Trato de llenar de luces la oscuridad con paso firme. Intento sonreír una y otra vez en medio de rostros serios. Logro decir algo que esté lleno de esperanza cuando continuamente me hablan de críticas y juicios sobre los demás.
Trato de alegrar y no deprimir a los que me rodean. No me desanimo ante la primera contrariedad que hallo en el camino pensando que será imposible llegar a la meta.
Visto de colores el tono gris de mi vida, a menudo rutinaria, allí donde faltan colores vivos.
Algo nuevo está llegando
Siembro flores de Pascua, o Nochebuenas, en el alfeizar de mi ventana, para que el rojo de sus hojas llene mi corazón de Navidad.
Atisbo por la ranura de mi puerta la luz de un nuevo día que amanece, desterrando los miedos de la noche. Un amanecer rojizo que me llena de paz el alma.
Canto villancicos a la puerta de la vida de los hombres. Para iluminar sus días y alegrar sus nostalgias de infinito. Con la pandereta, la guitarra y la zambomba. Componiendo con notas nuevas un cielo que se llena de estrellas, no solo una, miles.
Espero a que el lucero del alba traiga buenas noticias que me llenen de vida, porque ya está muy plagado el nuevo día de tragedias y desgracias.
Hazte más joven
Me visto con nuevos colores, será que me hago más joven. Me río cuando no corresponde, y no es por los nervios, es quizás porque estoy aprendiendo a liberarme.
Intento escuchar con más frecuencia de lo que lo hago habitualmente. Con más respeto, con mirada inocente, sin juzgar lo que me dicen, sin rechazar lo que no procede, porque sé que no tiene sentido hacer de juez, sólo Dios salva.
Al fin y al cabo, ¿qué tengo que decir yo sobre lo que hacen los demás o sobre lo que no hacen? No tengo que enseñarle a nadie cómo debe comportarse.
Una Navidad distinta
Me gusta pensar en posadas distintas a las de otros años, esta vez con cubrebocas. Con comidas al aire libre, guardando las distancias. Pienso y sueño con abrazos sutiles, para no ser imprudentes.
No sé cómo puedo hacer para acabar con las sombras que rodean mis días. Y hacer que la noche de mi ánimo se llene de vida a ritmo de fiesta.
Tengo entre mis manos tantos regalos que he recogido para dar a los que tienen sólo miedo y el corazón vacío... He querido alegrar con mis sonrisas sus días oscuros. Puede que tal vez no me comprendan.
Llevo en el alma un sueño de niño que quizás un día despierte. Y sé que las aventuras son el mejor remedio para una vida sin lustre. He decidido alegrarme aun sin motivos aparentes, por cualquier cosa, sin esperar nada.
La Navidad cambia
Llega la Navidad y el gozo del encuentro me llena de esperanza una vez más, este año más que nunca. Sé que tengo el alma vestida de fiesta y eso me alegra.
Dejo de lado esas nostalgias que amargan a veces la vida. Espero que los días sean más largos, tengan más luz y menos noche. Quiero que mis palabras sean siempre buenas nuevas y no mensajes amargos.
Decido mirar al hombre que está sufriendo a mi lado, escondido en una esquina, me acerco a preguntarle qué le falta, qué desea, qué ha perdido.
Quiero levantar mil puentes que me lleven al hermano. Y acabar con esos muros que sólo siembran discordias. Dejo a un lado la amargura que a menudo me acompaña y esos juicios sin misericordia que vierto cada mañana.
Abrazo el cielo plomizo vistiéndolo hoy de grana. Como mis flores rojizas que iluminan mi ventana. Llevo prendido en el pecho un canto que se repite, una y otra vez, alegre.
Jesús viene
Jesús viene por la vida, se hace carne entre los hombres y yo lo espero tranquilo. José y María lo guardan como el regalo más grande. Recorren con calma el camino entre Nazaret y Belén, yo camino con ellos.
No quiero hoy que los miedos me impidan acercarme. Me arrodillaré como un niño, con las manos vacías y el corazón algo roto. Voy vertiendo a mi paso lento semillas de vida y llanto. De alegría y paz eterna. De soledad y de viento.
Dejo que sobre el camino nazca una esperanza nueva, en flores rojas de nuevo, como las de mi ventana. Y sé que con tantas lluvias crecerá paz en mi alma y en la de todos aquellos, que me encuentren, que me busquen. Eso espero.
Ya no tiemblo por los días que aún desconozco, no hay miedo. Sólo sé que en este Niño se me regala la paz, la alegría y la esperanza. ¿Qué más quiero? Es Dios que se hace carne entre mis manos y yo sonrío.