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Rezar entre llantos, pañales y fichas de Lego®

CHILD
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Mar Dorrio - publicado el 06/03/21
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Confesiones de una madre que lleva años tratando a Dios con niños de por medio

¿Has ido a Misa y tu bebé se ha puesto a llorar? ¿Has intentado rezar en el rato previsto para ello, pero las peleas de los pequeños han conseguido que sólo seas capaz de sentirte identificada con un personaje del Evangelio...? Sí, con Herodes. ¿Has rezado 20 avemarías en un mismo misterio del Rosario de tantas veces que perdiste la cuenta? Si es así, creo que este artículo te puede interesar.

Y es que ir a Misa, intentar rezar, acudir a alguno de los medios de formación o a los grupos de oración habituales con uno, dos o más niños puede hacerte llegar a dar por válidas las sensaciones que te provoca el estrés, y a creer que los siguientes espejismos son ciertos:

- No voy a acudir a Misa porque no me voy a enterar de nada.
- Soy una molestia para los demás (siento mucho darte la triste noticia de que todavía no se han inventado los chalecos anti-miradas-inquisidoras).

La respuesta de un sacerdote

Pero, para que te animes y tengas una perspectiva diferente, quiero contarte lo que un sacerdote le dijo a una madre de familia numerosa sobre este asunto.

San Josemaría Escrivá recibió la siguiente pregunta de una supernumeraria del Opus Dei: ¿Cómo se puede rezar cuando los niños lloran y gritan?

San Josemaría le respondió que, para el Cielo, el llanto de los niños suena como la música de órgano que se toca en una catedral. Así que, “voilà”, intenta transformar en tu cabeza los gritos, las peleas y los berrinches en acordes de órgano, porque así es como llega al Cielo el ruido de tu sala de estar durante los tiempos en que procuras ejercitar tu alma (aprovecho, Señor, para pedirte que ese ruido le suene también a música de órgano… a mi vecino de abajo).

Y, con esta nueva paz de saber que el grito “¡Mamá, Álvaro me está chinchando!” suena a do mayor en el Cielo, enfréntate al propósito que tenías programado de rezar 10 ó 20 minutos.

Rezar entre pañales y fichas de lego

Y rézalos aunque, en esos minutos, el órgano suene en todo su esplendor, aunque tengas que cambiar pañales, aunque tengas que desviar la trayectoria de balones de fútbol, aunque tengas que recoger más de 300 fichas de Lego, o aunque estés intentando que tu bebé se acostumbre a la papa de frutas.

PLAYING
Shutterstock | Tomsickova Tatyana
¿Será posible rezar entre niños y juguetes? Sí, lo es.

Ya vendrán tiempos mejores, en los que podrás rezar con calma, sin más distracciones que las que te ofrezca tu propia cabeza. Pero creo firmemente, y probablemente tú también, que estos ratos de oración entre biberones, pañales y balones son los que más sonrisas desatan en el Cielo.

En mi caso, fueron muchos los años de acudir a misa con uno, dos o tres bebés. Durante la última fase, antes de que mi pequeña fuese al colegio toda la mañana, yo estaba muy contenta pensando que por fin podía ir a misa sin estar moviendo la sillita, sin estar recogiendo los juguetes que lanzaban mis bebés al suelo 500 veces...

Un sacrificio que se une a la misa

Pero, en un instante, me di cuenta de que en ninguna de las futuras misas podría añadir en la Consagración el sabor de ese esfuerzo, de ese sacrificio; un sabor que, unido a la música del órgano, es muy querido en el Cielo. Y también me di cuenta de que, por mucho que molestara al resto de los mortales, el Señor echaría de menos el beso que la mano regordeta de mi pequeñaja le mandaba por el aire.

CHURCH
Rawpixel.com | Shutterstock
Confía en que esta etapa de tu vida tiene un valor único a los ojos de Dios.

Así que, desde aquí, quiero animarte a mantener las metas que querías alcanzar en este terreno: misa, ratos de oración, lecturas espirituales, rosario, etc. Sabiendo que habrá días en los que, con no pegar unos cuantos gritos durante ese rato, ya estarás dando gloria a Dios.

En misa, con sentido común, superarás cualquier berrinche o situación pintoresca y, con toda la paz del mundo, o mejor, con toda la paz del Cielo, sacarás al niño de la iglesia, lo calmarás y volverás a entrar con él.

Y, con respecto al tan necesario chaleco anti-miradas-inquisitorias, todavía no he encontrado nada en internet, pero sonreír a esas “santas mujeres” con humildad y buena cara sacará, sin lugar a dudas, a muchas almas del purgatorio bajo los acordes del órgano.

¿Has ido a Misa y tu bebé se ha puesto a llorar? Ni tan mal...

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