Decenas de músicos pasaron por sus aulas y aprendieron a amar la música. Leonard Bernstein o Quincy Jones deben a Nadia Boulanger parte de su éxito
Considerada como la pedagoga musical más importante de todos los tiempos, Nadia Boulanger hizo de la música la razón de su existencia. Una pasión que heredó de su propia familia, en la que hubo importantes intérpretes y compositores. Su propio padre era el compositor Ernest Boulanger, quien se había casado con una princesa rusa llamada Rassia quien también era cantante.
Nadia nació en París el 16 de septiembre de 1887 y poco después llegaría al mundo su querida hermana Lili. A pesar de que en el hogar de los Boulanger la música formaba parte de la vida diaria, y tanto Nadia como Lili terminarían dedicando su vida a ella, lo cierto es que Nadia no sintió en un principio ningún interés musical. Fue precisamente durante el embarazo de Lili, cuando Nadia tenia apenas cinco años, que al oír la sirena de un coche de bomberos, en vez de asustarse, corrió instintivamente hacia el piano familiar y con sus pequeños deditos intentó reproducir la sencilla melodía que se escondía detrás.
Nada más daría sentido a su vida
A los nueve años ya estaba estudiando en el Conservatorio de París con algunos de los más prestigiosos maestros del momento además de recibir clases particulares en casa. En aquellos años de niñez, Nadia también recibió una intensa formación religiosa que impregnó su alma, haciendo que sus creencias católicas inspiraran su labor musical.
A los pocos años, Nadia ya era una muy buena compositora e intérprete pero pronto se dio cuenta que se sentía más cómoda enseñando. Su piso de París se convirtió en poco tiempo en el centro neurálgico donde todo aspirante a músico debía acudir. Nadia no solo era una magnífica profesora sino que era capaz de encontrar el talento en sus alumnos y sacar lo mejor de ellos. Cada uno, a pesar de ser decenas, era único para ella. Y a todos ellos les exigía una cosa primordial, un compromiso incondicional con el mundo de la música. Por su tutela pasaron músicos, compositores, directores de muy distintos géneros musicales. Leonard Bernstein, Quincy Jones, Elliott Carter, Daniel Baremboin o Astor Piazzolla fueron alguno de ellos.
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Además de su piso en París, Nadia Boulanger enseñó música a ambos lados del Atlántico, en los más prestigiosos conservatorios de los Estados Unidos y de Europa. Pero uno de los rincones más bonitos en los que transmitió su talento fue sin duda la French Music School for Americans que abriría sus puertas en 1921 en el hermoso paraje de Fontainebleau.
La música cobraba sentido para Nadia
Creyente católica, en tanto que establecía la misma relación que encontraba en la religión entre fe y razón. En la música, la forma y la emoción, debían ir de la mano. También consideraba que la música tenía una dimensión ética y debía estar al servicio de Dios, pues toda gran obra, todo esfuerzo vital, debía estar inspirada en Él. Para Nadia, había que entender la música como una liturgia y su interpretación un mensaje espiritual. Nadia asumió su compromiso con la música con la misma solemnidad con la que un religioso o religiosa abrazaban sus votos.
En 1914 , Nadia y Lilli abandonaron por un tiempo la música para volcarse de lleno en ayudar en labores de caridad durante la guerra, organizando envíos de alimentos y ropa a los soldados que se encontraban en el frente a través del Comité Franco-Américain du Conservatoire National de Musique et de Déclamation, que ellas mismas ayudaron a crear. Antes de que finalizara el conflicto armado, una debilitada Lili falleció a causa de una tuberculosis. Su vida como compositora se vio truncada prematuramente y dejó a su hermana con un gran hueco en su corazón. Para no olvidarla, Nadia siempre tuvo presente la música de Lilli en sus conciertos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Nadia volvió a aparcar los instrumentos y las partituras para ayudar a sus alumnos a huir de Francia. Algo que ella hizo también poco antes de que los alemanes alcanzaran París. Durante el conflicto permaneció en los Estados Unidos dando clases y conciertos. En 1945, regresaba a su Francia natal.
Transmisión de sus conocimientos
Nadia Boulanger centró su carrera en la pedagogía musical pero también dedicó parte de su vida a componer y a dirigir. Esta última disciplina no estaba aún abierta a las mujeres pero ella consiguió convertirse en la primera mujer en dirigir orquestas como la London Philharmonic Orchestra, la Boston Symphony Orchestra o la New York Philharmonic Orchestra. También tuvo el honor de seleccionar y dirigir algunas de las principales melodías que sonaron durante la glamourosa boda del Príncipe Rainiero de Mónaco y Grace Kelly. No fueron las únicas personalidades que quisieron tener cerca su talento. En 1962 fue recibida en la Casa Blanca por sus admiradores, el presidente John F. Kennedy y su esposa Jacqueline.
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Además de enseñar, componer, interpretar, dirigir, Nadia Boulanger transmitió todos sus conocimientos musicales dando conferencias en universidades como Harvard, Radcliffe o Wellesley y escribió una larga lista de artículos que publicó en distintas publicaciones como el reputado Le Monde Musical.
Nadia Boulanger trabajó duro, con aquel espíritu de superación y de perfección que alimentó con sus creencias religiosas, hasta el final de sus días. Fallecía en París, el 22 de octubre de 1979. El mundo de la música quedaba entonces huérfano de su mayor maestra e inspiradora.
Una vida de devoción a la música, en la que descansó muy poco. La de Nadia Boulanger fue una labor que inspiró a los grandes del siglo XX. Sin ella, no podríamos comprender la música de los últimos tiempos.
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