Una historia de miles. La recuperación, posible gracias a Estado, empresas, familias, y comunidad
Aunque el último capítulo de esta historia aún no se avizora, el impacto de la pandemia en la economía doméstica latinoamericana ha sido catastrófico. Según estimaciones de la Organización Mundial del Trabajo, a septiembre del año pasado unos 34 millones de latinoamericanos perdieron sus ingresos por el freno de su actividad.
Entre ellos, estaba Gustavo, de Gregorio de Laferrere, en el Gran Buenos Aires. Gustavo se desempeñaba en tareas de limpieza en una cooperativa.
Su esposa, como empleada doméstica en tres hogares. Con la pandemia y las restricciones a la actividad, él perdió su trabajo y ella sufrió una importante merma de sus ingresos.
Cada mañana, relató al portal Infobae tras la viralización de su historia, comenzó a buscar trabajo casa por casa para tareas del hogar como jardinería.
Pero la crisis no lo impactaba a él solo: de hecho, en una ocasión, se apiadó de un hombre mayor que tenía el césped alto y no podía pagar por el corte, y le ofreció sus servicios sin costo. E incluso le dio unos pocos pesos que tenía.
Siempre hay algo para dar
“Por más pobre que sea uno siempre tenemos algo para dar; ya sea un abrazo, una palabra de aliento o una cortada de pasto, como fue mi caso. Todo sirve. Y si esos gestos se hacen con amor, siempre vuelven cuando uno menos lo espera”, evocó.
Mailén, de 9 años, escuchaba la preocupación de su papá por lo difícil que era conseguir quien lo emplee. Y decidió ayudarlo diseñándole su campaña de difusión.
“Corto pasto Gustavo”, escribió, incluyó el número de teléfono de su papá, y lo hizo grande grande, con una bordadora. Y como firma un “suerte papi”. Agradecido, Gustavo lo subió a redes sociales. Y la historia se viralizó.
https://twitter.com/Wallychoo/status/1345171913245478912
Los llamados fueron inmediatos. Desde gente que lo llamó para contratarlo a algunos que simplemente querían ayudarlo. En un caso arribó a un hogar donde el jardín ya estaba en condiciones, y simplemente querían conocerlo y pagarle como si hubiese trabajado. Está, relató, “desbordado de trabajo”.
Preparar el futuro
La historia de Gustavo es anecdótica, y muestra el esfuerzo que como él cientos de miles de afectados por la crisis económica de la pandemia enfrentan.
Familias que hacen lo imposible por salir adelante, que tienen vocación de hacerlo. Estados y empresas han afirmado, al menos desde lo retórico, un compromiso por poner lo indispensable para contrarrestar un impacto que para economías ya vulnerables antes de la pandemia está siendo catastrófico.
Pero con Gustavo se advierte un tercer actor, fundamental: la familia y la comunidad.
En una entrevista con Vatican News el economista Stefano Zamagni, presidente de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales desde 2019, abogó por que se establezca “definitivamente el modelo triádico de orden social: Estado, Mercado, Comunidad, que sustituya al actual modelo diádico de Estado-Mercado”.
“La familia, la comunidad y la sociedad civil organizada son entidades fundamentales para iniciar y apoyar el proceso regenerativo”, consideró en esa entrevista.
Al fin y al cabo, como expuso el papa Francisco en marzo: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos”.
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