Me asustan el sueño, los despistes, mi falta de atención, me descentro y pierdo el norte…En el primer domingo de Adviento Jesús me invita a despertar y estar atento:
“Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!”.
Me gusta la invitación a permanecer en vela. En realidad me cuesta quedarme en vela esperando. El tiempo se me escapa de las manos y me da miedo.
Me asustan el sueño, los despistes, mi falta de atención. Me descentro y pierdo el norte. No logro estar atento a lo que sucede a mi alrededor. Me gustaría, pero no lo consigo.
Te puede interesar:
Muy conectados y muy dispersos
Estoy durmiendo
Me duermo y la vida se me escapa de las manos sin que me dé cuenta. Me duermo y nadie me despierta. Paso de largo y pierdo la hora prevista, establecida por Dios.
Yo no sé ni el día ni la hora de su venida. A menudo es porque estoy centrado en mis cosas, pienso en lo que deseo, en lo que a mí me interesa. Y dejo de mirar a los lados.
O pienso que tengo toda una vida por delante para hacer el bien. Pero no es cierto, las horas que pasan son oportunidades que se me escapan.
Despertar en Adviento
Quiero llegar a la meta, al cielo, a la eternidad. Quiero jugar bien mis cartas, sin despistarme. Estoy atento. Quiero vivir en presente. Con los ojos bien abiertos y el alma despierta.
Eso es el Adviento. Una oportunidad para despertar como escucho en el salmo:
“Pastor de Israel, escucha, Tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña, la cepa que tu diestra plantó, y que Tú hiciste vigorosa”.
Te puede interesar:
Sobre qué trata el adviento y maneras prácticas de vivirlo
Quiero que Dios venga a mí y me salve en mi indigencia, en mis problemas, en esta pandemia que me llena de amargura. ¿Cuándo acabará todo esto? ¿Cuándo pasará el virus y volverá la normalidad perdida?
Y siento que el tiempo se me ha escapado entre los dedos. Y ahora escucho que tengo que despertar. ¿No tendrá que despertar Dios y venir a hacer algo a este mundo que parece haber abandonado?
Me gustaría que ese Dios al que amo interviniera, hiciera algo. Un milagro, una obra portentosa. Deseo que llegue a mi tienda y me despierte para caminar a mi lado, para recorrer mis pasos de su mano.
Atención permanente
Quiero estar atento para cuando venga, para cuando llegue. Leía un pasaje de santa Teresa de Jesús que habla del sueño, de velar y orar, descansando en el pecho del Señor:
“Nunca te acuestes en la cama soñoliento, sino muy despierto en el deseo del Señor; y, a ejemplo de la esposa, busca a Dios de noche en tu cama. Bienaventurados son los que irán mucho antes del sueño y despertando tornan presto a orar, porque estos, a ejemplo de Elías , comen un poco, y duermen y tornan a comer otro poquito y de esta manera pasan su tiempo cuasi reclinándose después de la cena sobre el pecho del Señor, como los niños sobre el pecho de su madre, donde recibida la leche se duermen, y tórnanse a dormir; y de esta manera, con estos gloriosos intervalos, pasa el tiempo del dormir que más se les cuenta por oración que por sueño”.
Velar y orar. Y dormir en el pecho de Jesús. Descansar en la mirada de Dios. Estar despierto, con las ventanas del alma que se abren al cielo.
Te puede interesar:
¿Has velado alguna vez?
Lo que me mantiene despierto
No es mi sueño ese sueño culposo que me aleja de la vida, de los hombres, del amor. Porque quiero despertar al amor y que mi amor despierte al saberme amado.
Decía el padre José Kentenich: “Nuestro instinto de amor se despierta de la forma más rápida cuando se sabe, se siente y se cree amado“.
El amor es lo único que puede mantenerme en vela, despierto. Cuando se apaga el amor me invade el sueño. Quiero estar atento al comenzar este Adviento. Amar más, ser más amado.
Ya viene
Dios viene a mi vida, se va a hacer carne de mi carne, me viene a visitar allí donde me encuentro. ¿Dónde lo hará? ¿Cuándo llegará hasta mi tienda? ¿Cómo me manifestará todo su amor?
Me gustaría sentir su amor, oler su presencia, saber que está cerca, llegando. Por eso no quiero vivir adormilado, cegado por esas preocupaciones que me quitan con frecuencia la paz, la alegría, la esperanza del momento.
Quiero estar en vela, estar atento para ver dónde quiere Dios que actúe, que me entregue. “Velad”, grito en mi corazón, porque viene el Señor a verme, a encontrarse conmigo en medio de mi vida.
Esa actitud de la espera paciente y despierta me gusta. Con la primera vela encendida, entonando cánticos, abrazando la esperanza de una vida nueva.
Y yo le estoy esperando
Tantas noticias llegan a mi corazón, tantos estímulos. Siempre vivo reaccionando. No soy capaz de tomar la iniciativa porque me siento desbordado.
Más que actuar siempre reacciono. Respondo a lo que me piden. Hago lo que me dicen. Contesto a lo que me preguntan. Y así vivo.
Pero ahora en Adviento Jesús simplemente quiere que esté atento. Sin pretender tener todas las respuestas. Sin intentar responder a todas las expectativas.
Simplemente estoy con mi primera vela encendida. Me mantengo despierto esperando a que llegue Aquel a quien amo.
Esa mirada sobre la vida me emociona. Si siempre estuviera atento a lo que acontece en presente mi vida estaría llena de luz y de esperanza. Eso lo sé. El corazón se calma.
[1] Herbert King, King Nº 2 El Poder del Amor