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Cómo manejó Isabel de Hungría el desbordamiento de un hospital

ELIZABETH
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Philip Kosloski - publicado el 17/11/20
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La santa princesa convirtió su propio castillo en un hospital para atender al creciente número de enfermos y sufrimientos

Santa Isabel de Hungría notó un problema en su reino: los enfermos y los que sufrían no estaban siendo atendidos adecuadamente.

Esto creó una gran angustia en su corazón y no tardó en establecer más centros de salud para abordar el problema del desbordamiento.

De hecho, ¡llegó a convertir su castillo en un hospital!

Esto se relata en una carta de Conrad de Marburg, director espiritual de santa Isabel.

Ordenó que uno de sus castillos se convirtiera en un hospital en el que reunía a muchos de los débiles y pobres. Ella generosamente dio limosnas a todos los necesitados, no solo en ese lugar sino en todos los territorios del imperio de su esposo. Gastó todos sus ingresos de los cuatro principados de su marido y, finalmente, vendió sus lujosas posesiones y su ropa lujosa por el bien de los pobres.

Sin embargo, ni siquiera así dio abasto al número de personas que estaban enfermas y sufrían.

El autor Charles Forbes explica en su biografía de principios del siglo XX, Vida de Santa Isabel de Hungría Duquesa de Turingia, cómo se aseguró de que se usaran todas las camas y luego abrió nuevos hospitales para abordar la crisis de la atención médica.

Los enfermos que necesitaban cuidados especiales los colocó en el hospital, con veintiocho camas… que había establecido en la ladera de la montaña en el camino al castillo; tan pronto como murió uno de los pacientes, otro que fue admitido tomó su cama de inmediato. Posteriormente estableció dos nuevos hospitales en la ciudad de Eisenach, uno bajo la invocación del Espíritu Santo, cerca de la puerta de San Jorge, para mujeres pobres, el otro bajo la de Santa Ana, para los enfermos en general. El último aún existe.

Implicación personal

No solo eso. La misma santa Isabel cuidó a estas personas enfermas, visitando diariamente el hospital.

Dos veces al día, por la mañana y por la tarde, sin falta, la joven duquesa bajaba y subía por el largo y accidentado sendero de montaña que conducía de Wartburg a estos hospitales, a pesar del cansancio que le causaba visitar a esta pobre gente y llevarles artículos, tanto de necesidad como para su comodidad. Habiendo entrado en estas moradas del sufrimiento, iba de cama en cama preguntando a los enfermos qué querían y prestándoles los servicios más repugnantes, con un celo y una ternura que sólo el amor de Dios y su gracia especial podrían haber inspirado. Cuidó con sus propias manos a los que padecían las enfermedades más repugnantes, hizo ella misma sus camas, los levantó y los llevó en su espalda o en sus brazos a otras camas, y les secaba la cara, la nariz y la boca con el velo que llevaba en la cabeza.

Santa Isabel es una verdadera inspiración, especialmente para todos los trabajadores de la salud, enfermeras y médicos.

Su ejemplo de caridad desinteresada es digno de imitar, y la forma en que gestionó los hospitales centrados en las necesidades de los pacientes es un recordatorio para todos nosotros de lo que es más importante.

Sobre todo, vio a Jesús en los enfermos y sirvió a cada individuo como si fuera Jesucristo.

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