Estos tiempos marcados por la pandemia de Covid-19, son muchos los que sienten que algo tiene que cambiar en ellos. En un principio al decretarse la pandemia de Covid-19 la pregunta que mucha gente se hacía era “¿qué viene a decirme el virus?”. Luego de varios meses, parece que la cuestión ha pasado por preguntarse “¿qué puedo hacer mientras está el virus?”. El mundo cambia rápidamente y el cómo vamos respondiendo se transforma en una clave para seguir avanzando.
Hoy nos encontramos en un escenario dinámico y muy cambiante que necesita de personas activas capaces de recuperar la energía y hacer verdaderos aportes a la sociedad. Son muchos los que han visto en este tiempo un auténtico desafío que les invita a moverse, a actuar y a salir de sí mismos cuando el mensaje recibido por todos ha sido el de “encerrarnos”.
Esta segunda ola de coronavirus se ha convertido para muchos en un tiempo de salir al encuentro con los demás de maneras nuevas y creativas.
El mundo cambiaría si…
Matthew Kelly en su libro “Ser un católico dinámico en tiempos dinámicos” nos ofrece un estudio sobre aquellos rasgos que caracterizan a los católicos dinámicos y sugiere que si solo el 1% de los católicos seguiría un plan sencillo pero dinámico que incluye un poco de oración, estudio, generosidad y evangelización, se podría cambiar el mundo.
Hoy en día un católico podría preguntarse: ¿Con la pandemia ha llegado el momento de cambiar? El tiempo parece hacerse detenido, muchos hemos experimentado una pausa y haber dirigido una mirada interior reflexiva que nos ha hecho repensar nuestra realidad con mayor conciencia. ¿Y ahora qué? ¿Tenemos que hacer algo?
¿Y si es ahora el momento de poner en marcha ese cambio que el mundo necesita?
Las claves del cambio
Oración
Uno de los signos de un católico que es dinámico es la oración. Esto puede verse como una práctica pasiva, pero la realidad es que la oración es la forma activa de hacer algo más allá de nuestras capacidades y llegar a sitios que físicamente no podríamos. Por eso, en un contexto de tanta incertidumbre la oración se ha recuperado y muchos han comenzado a adoptarla como una prioridad en su vida personal y social.
Un católico dinámico reza con regularidad y lo hace con cierta estructura. Durante el confinamiento se ha renovado la mirada interior y el compromiso de valorar una rutina espiritual. Vivir la fe con dinamismo significa seguir una rutina de oración además de vivir los momentos espontáneos que puedan surgir durante el día. Se considera a Dios como a un amigo y consejero personal y se busca escuchar su voz y hacer su voluntad.
Respetar una hora del día, asistir a Misa, sentarse o salir a caminar mientras se reza, seguir un devocionario, leer la Biblia o conversar con Dios son parte de un plan. No se deja nada al azar o a las circunstancias. Hay un pequeño hábito, pero con disciplina. El católico dinámico fija una hora y un lugar para su oración. No importa cómo se sienta o la necesidad que tenga. Lo hace.
Estudio
Un católico dinámico es un aprendiz continuo que destina al menos unos minutos de su día para aprender algo sobre su fe. No es simplemente un seguidor de Jesús, sino que se ve como un verdadero discípulo que busca aprender para cambiar e intentar alcanzar la mejor versión de sí mismo. Jesús es su maestro y mentor que le enseña a través de las Escrituras, de la tradición y de la Iglesia.
El espectro de posibilidades se ha abierto en las redes y muchos recursos se han puesto a disposición: cursos y conferencias que se han extendido y llegado a muchos hogares por la situación de la pandemia, material de lectura y audiovisuales, así como también retiros espirituales que se ofrecen a la distancia y de los cuales muchos fieles han podido participar.
Generosidad
El tercer signo de un católico dinámico es la generosidad. Una persona que tiene un espíritu de servicio y es generoso en administrar no solo los bienes materiales sino también el tiempo y el talento.
De hecho, el dinero y el apego se ven como cosas que impiden crecer. Son amantes netos, generosos en dar algo de sí tanto con conocidos como desconocidos.
Vivida como un modo de vida, la generosidad es una manera de llevar el amor de Dios al mundo. La generosidad está entretejida en su vida y se ofrece especialmente a través de las virtudes como la paciencia y la compasión que en estos días son tan necesarias.
La situación de la pandemia ha abierto un contexto en que se necesita mucho de personas con este perfil: desde la espera paciente de ser atendido en una tienda hasta pensar en hacer algo por alguien que necesita apoyo, tiempo y ayuda, sea material como por ejemplo con la entrega de alimentos o espiritual con muestras de afecto.
Evangelización
Un católico dinámico invita a otras personas a crecer espiritualmente compartiendo el amor de Dios que vive en él. No se conforma, sino que el amor lo empuja a más y quiere que otros experimenten la alegría que fluye al tener una relación dinámica con Dios.
Es una persona que trata de ayudar a los demás a desarrollar una vida espiritual vibrante y entiende que es una parte esencial de la vida cristiana el compartir la fe.
Estos días son muchas las personas que necesitan escuchar una buena noticia y el católico que vive con esa verdad en su corazón, es capaz de comunicarlo. En un tiempo donde se necesita mucho amor, el católico tiene una respuesta esperanzadora.