En pandemia, son muchos los roces de convivencia y problemas en los matrimonios. Con la ayuda de Cristo muchos logran reencontrarseCuando uno toma la decisión de compartir la vida con otro, tarde o temprano se da cuenta de que aparecen cosas que no nos gustan tanto del otro, nos parecen extrañas o incluso difíciles de comprender. El pasar más tiempo en casa por la pandemia ha sacado a la luz muchas peculiaridades de cada uno y con ellas, una nueva oportunidad para encontrarse.
Tras varios períodos de cuarentena, confinamiento o aislamiento social, varios medios han reportado que han sido frecuentes las tensiones, rivalidades y malestares en la convivencia familiar dentro del contexto de temor por el coronavirus. Las emociones en muchos hogares se han vivido intensamente y aquellas cosas que antes podían pasar desapercibidas, se han mostrado con mayor claridad.
Reencontrarse
¿Qué hacer cuando estos rasgos que no nos gustan tanto se exponen? ¿Siempre habían estado y ahora se han potenciado? En una época de distanciamiento general hoy hay una gran necesidad de volver a encontrarse, incluso con los que más tenemos cerca y para eso no hay algo mejor que hacerlo en Cristo.
Podemos reencontrarnos el uno con el otro ahora e invitar a Cristo a hacerse presente en nuestro matrimonio para que con su gracia y nuestro trabajo, podamos hacer funcionar una relación con las cosas que nos molestan. Un amor como el de Dios muestra la gracia para crecer juntos y sacar lo mejor de ambos.
En esta galería encontrarás lo que Cristo puede enseñar a nuestros matrimonios
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Un amor como el de Dios muestra gracia antes de esperar un cambio para crecer juntos y sacar lo mejor de los dos.
Amar sobre todas las cosas
Encontrarnos en el lugar donde estamos invitando a Cristo, significa que con un acto de amor elegimos abrazar a ese otro con sus imperfecciones y al mismo tiempo dejarnos abrazar con las nuestras. Es un amor como el que Cristo nos muestra: revela gracia antes que un cambio. Cristo primero y antes que nada, nos ama. Hay una apertura del corazón que nos aleja de ponernos a la defensiva o angustiarnos. Abrazamos toda nuestra historia y lo que somos.
Buscar la verdad juntos
Hay una mentalidad peligrosa en pensar que el otro es perfecto. A través de la vocación del matrimonio se persigue un fin de santidad y eso implica que estamos aprendiendo, que se cometen errores y que pueden existir sentimientos dolorosos. Aceptar la realidad de cada uno trazando expectativas realistas y evaluando cómo vivir con esas cosas antes de evadirlas, puede convertirnos en un verdadero bien y ayudarnos a acercarnos a Dios.
Perdonarnos unos a otros
Aunque es importante notar que Cristo nos llama a cambiar y a mejorar cada día, no lo hace antes de que se nos haya dado el perdón. Con misericordia nos encontramos en un “sentir con el otro” y somos capaces de abrir el corazón a la compasión por las fallas y flaquezas sabiendo que todos las tenemos buscando el perdón mutuo. Si bien es saludable querer lo mejor para el ser amado en cuanto a la virtud, es igualmente importante saber perdonar.
Aportar cada uno algo propio
En todo lo nuevo que se crea, los individuos no desaparecen sino que en muchos aspectos se complementan y aportan un valor a la relación. Cada uno llega con una historia particular y esas diferencias a veces se transforman en tensiones importantes si no sabemos tratarlas. Puede que la pandemia haya significado un nuevo comienzo o etapa en algún aspecto de la relación. Ayuda tener presente que cada uno siempre aporta algo en la vida del otro.
Pedir la gracia para tratar las diferencias
Con la gracia de Dios y mucho trabajo, se puede lograr que una relación funcione a pesar de las diferencias. Es posible que no todo lo que molesta necesite cambiarse. Pueden ser cosas que atenten a la relación, pero otras simplemente se trate de una cuestión de gustos o preferencias. La Palabra de Dios y las enseñanzas de Cristo son la guía para reconocer buenos o malos hábitos, hablar acerca del cambio o recibir la gracia de sobrellevarlos.
Cultivar la empatía en la relación
La pandemia es un fenómeno global, pero a cada uno le afecta de un modo concreto. Esta situación mirada con Cristo nos puede ayudar a entender mejor dónde está el otro y qué puede estar sintiendo sin asumir que es igual para todos. Del mismo modo, es posible que tu ser querido ya tenga una relación con Cristo, pero eso no significa que sea espiritualmente maduro en todas las áreas en las que estás tu espiritualmente maduro y viceversa.
Rezar juntos el uno por el otro
Haz lo mejor que puedas para cubrir todo en oración. Cristo puede guiar, sanar y hacer madurar nuestro amor. Es importante pedirle que al tocar el corazón humano nos ayude a lidiar con las peculiaridades personales de cada uno. En vez de intentar quitarlas rápidamente, es bueno entregarlas. La oración en sí misma es un acto de amor que hacemos por el otro. Cuando no sabemos qué hacer, siempre tenemos la oportunidad de rezar.