El papa Francisco recordó la conmemoración de san Juan Diego, a quien Nuestra Señora de Guadalupe escogió como su enviado, en su saludo en la audiencia general del miércoles 9 de diciembre de 2020 en el Palacio Apostólico Vaticano:
"Que a través de su intercesión presente a la Virgen los países de América Latina, damnificados por la pandemia y los desastres naturales, para que ella, como Madre, salga al encuentro de sus hijos y los cubra con su manto.
Pidamos además al Señor que infunda en nosotros su Espíritu Santo para que vivifique nuestra oración y transforme nuestro corazón, abriéndolo al servicio de la caridad. Que el Señor los bendiga a todos".
Esperemos al Señor
En su catequesis, Francisco exhortó a los fieles a aprender a estar "en la espera del Señor. El Señor viene a visitarnos, no solo en estas fiestas grandes —la Navidad, la Pascua—, sino que el Señor nos visita cada día en la intimidad de nuestro corazón si nosotros estamos a la espera".
Y muchas veces no nos damos cuenta de que el Señor está cerca, que llama a nuestra puerta y lo dejamos pasar.
"Tengo miedo de Dios cuando pasa; tengo miedo de que pase y yo no me dé cuenta", decía san Agustín.
"Y el Señor pasa, el Señor viene, el Señor llama. Pero si tú tienes los oídos llenos de otros ruidos, no escucharás la llamada del Señor".
"Hermanos y hermanas, estar en espera: ¡esta es la oración!", concluyó.
La Virgen de Guadalupe y san Juan Diego
Según la tradición, en 1531, del 9 al 12 de diciembre la Santísima Virgen, en su advocación de Guadalupe, se apareció y conversó con san Juan Diego, un indígena.
Lo buscó cuando pretendía escabullirse para salvar a su tío Juan Bernardino, y lo mandó a que le llevara al obispo (fray Juan de Zumárraga) una señal de que era ella de verdad y que quería que le construyeran una "casita de oración" para acoger a su pueblo, a los indígenas y a todos los hombres.
La señal era un puñado de rosas que, misteriosamente, crecían en diciembre y en la parte pedregosa del cerro del Tepeyac.
Esas rosas dejaron plasmada en la tilma de san Juan Diego la venerada imagen que ahora recibe 22 millones de fieles cada año en la Basílica construida en su nombre en Ciudad de México.