Hay quienes viven estos meses con una inmensa culpa por haber contagiado a un familiar o amigo que ha fallecido a causa del coronavirusEl esposo de una amiga se enteró de que había estado expuesto al Covid-19 en el trabajo. Ella y toda su familia, incluyendo algunos primos y tíos, tuvieron que aislarse en casa y hacer una cuarentena durante 14 días. La persona de la oficina estaba asintomática en ese momento, pero se sintió terriblemente culpable por haber expuesto a otros al coronavirus.
Este tipo de situaciones son muy frecuentes hoy en día. No solo ocasionan que se interrumpan las actividades o las dinámicas de las relaciones que afectan a la vida tanto personal como profesional, sino que el escenario empeora mucho cuando alguna de las personas involucradas se enferma gravemente o lamentablemente, muere.
Con tantos casos de coronavirus las posibilidades de transmitir el virus son muchas y con ellas crecen los sentimientos de culpa.
El problema es que cuando la culpa se convierte en un tormento, con facilidad empezamos a creer cosas que no son ciertas. Al final puede llegar a distorsionar nuestra realidad y agravar esos sentimientos negativos que nos impiden estar bien.
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El coronavirus no es algo personal
Ante la culpa relacionada con el coronavirus lo primero que hay que recordar es que no se trata de una cuestión personal.
El motivo por el que estamos atravesando una pandemia mundial es porque el virus está en todas partes y es muy contagioso. Se transmite con mucha facilidad incluso cuando no hay síntomas evidentes.
No podemos pensar que somos desconsiderados o malas personas por esto. Aunque es normal sentirse culpable por causar un daño a los demás, no significa que hayamos hecho algo malo.
La realidad es que estamos conviviendo con un nuevo virus que tiene el potencial de atacar, más o menos, pero a todos y aún se está trabajando por encontrar una cura.
No contamos con toda la información
A veces pensamos que con todo lo que hemos oído sobre el virus “deberíamos haber sabido” que podíamos contagiar a otros.
Pero es muy probable que no hayamos contado con toda la información en. el momento de la transmisión del virus, por ejemplo saber que uno era un caso positivo.
La realidad es que actuamos basándonos en lo que sabemos en el momento. Por eso, antes de culparse vale la pena evaluar las elecciones basándose en la información que uno tenía cuando las tomó.
Lo más probable es que las personas actúen de buena fe y sin querer deliberadamente provocar un contagio o un mal para los que los rodean.
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Hacemos lo que podemos
Todos estamos haciendo lo mejor que podemos para lograr un equilibrio entre ser cuidadosos con el virus y vivir nuestras vidas.
Está claro que simplemente recluirse no es una opción cuando hay tantas personas que necesitan ayuda y hay tantas cosas positivas que hacer: los niños recibir la educación que necesitan, los padres mantener sus trabajos y los enfermos recibir el trato médico, entre otros.
Los costos del distanciamiento social han sido enormes en muchos sentidos tanto materiales como espirituales. Cada uno tiene que decidir qué nivel de riesgo estará dispuesto a asumir de acuerdo a sus circunstancias puntuales.
No podemos negar que estamos haciendo cosas positivas y que sin esos aportes quizás la situación sería peor para enfrentar un escenario tan difícil de pandemia.
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Siempre hay oportunidad de hacer algo bueno
Aunque el daño no sea intencional, es un daño al fin y no se puede revertir o volver pasos atrás, pero podemos hacer actos de reparación o prevención al futuro.
Ante una situación de contagio lo hecho, hecho está. Sin embargo, cuando esto ocurre es una buena idea no quedarse de brazos cruzados y hacer algo al respecto con esfuerzos que se centren en mostrar tanto amor como sea posible.
Es desde el amor, no la culpa, como uno puede contar con recursos para atravesar mejor la situación y ofrecer vías de ayuda.
Convertir esos sentimientos negativos en algo positivo cuando decidimos ponernos en marcha para ayudar a los demás es clave. Dejar de lamentarnos y hacer un aporte económico, un acto de servicio a la familia afectada o una cadena de oración por ellos.
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