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Diálogo de consultorio: “He perdido el trabajo, no el sentido de mi vida”

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Orfa Astorga - publicado el 27/10/20
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La depresión puede aparecer ante la falta de trabajo. La ayuda es necesaria para recuperar el ánimo lo antes posible.

Aun cuando la casuística de crisis por pérdida del trabajo es muy amplia, está presente un común denominador: un fuerte sentimiento de pérdida que puede postrar en aguda depresión. En casos así, la ayuda consiste en que se logre recuperar no solo la capacidad y determinación por buscar un nuevo trabajo, sino además una forma de crecimiento interior.

Esta es una de esas historias.

Mi paciente había perdido su empleo en una edad para la que el mercado de trabajo ya no es tan accesible. Tenía hijos en plena edad escolar y una hipoteca por pagar. Inmóvil, se sentía infeliz y avergonzado.

Una depresión real

Su depresión era tan real y profunda que comenzaba a desarrollar una neurosis por lo que pidió ayuda especializada, suponiendo que recibiría una terapia en base a analizar su pasado desde los recónditos de su conciencia, que lo sacaría de su postración.

No fue así, pues su depresión no obedecía a causas patológicas o disfunciones en su personalidad, por lo que le propuse descubrir el sentido de su vida presente y futura más allá de logros laborales por los que se puede acceder al placer, poder, dinero o seguridad.

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Shutterstock | shablovskyistock

—¿Un sentido que haga diferente el hecho de haber perdido el trabajo y encontrarme en una situación muy difícil? —pregunto con cierto tono irónico.

—Sé que conserva lo más valioso en su vida, logrado tras años de entrega a su compromiso familiar, como lo es el amor de su esposa e hijos, y seguramente ve con ilusión un futuro relacionado con ello. ¿Podría contarme sobre ello?

—Bueno sí —contestó pensativo. Deseo ver a mis hijos formar su propia familia, conocer a mis nietos, desarrollar con mi esposa varios proyectos que tenemos en mente y nos ilusiona, entre otras cosas. Todo eso es posible lo sé y no se deben quedar solo en sueños —agregó convencido.

Quien tiene un porqué...

Luego, intervine:

—Si para alcanzar tales sueños es más lo que tiene logrado y conserva que lo perdido de momento, ¿no cree que vale la pena seguir en esa dirección, pensando más en los beneficios que en lo que le costará?

—Sí, y, ya que lo pregunta, alguna vez leí que quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo, y pienso que es a eso a lo que se refiere.

Crecer para adentro

—Así es. Y ese “por qué” y ese “cómo” exigen un crecimiento interior para usted y toda su familia, donde usted no les trasmita su dolor e inseguridad, para que sean capaces de rehacerse, haciendo ajustes en su nivel de vida, salvando su autoestima, mientras se recupera en el terreno laboral.

—Tiene razón, solo que desearía deshacerme de la pena que verdaderamente siento —agregó.

—Más que deshacerse de ella, encuentre su sentido, y sanará —le propuse. — Imagine que ya repuesto y pasado un tiempo, se encuentra con un amigo que se encuentra en el abismo de la desesperanza por alguna de tantas situaciones por las que pueden atravesar las personas, como padecer una enfermedad crónica degenerativa, haber perdido a un ser querido o estar en bancarrota ¿qué le diría, que fuera la principal fuerza motivadora para enfrentar su dolor y se rehiciera?

—Bueno, por lo que me va quedando claro, le diría cosas como que debía haber en el algo en su vida que no estaba en juego y podía generarle un crecimiento interior para darle un nuevo sentido; que ese algo se encontraba dentro de las posibilidades reales de su propia vida y debía descubrirlo. Ahora bien—agregó pensativo— una bancarrota puede pasar, pero… ¿usted qué le diría a este supuesto amigo en caso de que enfrentara el dolor de cosas irremediables como una enfermedad crónica degenerativa o la pérdida de un ser querido?

—Pues le diría que el sentido del dolor forma parte del sentido de la vida. El sufrimiento se debe y puede aceptar sin sentirse infeliz o avergonzado. Al hacerlo con entereza mantendría su vida en la dirección correcta hasta el último instante. El valor no reside en el sufrimiento en sí, sino en la actitud frente a él, en la capacidad de soportarlo cambiándole de signo. Y esto igual vale para el dolor por el que usted pasa actualmente.

Mi consultante tomó conciencia de que podía y debería superar su postración para comenzar nuevamente a caminar.

Consúltanos en: consultorio@aleteia.org

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