México es calificado por diversos organismos internacionales como uno de los países que –junto con Brasil—peor han manejado la pandemia provocada por la COVID-19Con una tasa de mortalidad del seis por ciento, el país norteamericano ocupa el cuarto lugar mundial en muertes y está entre los primeros quince lugares en contagios.
Sin embargo, poco a poco se han ido conociendo historias de solidaridad que muestran la mejor cara de un país agobiado por tres graves crisis: la de la inseguridad, la económica y la evidente crisis sanitaria que tiene a los hospitales públicos y privados a su máxima capacidad.
Mientras tanto la vacuna contra el virus fluye muy lentamente, a ritmo de seis mil dosis diarias, exclusivas para el personal médico.
73 centímetros solidarios
El periódico Milenio relata la historia de la joven Ana Paola Romero, una estudiante de cuarto semestre de bachillerato de la Universidad de Guadalajara, quien desde hace dos meses ha vuelto a vivir a la ciudad de Toluca, en el Estado de México, con sus abuelos Santa y Jesús.
Tiene 16 años de edad. Decidió cortarse su larga cabellera –73 centímetros desde la raíz—para poder comprar el tanque de oxígeno que necesitan su tío José y su abuelo, principalmente.
Como en muchas otras familias mexicanas, la de Ana Paola tiene nueve miembros infectados. A ella también le alcanzó la enfermedad, con síntomas muy leves y pérdida de olfato.
Pero la situación preocupante de su abuelo Jesús (68), cuya oxigenación llegó al 40 por ciento, le llevó a pedirle a su hermana que le tomara una fotografía, la subiera a redes sociales y decidiera vender su cabello para colaborar en la compra familiar del dispositivo para su abuelo.
Cabellera por oxígeno
“Teníamos que conseguir oxígeno, veía a los adultos de mi familia preocupados porque está caro, todos estaban juntando el dinero. Entonces yo le pregunté a mi hermana si me tomaba una foto para subirla al Facebook y vender mi pelo”, reflexiona Ana Paola.
Más adelante confiesa: “A mí siempre me ha gustado tener mi cabello largo, creo que físicamente es lo que más me gustaba de mí, lo cuidaba mucho, tardé como dos años para tenerlo así de largo, abajo de la cintura”.
El texto con la foto que subió a las redes sociales dice: “Vendo mi cabello para comprar un tanque de oxígeno para mi abuelito, tiene covid, su oxígeno hoy bajó mucho y quiero ayudar a mi familia a conseguir dinero”.
Como suele suceder en estos casos, muchas personas enviaron mensajes de apoyo y de ánimo (de hecho siguen llegando a su cuenta) y logró vender su cabello en 2.500 pesos (unos 110 euros), con los que pudo colaborar con su familia.
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La alegría del abuelo
“Después del corte me siento rara, nunca he tenido el cabello corto, soy como un pollo desplumado, así me veo”, confiesa con buen humor Ana Paola al periódico Milenio.
Y agrega: “Yo prefiero perder mi cabello que perder a mi abuelito. De todos modos mi cabello vuelve a crecer, me quedó muy cortito, pero bueno desde antes de que me lo cortara muchísimas personas me apoyaron y lo siguen haciendo mandándome lindos mensajes de mi nuevo ‘look’”.
Ve a sus abuelos –la abuela también está contagiada—luchando juntos para enfrentar la COVID-19 en su casa. No quieren ir al hospital. El abuelo Jesús tiene diabetes, pero es un hombre luchador y muy alegre, según lo describe Ana Paola. Trabaja en un taller mecánico y le gusta mucho bailar.
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“Mi abuelo es muy alegre, le gusta mucho bailar, de hecho siempre que hay una comida, nos quiere sacar (a bailar), pero pues por vergüenza nunca queríamos, pero ya si se pone bien ahora sí voy a salir a bailar con él”, termina diciendo Ana Paola al periódico Milenio.