León I fue el primer papa en ser nombrado Magno (grande). Su grandeza quizás residía justamente en no rendirse jamás.
Él no se rindió ante los que atacaban la fe católica. No se rindió jamás ante el cansancio de enseñar a sus sacerdotes a ser “buenos pastores”.
No se rindió jamás de asistir y apoyar a aquellos que se alejaban de los buenos valores, acompañándolos hasta que encontraban el camino recto.
No se rindió jamás, ni siquiera delante del temible rey de los hunos Atila.
Siguiendo su ejemplo y sus palabras meditemos estas sabias palabras suyas, pidiendo ayuda a Dios, para no rendirnos jamás: