Las palabras del Papa Francisco condenando la “sangre inocente” derramada entre Armenia y Azerbaiyán pone el foco en un interminable conflicto en donde se mezclan etnias, religiones y expansionismo turco
El papa Francisco está muy preocupado por el conflicto entre Armenia y Azerbaiyán, que está causando miles de muertos: se “derrama sangre inocente”, se destruyen “viviendas, infraestructuras y lugares del culto”.
Lo recordó el día de Todos los Santos, en el rezo del Ángelus. Armenia y Azerbaiyán se disputan el territorio de Nagorno-Karavaj, un enclave entre los dos países, de mayoría armenia.
El Papa hizo de nuevo un “sentido llamado” para que las partes en conflicto no resuelvan sus diferencias “con la violencia, sino con una negociación sincera, con la ayuda de la comunidad internacional. Por mi parte, estoy al lado de todos aquellos que sufren e invito a pedir la intercesión de todos los santos para una paz estable en la región”.
Es un llamado más del Papa en esta loca guerra donde se mezclan pueblos, etnias, religiones (cristianos y musulmanes) y el poder para control de las potencias (Rusia y Turquía) sobre el Cáucaso, junto al mar Caspio, en el límite entre Europa y Asia.
¿Por qué esta guerra tan sangrienta? Nagorno-Karabaj es un territorio independiente, un enclave entre Armenia y Azerbaiyán, habitado en su mayor parte por armenios cristianos, mientras los habitantes de Azerbaiyán son musulmanes.
El ejército azerí ha ocupado unos 1.500 kilómetros cuadrados de territorios habitados por cristianos armenios, causando más de 5.000 muertes y muchos miles de desplazados. El ejército azerí debe su potencia militar a la ayuda de Turquía, país miembro de la OTAN, pero que va por libre en aquella zona del Cáucaso y en el Mediterráneo oriental.
No hay que olvidar que Turquía es el país que más duramente ha criticado a Francia y, concretamente, a su presidente, Emmanuel Macron, por la condena del asesinato (después asesinatos) del profesor que enseñaba a sus alumnos las caricaturas de Mahoma.
Francia siempre se ha opuesto a la entrada de Turquía en la Unión Europea, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha iniciado una etapa de defensa del islam y de intervencionismo expansionista para su influencia tanto en el mundo islámico como en el Cáucaso.
También interviene en los conflictos del Líbano, de Siria, e incluso dentro de países miembros de la OTAN, como Chipre y Grecia, ambos cristianos en su gran mayoría. El presidente turco ha dicho que Turquía y Azerbaiyán “son dos países, pero una sola nación”.
Por su parte, Rusia mantiene una actitud no beligerante, ya que tiene intereses tanto en Armenia como en Azerbaiyán. En concreto, en Armenia mantiene una base militar. Ambos países eran hasta 1990 repúblicas dentro de la Unión Soviética.
Nagorno-Karabaj, con gran mayoría de armenios, fue un invento de la Unión Soviética, creando una república dentro de la Federación de Repúblicas Socialistas Soviéticas, donde imperaba el comunismo.
Al caer la Unión Soviética, los habitantes de Nagorno-Karabaj quisieron unirse a Armenia y se desató una guerra que duró hasta el 1994. Los armenios han sufrido duramente la dictadura que quería suprimir todos los símbolos nacionales y religiosos de la población armenia.
Desde entonces, Nagorno-Karabaj ha estado gobernado por dictadores, y al fin ha estallado la guerra entre Armenia y Azerbaiyán para el control del país.
Los turcos, a principios del siglo XX, hace algo más de cien años, ya lucharon para exterminar a los armenios, y llevaron a cabo un exterminio con la muerte de más de un millón y medio de armenios.
Armenia es el más antiguo pueblo cristiano, que mantiene las tradiciones desde la era apostólica.
Turquía, ahora bajo el liderazgo de Recep Tayyip Erdogán, continúa su lucha para exterminar la cultura armenia, y por eso está al lado de Azerbaiyán. Turquía también quiere la aniquilación de los kurdos, que habitan al este, entre Turquía, Irán e Irak.
Tanto la NATO como la Unión Europea –y también los Estados Unidos—han mantenido una actitud de no enterarse de lo que pasa en el Cáucaso.
El régimen de Turquía está lejos de ser un gobierno democrático, condición necesaria para ser miembro de la NATO, pero ni los Estados Unidos ni Europa se atreven desprenderse de Turquía, que consideran un enclave, en el Mediterráneo oriental. La zona está lejos de ser pacífica.
