Marshall McLuhan creía que en su trabajo no había que mencionar el cristianismo, que era “suficiente que se sepa que quien opera es cristiano”
Marshall McLuchan, fue un teórico de la comunicación canadiense que llegó a ser considerado una suerte de Charles Darwin para los estudios del impacto de los medios de comunicación en las personas.
No hay carrera universitaria sobre la comunicación en el mundo que no contemple entre los autores de referencia al autor de uno de los axiomas más decisivos y a la vez ignorados: el medio es el mensaje.
McLuchan quiso que su obra dedicada a explorar su teoría se titulara formalmente El medio es el masaje. Pero un error de impresión, según adujo, la tituló inicialmente con “el mensaje”.
En ella, con estilo absolutamente heterodoxo para la literatura teórica clásica, usando múltiples recursos tipográficos e iconográficos, McLuhan enseña que los medios de comunicación, sus formas, son tan decisivos como el mensaje que comunican.
Visionario de la comunicación
Aunque no llegó a vivirlas, las redes sociales, siguiendo su reflexión, serían un mensaje poderoso e influyente en las audiencias
independientemente del contenido que hay en ellas.
Baste para ratificar su visión con preguntar a cualquier persona cuánto tiempo navegó en las redes sociales la última semana, y a preguntarle, más allá de ese tiempo, qué contenidos consumió en ellas.
La rutina de consumo de la red social transforma más al hombre que los contenidos que en las redes consume.
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Cómo llegó al catolicismo
Aunque ha sido discutido, e incluso motivo de reflexión académica, el propio McLuchan entendía su trabajo como el resultado de la reflexión de un católico.
Converso a los 26 años, explicó en una ocasión que por esos años fue siendo introducido a la Iglesia por la lectura de Chesterton, Dawson y Maritain, entre otros.
En una ocasión relató que un amigo le dijo que ya que no creía en Cristo, que le pidiera a Dios Padre, para que le mostrara el camino. Y así fue. Él no tenía problemas, decía. No tenía fe, pero no tenía problemas. Pero luego de esa oración casi sin intención, recibió una señal.
Estaba discutiendo de religión con un grupo de estudiantes una noche en Wisconsin, y uno de ellos me interrogó: ¿Por qué no eres católico? Yo me callé porque no sabía. Hasta ese momento, nunca se me había ocurrido que podría convertirme en un católico. Pero fui rápidamente ‘atrapado´. Me convertí en un pocos días.
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Enamorado de la Virgen María
Su fascinación por la Iglesia fue completa. Fue profundamente mariano, de Misa casi diaria y como recordaba su hijo Eric, rezaba en familia el rosario prácticamente todas las noches. Como buen hombre de letras, leía el Evangelio en distintos idiomas.
Su fe le generó alguna controversia entre colegas. Incluso se llegó a escribir en una revisión de su obra que no era un científico social serio y que era un católico que quería introducir la mirada católica en la teoría de la comunicación.
Pero él estaba convencido de que su fe no solo no era una contradicción ni una desventaja, o algo que no debía involucrarse en su trabajo.
Al contrario, creía que “una de las ventajas de ser católico es que confiere una completa libertad intelectual para examinar cualquier y todo fenómeno con la absoluta certeza de su inteligibilidad”.
Una útil enseñanza de McLuhan a los católicos
Sobre la relación con ese mundo que rechaza la fe, e incluso a los cristianos, una idea suya bien puede servir de inspiración para los tiempos que corren, e incluso es aplicación lógica de su principal legado comunicacional.
En una carta al editor de la revista católica América, McLuhan sugería:
“Debemos confrontar con el mundo secular en sus manifestaciones más confidenciales, y en sus propios términos y postulados, para llamarles la atención de su confusión, su iliteracidad y la terrorífica deriva de su lógica. No hay necesidad de mencionar al cristianismo. Debiera ser suficiente el que sepan que el operador es un cristiano”.
Su reflexión y propuesta de acción para un académico, independientemente de la discusión, parece estar absolutamente consustanciada con el mensaje cristiano.
McLuchan enseñaba con figuras, así como Cristo enseñaba en parábolas; entendía que el medio era tan importante como el mensaje así como un hombre de ley (que puede ser el medio) que no vive la ley (que podríamos entender como el contenido) no es el modelo que Cristo propone.
Y como buen académico, buscaba la verdad. La verdad los hará libres reza su epitafio.
Para quienes quieran profundizar más, sugerimos el artículo “The Medium Is the Mass: Marshall McLuhan’s Catholicism and catholicism” de Thomas Cooper, en el Journal of Media and Religion (vol 5, 2006, 3); el libro El Medio y la Luz. Reflexiones sobre Religión”, libro que lleva su firma y recoge su visión editado por si hijo Eric McLuhan; y el artículo “A Catholic Media Trinity: Marshall McLuhan, Walter Ong and Andy Warhol”, publicado por Nick Ripatrazone en diciembre de 2017 en la revista América.