En el Día Mundial de Concienciación sobre los Tsunamis recordamos un milagro eucarístico en Colombia que salvó a la población de Tumaco de la amenaza de una enorme ola, en 1906Don Antonio Araújo escuchó de su abuelo cómo una gigantesca ola marina estuvo a punto de borrar del mapa la pequeña población de Tumaco y cómo la misericordia de Dios se manifestó cuando el sacerdote salió con la custodia y se calmaron las aguas.
Conocido como “el milagro de la ola”, es uno de los milagros eucarísticos registrados en su página de internet por el beato Carlo Acutis, del que el abuelo de don Antonio fue testigo, lo mismo que su papá, quien era aún un niño en ese mes de enero de 1906.
“Mi abuelo decía que habían estado en misa, en el templo donde después se levantó la Catedral, y de la iglesia para afuera todo era mar. En ese tiempo había dos sacerdotes en el pueblo y cuando los feligreses se dan cuenta de lo que estaba sucediendo, regresan donde el párroco, cargan las imágenes en las andas y salen con ellas en el hombro”, relata don Antonio.
Fray Gerardo Larrondo, agustino recoleto y párroco de Tumaco, consumió todas las hostias, reservó la hostia grande que expuso en la custodia y salió con el pueblo hacia la playa de esta población colombiana, a orillas del océano Pacífico.
El relato del padre Pedro
Así lo cuenta el padre Pedro Corro en su libro Agustinos amantes de la Sagrada Eucaristía:
“Como electrizados a la presencia de Jesús, y ante la imponente actitud de su ministro, marcharon todos llorando y clamando a su Divina Majestad tuviera misericordia de ellos.
El cuadro debió ser ciertamente de lo más tierno y conmovedor que puede pensarse, por ser Tumaco una población de muchos miles de habitantes, todos los cuales se hallaban allí, con todo el terror de una muerte trágica grabado ya de antemano en sus facciones”.
El abuelo de don Antonio le decía que era una enorme ola negra y que el padre Gerardo lanzó la hostia al aire –aunque otros dicen que la mantuvo en la mano– mientras el padre Julián, su colaborador, se dio cuenta de que el mar se detuvo y empezaron a gritar “milagro, milagro, milagro”.
Las aguas llegaron hasta la cintura del párroco pero no tocaron a Jesús Sacramentado y empezaron a retroceder:
“Como impelida por invisible poder superior a todo poder de la naturaleza, aquella ola se había contenido instantáneamente, y la enorme montaña de agua, que amenazaba borrar de la faz de la tierra el pueblo de Tumaco, iniciaba su movimiento de retroceso para desaparecer, mar adentro, volviendo a recobrar su ordinario nivel y natural equilibrio”, agrega el padre Corro.
¿El único milagro?
Don Antonio, quien siempre escuchó este relato que marcó su fe, ha participado durante 37 años de las 40 horas de Adoración con las que cada mes de enero dan gracias a Dios por este milagro. Durante más de tres décadas ha servido en la Catedral de San Andrés de Tumaco como sacristán.
“Mi Señor Jesús me dijo que ahí sería su servidor, así lo he hecho incansablemente y he visto todos los días la gloria de Dios”, dice.
Él asegura que no es el único milagro que se ha obrado en la región y menciona la aparición de una imagen de Jesús de Nazaret en el vecino pueblo de Roberto Payán y otra amenaza de tsunami una noche de hace más de diez años, de la que gracias a la fuerte oración el Señor los libró.
Vio la obra de Dios en su familia, más recientemente, cuando fueron sanados él, su esposa y su hijo del coronavirus.
“Estuvimos varios días sin abrir la puerta de la casa ni probar bocado y al día siete cuando me puse a rezar el Rosario, vi un rayo de sol frente a mi casa, la imagen de la Santísima Virgen con el niño en brazos y del Señor de la Misericordia. Por la gracia de Dios quedamos sanados de este virus que nos dio para matarnos”, asegura este hombre de inquebrantable fe y un gran amor por Jesús y la Virgen.
Un pueblo bendecido
Lo mismo opina doña Nelly Castillo, una tumaqueña que considera que a pesar de las penalidades, son un pueblo bendecido por Dios:
“Estamos alejados de la capital del país, nos marginan por ser afrodescendientes, no hay suficientes fuentes de trabajo, hemos vivido violencia asociada a cultivos ilícitos, pero aun así somos bendecidos por Dios con sacerdotes que han cultivado la fe y con milagros como el del 31 de enero de 1906”.
Ella, quien vive orgullosa de la fe y las tradiciones culturales del pacífico colombiano, también ha participado desde niña de los tres días de Adoración al Santísimo que reúnen a fieles, colegios, autoridades públicas, empresas, congregaciones religiosas y terminan con una procesión por el pueblo, pasando incluso por el lugar en la playa donde ocurrió el milagro.
Por su parte, Jaime Córdoba, seminarista con experiencia en la diócesis de Tumaco, asegura que es necesario pasar del milagro a la vivencia y enseñar a las nuevas generaciones valoren la Eucaristía como elemento fundamental:
“Los mayores hacen hasta lo imposible porque el milagro sea reconocido y recordado y cuando ellos no estén, no se puede quedar sin nadie que lo promueva”.
En ese mismo sentido, seguirá la Iglesia católica, los tumaqueños y quienes allí habitan, alabando a Dios y recordando el milagro, que gracias a la reciente beatificación del joven italiano Carlo Acutis, quien lo incluyó en su página de internet, ha sido aún más conocido, inclusive entre los mismos colombianos.
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