Una emocionante experiencia en primera persona del agradecimiento de una Madre que no se olvida de su hijos, sobre todo cuando pasan una mala rachaMaría ha conquistado el monte en ese Santuario en lo alto de mi ciudad. En una altura imposible ha echado raíces hondas. Cuando llego a lo alto la mirada se ensancha, y el corazón. Dejo de temer lo que temía en el valle.
Es lo que tienen la montaña y la altura. Cuando estoy cerca del cielo, tan cerca que casi lo toco, los problemas cotidianos dejan de ser tan importantes.
Salgo de mi rutina para aventurarme atravesando un bosque en lo alto de mi cima. Y desde allí todo parece tan pequeño. Y los problemas tan nimios. Como si ni siquiera fuera importante hallar una solución.
Desde arriba mi vida es más pequeña, como que pesa menos, y vuela con más facilidad. Desde el monte contempla mi mirada todo lo que en el valle parece tan duro y difícil.
Subir a buscar a María
Me gusta elevarme en esta montaña en la que está María. Descansar en sus manos, sentir que su Santuario es mi hogar, mi casa, mi descanso.
Siempre me está esperando cuando llego hasta Ella cansado. Porque subir duele, y el alma tiene sed, por eso no cesa en la lucha. E insiste en subir el monte, en llegar a lo más alto. Para que todo tenga el peso de las alas de los ángeles.
Cuando tomo distancia de mis problemas, parecen tan pequeños e insignificantes… Así suele ser en la vida.
En medio de la lucha no logro ver el camino. Sólo desbrozo árboles a mi alrededor tratando de hallar un sendero. Pero todo es oscuro y no penetra la luz.
Desde lo alto del monte lo veo todo más claro. Hay más luz, menos sombras, menos nubes. Y las águilas vuelan a su antojo buscando comida.
El cielo está más cerca. Y el miedo más lejos, y la tristeza que antes borraba mis sonrisas.
Vengo a buscar a María a su monte, en su santuario. Lo hago como parte de mi rutina, de mi hábito de conquistar lo que me han dado, para que sea más mío.
Quiero desde aquí acariciar mi vida, ensanchar mis pulmones y dejar que el corazón repose y se calme. En la paz de este monte, donde sólo el silencio golpea mis oídos.
Y quiero descansar en los brazos de mi Madre. En Ella confío.
Y ella baja conmigo
Y ahora siento que Ella quiere echar raíces y conquistar el valle. Ese valle en el que vivo.
Yo he salido de mí para llegar a Ella. Y es Ella la que ahora sale de su monte para llegar a mi valle. Allí donde me ahogo a menudo queriendo ser feliz y hacer que mi vida tenga sentido.
Allí donde los problemas me asfixian y no sé tomar decisiones con sentido. Donde me siento tan desvalido y perdido en medio de tanto ruido. Sí.
Ella quiere venir a crear un oasis de paz y de vida en medio de su valle. Otro santuario al pie de su monte, en la tierra, a la altura de mis problemas.
Para que pueda descansar en Ella en medio de la velocidad de la vida, pausar un momento, calmarme un rato. Y dejar que mis problemas ya no sean tan pesados, en el valle, sin tener que subir al monte. Me lo pone fácil.
Ella a quien tanto amo ha visto bien dónde vivo y viene al pie de mi vida, para que no me extravíe, para que no me canse de subir cuestas. Para que no tenga que seguir abriendo caminos.
Viene a mi camino, a mi solaz, a mi descanso. Viene al lugar en el que vivo. A mi rutina en la que me siento tan constreñido a veces. En medio de mi pandemia cuando el miedo es más fuerte que la esperanza y parece que nada sale como yo deseo.
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Esa Madre que no se olvida de su hijo
Viene al valle de mi ánimo cuando noto que no tengo deseos de seguir luchando. Y Ella llega para que confíe, para que no me desespere, para que halle a mano una fuente honda, un pozo profundo del que poder sacar agua y saciar mi sed del alma.
María viene a poner su santuario en medio de mis calles, entre mis edificios, en medio de los ruidos de los coches, y de ese tren que atraviesa mis noches con sus pitidos. Viene en medio de mi vida a darme vida, en medio de mis miedos a darme esperanza.
Esa alegría sostiene ahora todos los vientos contrarios. No sé cómo lo hace Ella para convencerme de que lo imposible un día puede llegar a ser posible.
Esa esperanza acaba con todas las tentaciones que me hacen desear dejar de luchar. Creo en su promesa, en su luz. Ella estará conmigo todos los días de mi vida y para eso me regala un pozo en medio de mi valle.
Un oasis en medio de mi desierto. Un lugar de silencio en medio de todos mis ruidos. Un hospital de campaña en medio de mis enfermedades. Un solaz en el que descansar cuando regrese agotado de la batalla diaria.
Ha venido a encontrarme, a buscarme, después de que yo tantas veces subo a buscarla a Ella en su monte. Nunca deja de sorprenderme esta Madre que no se olvida de su hijo.
Le doy gracias por esa fidelidad que rompe todas las barreras y supera los obstáculos. Será su hogar en el valle un descanso en mis dudas y una casa firme, sobre roca. Del valle a la montaña. De su montaña a mi valle.
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