Descubre la apasionante historia de una de las mártires de Córdoba que aceptó el martirio antes de renegar de su fe
Desde el siglo VIII, Al-Andalus ocupaba la zona meridional de España. Un siglo después, un clérigo mozárabe llamado Eulogio alentó a los cristianos a rebelarse contra el Emirato de Córdoba y el Islam.
Entre los años 850 y 859 fueron unos cincuenta los cristianos mozárabes que se enfrentaron abiertamente a las autoridades musulmanas, conscientes que su actitud les llevaría directamente a sufrir el martirio y la muerte.
Entre aquellos mártires, se encontraba Laura de Córdoba, una mujer de cuya vida se sabe muy poco pero que se encuentra entre aquel grupo de valientes cristianos que alzaron su voz en defensa de su propia fe.
Laura, madre y religiosa
Laura había nacido en una fecha indeterminada a principio del siglo IX en el seno de una familia noble mozárabe de la ciudad de Córdoba.
Se había casado con un hombre que trabajaba como funcionario en el emirato y con quien había tenido dos hijas.
Tras quedar viuda, seis años después de contraer matrimonio, Laura tomó una decisión trascendental en su vida, dejar la vida secular y asumir la vida religiosa, decisión que es probable que tomara junto a sus dos hijas, que siguieron sus pasos.
El lugar elegido fue un convento conocido como Santa María de Cuteclara.
El convento era un monasterio dúplice, en el que vivían una comunidad de monjes y monjas en espacios separados.
Años después de su ingreso, Laura fue elegida abadesa, cargo que asumió durante nueve años, hasta su muerte.
Castigada en Córdoba por proclamar su fe
Laura era una ferviente católica que no se conformó con su vida monástica. Para ratificar su fe en Dios salió de los muros del convento para proclamar públicamente su credo, siguiendo las indicaciones del clérigo mozárabe Eulogio de Córdoba.
Las autoridades prendieron al momento a la abadesa por orden del emir Muhammad I. En su encierro, Laura fue azotada, castigo impuesto para obligarla a renegar de sus creencias. Algo que ella sabía que no iba a hacer nunca, a pesar de las terribles consecuencias.
Según cuenta la tradición, Laura de Córdoba no iba a abjurar del cristianismo y abrazar el islam aun sabiendo que aquella decisión la llevaría directamente al martirio.
Tras ser azotada, Laura fue sumergida en un caldero de plomo hirviendo. A pesar de la terrible tortura, Laura sobrevivió mientras soportaba el dolor cantando alabanzas a Dios.
Las autoridades musulmanas, viendo que la religiosa no iba a rendirse decidieron ejecutarla.
Laura de Córdoba fue decapitada el 19 de octubre del 864, día en el que se celebra su festividad.
Laura se convirtió así en uno de los cuarenta y ocho mártires mozárabes de Córdoba que decidieron ofrecer su vida en defensa de su fe.
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