Escribir la historia de amor de nuestra relación nos ayuda a conectarnos como familia. Tus hijos querrán conocerla¡Una historia de amor se multiplica! Recordar cómo una amistad se convirtió en romance y un romance se convirtió en matrimonio puede conectar, consolar, animar y enseñar no solo a la pareja que lo ha vivido, sino también a la familia. La celebración de ese amor se convierte en una bendición para los hijos.
Es prueba de amor real
Es verdad que no son historias que pueden leerse como un guion de película. En la vida real hay altibajos. El amor no excluye que haya momentos tristes o dolorosos de prueba, pero están llenos de sentido. El amor prueba que también en los momentos difíciles se puede salir adelante y el hecho de se hayan superado es una razón más para celebrar.
Crear un cuaderno
Hay momentos que valen la pena recordar, escribirlos y conservarlos en un cuaderno especial como reliquia familiar para rememorarlos con otros. Las palabras nos pueden ayudar a revivir sensaciones y en medio de una pandemia nuestras historias de amor son lazos fuertes entre nuestros seres queridos, con Dios y con nuestro propio corazón.
Documentar la historia de amor
La vida se nos pasa demasiado rápido y es más difícil recordar los detalles. Documentar las cosas importantes de la vida nos ayudan a recordar y saborear con las alegrías y tristezas los momentos especiales. No podremos recordar todo, pero al escribirlo podemos revisarlo y revivir muchas emociones.
Toma nota de los momentos de felicidad que alimentan el vínculo y también aquellos de dificultad que reconocen tu capacidad de recuperación. Las pérdidas compartidas nos recuerdan que no estamos solos y los recuerdos divertidos y positivos son útiles en las crisis. Las risas compartidas, los momentos tiernos y los encuentros íntimos nos recuerdan que vale la pena el esfuerzo.
¿Cómo se conocieron?
Cuéntale a tus hijos cómo se conocieron. Cómo ha sido el ser encontrado por el amor y cómo se sintieron. Ellos querrán algún día encontrar el suyo y en un mundo cambiante tienen que saber que está allí. Esta etapa suele vivirse como un flechazo inicial, propio del enamoramiento, donde el otro nos cautiva y nos saca de la indiferencia.
Hay personas que se conocen desde la infancia. Por lo general, la experiencia que tienen es la de un camino transitado casi sin pensarlo demasiado. En casos así puede parecer que no hay mucho que decir, pero hay una gran historia en los detalles más pequeños.
¿Qué pensaban el uno del otro cuando eran jóvenes? ¿Cuándo pensaron por primera vez en el otro como alguien más que un amigo? ¿Quién los presentó?, ¿dónde fue?, ¿la atracción fue inmediata o tuvieron que conocerse más? Y si fue más tarde en la vida, ¿qué han tenido que aprender para llegar hasta ahí?, ¿pensaban cómo sería?, ¿rezaron por el otro?
¿Cómo fue el noviazgo?
Cuéntale a tus hijos sobre los límites y estándares que establecieron para esta etapa de la relación. Si les evitaron daños o si creen que podrían haber sido más sabios. Es una etapa necesaria para la maduración del amor, para conocerse y entenderse. Queremos lo mejor para nuestros hijos y sabemos que enamorarse no alcanza. Es necesario vivir un tiempo de trato y conocimiento recíproco para evaluar si será posible un proyecto de vida juntos.
¿Dónde tuvieron sus citas? ¿Qué tipo de cosas les gustaba hacer juntos? ¿Cuáles fueron los obstáculos que tuvieron que enfrentar? ¿Tenían una frase especial o una canción que siempre escuchaban? ¿Cómo vivieron las crisis y cómo pudieron conocerse mejor? ¿Hubo desencuentros, discusiones o peleas?
¿Por qué era la persona indicada?
Comparte con tus hijos el momento en que supieron que esa relación era una que deseaban que dure para siempre. El momento de dar un paso de compromiso más profundo. Esto puede ayudarles a pensar y preguntarse con qué tipo de personas esperan casarse. Todo lo que implica en la vida requiere esfuerzo, pero vale la pena.
¿Fue una comprensión que tuvieron en un momento en particular? ¿Fue algo que se confirmó a lo largo del tiempo? ¿coincidían sus valores? ¿Sentían que era lo correcto? ¿Cómo se comprometieron? ¿Cómo compartieron la gran noticia con amigos y familiares? ¿Tuvieron un compromiso largo o corto? ¿Soñaban juntos con una casa, una familia?
¿Cómo vivieron lo más sagrado?
Cuéntales a tus hijos todo sobre el gran día. Dios al ser autor del amor es quien aporta originalidad a nuestras historias. Queremos amores verdaderos y eternos. Cuando nuestros hijos entienden cuán amados son, no buscarán romances mediocres. Cuando dejamos que Dios escriba con nosotros, las posibilidades para amar son infinitas y los caminos posibles.
¿Estuvieron sus amigos y familiares? ¿Por qué pensaron que el matrimonio era la mejor elección? ¿Cuáles fueron sus votos y las promesas que se hicieron el uno al otro? ¿Hubo un momento emocionante? ¿Qué cambios positivos les aportó a sus vidas esa decisión?
Leer y compartir la historia de amor
Se puede elegir un hermoso diario o un cuaderno simple para ponerlo en un lugar especial de la casa. Tener un libro físico permite colocarlo en un lugar accesible, pero también se puede utilizar un diario en línea a través de un blog o una aplicación e incluir fotos para que acompañen el escrito.
Una de las mejores cosas que los padres pueden hacer por sus hijos es amarse. Saber que sus padres se aman o se han amado, puede marcar una diferencia en sus vidas. Por eso, compartirla con ellos según su edad y etapa en la que se encuentren, siempre será un relato que les acerque a esa realidad que, aunque imperfecta, tiene mucho valor.
Las oportunidades para compartirla serán muchas. Podría ser al celebrarse una fiesta de aniversario o durante las vacaciones, una cena o una velada acogedora en donde sea un momento agradable para volver a revivir partes de la historia: las divertidas, las desafiantes o las más tiernas. Lo importante es que no se trata de una historia más, sino que es la nuestra.
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