se ha organizado la Pastoral de Prevención de Suicidio, debido a la cantidad de personas que entraron de depresión, en pánico y en aislamiento total.

“Con esto ya se puede ver la vitalidad misionera que se vivió en este tiempo de pandemia. En el año de la Palabra de Dios los medios multiplicaron la Palabra en más hogares, sosteniendo la fe mediante la predicación y las misas virtuales”, valoró.

Por su parte, la pastoral sanitaria, guiada por el equipo sacerdotal, estuvo siempre trabajando en los hospitales, llevando el sacramento de la Unción de los enfermos y visitando al personal de blanco para apoyarles espiritualmente.  Además, la pastoral penitenciaria, que trabaja en las cárceles, tuvo una intensa labor.

Respecto a las catequesis, estas se realizaron de forma virtual y se ofrecieron emisiones televisivas de la Iniciación a la Vida Cristiana.  Todas estas actividades contaron con la contribución de los diferentes miembros de las comunidades y el acompañamiento del Consejo de Curia, el Colegio de Decanos y el Presbiterio.

A continuación un fragmento de la carta de Valenzuela enviada a Aleteia desde el hospital:

 

“Mi experiencia personal

Por gracia de Dios tengo buena salud a mis 75 años, lo cual me permitió visitar las parroquias con el Vicario Episcopal de la zona (son 3 zonas) celebrando la Santa Misa, el Vicario se reunía con el Consejo Pastoral y de asuntos económicos antes de la Misa presidida por mí. Con el párroco de esa parroquia agendada previamente, me reunía en el arzobispado para invitarle al almuerzo y antes, durante una hora conversar personalmente con él, escuchando la situación de su salud, de su vida cristiana y sacerdotal, del estado pastoral de su parroquia, de su escuela parroquial (si la tiene), preguntado sobre la situación económica del lugar y promoviendo en cada Presbítero la importancia de la fraternidad sacerdotal. Luego del almuerzo el Presbítero regresaba a su parroquia. Este encuentro me permitió mayor cercanía a cada sacerdote en clima de mucha confianza y fraternidad. Creo que es uno de los servicios más impactantes para el bien del Clero.

A esta tarea me sometí durante todo el tiempo en que se pudo durante la cuarentena inteligente. Significando para mí el tomar contacto con mucha gente, pero con todos los cuidados sanitarios exigidos. Nunca tuve miedo de contagiarme. Además, insistía la gente que se supere el miedo al contagio, ya que los medios de comunicación con su bombardeo diario paralizan las mentes de las personas con alguna enfermedad de base o a los ancianos. Los niños no se dan cuenta del aislamiento de sus abuelos y esto genera muchos problemas en la salud mental de ambas partes.

En medio del movimiento pastoral que fui realizando, quedé con síntomas del contagio, comenzando con la tos y la congestión nasal. Como en el arzobispado estamos una comunidad sacerdotal, había compartido con ellos los inicios de estos síntomas. Al día siguiente fuimos en compañía del Canciller, el Padre Reinaldo Roa, a la casa de una familia que después de tres días me comunicó que tenían positivo al COVID, inmediatamente nos realizamos la prueba. ¡A él le dio negativo, a mí, positivo! El médico de cabecera recomendó internarme en el Hospital Universitario de la U.C. Me sometí a todas las indicaciones médicas: inspección torácica, aislamiento en un cuarto, batería de medicamentos intravenosos antioxidantes mediante el suero, control frecuente de la sangre y de los signos vitales, etc. La tos desapareció a la tercera noche de internación. Nada de fiebre, ni dolor de cabeza ni de garganta. Solo un malestar en la espalda, debido a una pequeña infección pulmonar causada por el virus, que está siendo atacada por la batería de medicamentos.

El primer día sábado pedí la sagrada Comunión. El domingo y hoy lunes, he celebrado la Santa Misa en mi cuarto. He rezado cada día el santo Rosario, la Liturgia de las Horas. He enviado a mis contactos la información importante recibida de otros, entre ésta, la Palabra de Dios meditada, los flyers de cursos organizados por el CELAM, o por alguna pastoral de la Conferencia Episcopal Paraguaya o de algún movimiento laical invitando a participar virtualmente de los encuentros. He tenido que responder a la cantidad de mensajes recibidos en mi WhatsApp o en el correo. Esto me ha llevado tiempo, pero necesario para responder los saludos, las oraciones, los buenos deseos de mejora que ellos me hacían llegar diariamente.

Este tiempo es para mí una oportunidad magnífica para aceptar la voluntad de Dios. Someterme al descanso, a la oración, a la contemplación y al contacto virtual. Obedecer a los médicos. Descansar y rezar por los enfermos. Me he dado cuenta que este virus es traicionero, si no se lo toma en serio enseguida al tener los primeros síntomas. Así me indicaron los médicos. Hay quienes fallecieron por no hacerse ver enseguida y tuvieron complicaciones en su enfermedad de base. Debo agradecer la fina atención y la cercanía que recibo de parte de los profesionales médicos de este hospital Universitario. Sé que soy privilegiado, porque otros no pueden disfrutar de las mismas atenciones…esto pone de relieve la grave estructura de injusticia en el campo de la salud, a pesar de todos los nuevos esfuerzos del Ministerio de Salud Pública del país, para privilegiar la atención médica con nuevos centros hospitalarios y el destino de una buena suma de dólares para el caso. Debo afirmar que he visitado algunos de los nuevos hospitales, equipados muy bien con abundante personal sanitario y una infraestructura excelente de primer mundo. Nada que envidiar a hospitales de Europa que conozco.

Afirmo también la importancia de la oración recibida de parte de personas, de familias, de comunidades religiosas, de movimientos laicales, de grupos juveniles y de mis hermanos obispos. Estoy seguro que ambas realidades, la oración y la profesionalidad médica logran un resultado estupendo. Como dice el refrán ‘a Dios rogando y con el mazo dando’. Lo confluyente de ambas acciones, la plegaria y la atención médica indican la necesidad de considerar a la persona humana en todas sus dimensiones: física, psíquica y espiritual. Esa unidad necesita ser sanada. Y es lo que yo experimento en este lugar de silencio, de meditación y de descanso.

Termino agradeciendo a todas las comunidades cristianas su cercanía, su afecto y sus oraciones por mi recuperación, al igual que al personal blanco: doctores médicos, enfermeros, enfermeras, personal administrativo y de limpieza. ¡Qué bueno es que todas partes y para todos los enfermos de esta pandemia, se puedan unir ambas acciones, la espiritual y la atención médica! Para mí, es una gracia de Dios que me pone en una situación de privilegio y por tanto de mayor compromiso para con Dios, con la misión episcopal recibida para la evangelización de esta humilde Iglesia particular del Arquidiócesis de la Santísima Asunción”. 

+ Edmundo Valenzuela, sdb

Arzobispo Metropolitano

 


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