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¿Puede la fatiga pandémica apagar la alegría cristiana?

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Benito Rodríguez - publicado el 19/01/21
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Claves para mantener la alegría cristiana pese a la fatiga pandémica 

Me noto saturada. Estoy agotada. Muchos días estoy triste. La situación me tiene bloqueada”.

Quizás se sienta usted identificado con esta frase. Es real. De una mujer cristiana, madre de familia trabajadora que siempre ha destacado por su sonrisa y sensibilidad. Ese sentir está muy extendido. Es lo que los expertos denominan “fatiga pandémica”, el cansancio o hartazgo asociado a una pandemia.

En este ejemplo, las alertas saltaron cuando su propia hija, menor de edad, pidió a su madre que “por favor estuviera más alegre”.  ¿Cómo mantener o recuperar la alegría

ante una situación tan complicada como la que está generando el coronavirus?

Encontramos cinco claves de la mano de los tres últimos Papas.

La alegría cristiana puede convivir con el sufrimiento

Según un estudio de la Universidad de Comillas, una de cada tres personas en países golpeados por la pandemia sufren esta fatiga. Las expectativas no son muy optimistas. Para Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad “el hecho de que el 2021 vaya a ser un año de pandemia, de mascarillas y de guardar la distancia social, va a producirnos fatiga”. Pero, como dijo San Juan Pablo II, “una característica inconfundible de la alegría cristiana es que puede convivir con el sufrimiento”.

La alegría: un mandato y una actitud

La alegría para el cristiano es un imperativo:

“Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos… El Señor está cerca” (Flp 4,4-5).

Es una exhortación de Pablo a los cristianos de Filipo que se hace extensible hasta nuestros días. Una llamada a buscar esa alegría que no está sujeta a una vida fácil sin dificultades, ni a los cambios de ánimo, sino a una profunda actitud que nace de la fe y de sentirse salvados por Cristo.

Juan Pablo II daba además una clave:

“Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden arañar”.

Durante la homilía del 28 de mayo en Santa Marta, Francisco definió la alegría cristiana como “la respiración del cristiano, el modo de expresarse del cristiano”. Y añade “no es algo que se compra o yo la hago con el esfuerzo: no, es un fruto del Espíritu Santo”.

En la exhortación “La Alegría del Amor”, Francisco habla de buscar esa alegría en la familia cristiana, “un proyecto fascinante que implica no sólo sacrificio y entrega, sino también recibir de los otros. Y esto es fuente de alegría, la alegría de saber amar y saberse amado. Un ideal que la familia cristiana realiza de modo pleno”.

Al igual que es bueno educar a los hijos en un clima de respeto y amor en casa, también en la alegría. Una casa alegre es contagiosa, es atractiva, es evangelizadora. 

Cinco claves para encontrar la alegría cristiana

A la luz del magisterio de los tres últimos Papas, se pueden enumerar las siguientes claves para alcanzar la alegría cristiana.

Pedirla al Espíritu Santo

Tanto Francisco como Juan Pablo II inciden en esto.  No se trata de un don, pero sí -como dice Benedicto XVI“una aspiración grabada en lo más íntimo del ser humano”. Es, por tanto, un fruto del Espíritu, que es quien nos permite sabernos hijos de Dios.

Identificar a la tristeza como el gran enemigo.

Benedicto XVI, en su mensaje por la JMJ de 2012, que “en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe cristiana”.

Santo Tomás decía que la tristeza tiene “su origen en el amor desordenado de sí mismo”.

Entusiasmo por hacer el bien.

Benedicto XVI nos pide “ser útiles para el prójimo”.

Francisco nos insta a salir del egoísmo:

“Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor”.

Decía Teresa de Calcuta recordando las palabras de Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir” (Hch 20,35), decía: “La alegría es una red de amor para capturar las almas. Dios ama al que da con alegría. Y quien da con alegría da más”.

Buscar y valorar las “alegrías sencillas” que cada día nos brinda el Señor.

Benedicto XVI enumera algunas:

“La alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría del amor sincero y puro. Y si miramos con atención, existen tantos motivos para la alegría: los hermosos momentos de la vida familiar, la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos…”

 

La regla de oro: el encuentro personal con Cristo.

Los tres Papas coinciden en que el alma del cristiano goza en el encuentro con el Señor. Es fuente de alegría. Dios es amor eterno, alegría infinita.

Benedicto XVI relata cómo el Padre quiere regalarnos esa alegría:

“En la hora de la Pasión de Jesús, este amor se manifiesta con toda su fuerza. Él, en los últimos momentos de su vida terrena, en la cena con sus amigos, dice: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor… Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud» (Jn 15,9.11). Jesús quiere introducir a sus discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el Padre.”

Los pontífices recuerdan además cómo el Evangelio está lleno de ejemplos: María Magdalena y otras mujeres reconocieron a Jesús Resucitado cuando fueron al sepulcro. Estaban “llenas de miedo y de alegría”, y corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús salió a su encuentro y dijo: “Alegraos” (Mt 28,8-9).

Juan el Bautista saltó de gozo en el seno de santa Isabel al sentir la presencia del Verbo Encarnado (cfr. Lc 1, 45); a los pastores acudieron al Portal tras serles anunciado “una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy os ha nacido en la ciudad de David, el Salvador, que es el Cristo, el Señor” (Lc 2, 11); los Magos “se llenaron de inmensa alegría” (Mt 2, 10) al volver a ver la estrella que les conducía a Belén; y podríamos seguir con la alegría de paralíticos, ciegos, leprosos y enfermos curados por Jesús. 

Incluso junto a la Cruz, la alegría del Buen Ladrón al saber que ese mismo día estaría con Jesús en su Reino (cfr. Lc 23, 42-43).

Buscar el encuentro personal con Cristo en la oración, en la familia, en el prójimo, en la Palabra, será siempre fuente de alegría cristiana. La que no se apaga.


Josemaría Escrivá
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