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Cómo celebrar en casa el Lunes Santo

CANDLE,LIGHT
Aleteia Team - publicado el 28/03/21
Guía a la Palabra de Dios para quienes no podrán participar en la misa de este lunes de Semana Santa o para quienes quieran prepararse espiritualmente para esa celebración eucarística.

Esta celebración de la Palabra de Dios en casa se dirige a quienes no puedan participar en la misa del lunes de la Semana Santa en su parroquia a causa de la pandemia o de otros impedimentos.
Asimismo, esta celebración puede convertirse en una excelente preparación familiar para la misa en la parroquia.

Guía para la celebración


    LUNES SANTO

    Celebración de la Palabra

    «El Señor es mi luz y mi salvación,
    ¿a quién voy a tenerle miedo?»


    Nos sentamos.
    El guía de la celebración, toma la palabra:

    Hermanos y hermanas
    en este primer día de la Semana Santa,
    pongamos nuestra mirada en Cristo Jesús,
    para entrar con Él en su pasión.

    Se acercan los días en los que Jesús, nuestro Salvador,
    sufrió por nosotros  y resucitó en la gloria.
    En las tinieblas en las que estamos sumidos,
    Él es nuestra luz y Salvación.

    Pausa

    Conscientes de nuestros límites y debilidades,
    así como del mal que causan nuestros pecados,
    queremos expresar nuestra confianza
    en la pasión del Hijo amado, y darle gracias
    por habernos dado la prueba de amor más grande.

    Señor Jesús, aunque las circunstancias nos impiden
    perpetuar la ofrenda de tu vida
    a través de la celebración de la Eucaristía,
    tú nos pides actualizarla, ahora más que nunca,
    amándonos los unos a los otros,
    como tú nos has amado.

    Después de cinco minutos de silencio,
    todos se ponen de pie
    y hacen la señal de la cruz, diciendo:

    En el nombre del Padre,
    del Hijo y del Espíritu Santo.
    Amén.

    El guía de la celebración sigue diciendo: 

    Para celebrar dignamente la Palabra de Dios, 
    reconozcamos con humildad nuestros pecados.

    Sigue el rito penitencial:

    R/ Señor, ten misericordia de nosotros.
    Porque hemos pecado contra ti.

    R/ Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    Y danos tu salvación.

    R/ Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
    perdone nuestros pecados,
    y nos lleve a la vida eterna.
    Amén.

    Se pronuncia o canta:

    R/ Señor, ten piedad.
    Señor, ten piedad.

    R/ Cristo, ten piedad.
    Cristo, ten piedad.

    R/ Señor, ten piedad.
    Señor, ten piedad.

    ORACIÓN


    Quien guía la celebración dice:

    Te rogamos, Dios todopoderoso,
    que quienes desfallecemos a causa de nuestra debilidad,
    nos recuperemos gracias a la pasión de tu Unigénito.
    Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
    y es Dios por los siglos de los siglos.

    Amén.

    El encargado de la primera lectura permanece de pie,
    mientras los demás se sientan.

    PRIMERA LECTURA

    Palabra de Dios.
    Te alabamos, Señor.

    El encargado de leer el salmo se levanta,
    mientras los demás permanecen sentados. 


    SALMO 26 (1, 2, 3, 13-14)


    EVANGELIO

    Todos se ponen de pie.
    Se eleva la aclamación antes del Evangelio.

    R/ Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
    Señor Jesús, rey nuestro,
    solo tú has tenido compasión de nuestras faltas.
    R/ Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

    El lector encargado del Evangelio lo leerá con lentitud y sobriedad.

    El Evangelio termina sin aclamación.
    Todos se sientan. El guía repite lentamente,
    como si se tratara de un eco lejano:

    "El Señor es mi luz y mi salvación,
    ¿a quién voy a tenerle miedo?
    El Señor es la defensa de mi vida,
    ¿quién podrá hacerme temblar?"

    Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.
    Al final, todos se levantan. El que guía la celeración introduce el Padrenuestro.

    Fieles a la recomendación del Salvador
    y, siguiendo su divina enseñanza,
    nos atrevemos a decir:

    Se reza o canta el Padre Nuestro:

    Padre nuestro,
    que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre;
    venga a nosotros tu reino;
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día;
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en la tentación,
    y líbranos del mal.

    E inmediatamente todos proclaman:

    Tuyo es el reino,
    tuyo el poder y la gloria,
    por siempre, Señor.

    El guía sigue diciendo:

    Acabamos de unir nuestra voz
    a la del Señor Jesús para orar al Padre.
    Somos hijos en el Hijo.
    En la caridad que nos une los unos a los otros,
    renovados por la Palabra de Dios,
    podemos intercambiar un gesto de paz,
    signo de la comunión
    que recibimos del Señor.

    Todos intercambian un gesto de paz.
    Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
    Nos sentamos.


    COMUNIÓN ESPIRITUAL

    El guía dice:

    Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
    el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
    llamada también “comunión de deseo”.

    La Iglesia nos recuerda que
    “se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
    unido a una fe viva que obra por la caridad,
    y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.

    El valor de nuestra comunión espiritual
    depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
    como fuente de vida, de amor y de unidad,
    así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.

    Con esta disposición de ánimo, les invito ahora a inclinar la frente,
    a cerrar los ojos y vivir un momento de recogimiento.

    Silencio

    En lo más profundo de nuestro corazón,
    dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
    en la comunión sacramental,
    y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
    amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.

    Permanecemos cinco minutos en silencio
    en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
    Podemos cantar un cántico de acción de gracias.
    A continuación, nos ponemos de pie.
    El guía pronuncia esta oración.

    Visita, Señor, a tu pueblo
    y protege con tu constante amor
    a quienes has santificado por estos misterios,
    para que recibamos de tu misericordia
    y conservemos con tu protección
    los auxilios para nuestra salvación eterna.
    Por Jesucristo, nuestro Señor.
    Amén.

    Por intercesión de san N. [patrón de la parroquia],
    de todos los santos y santas de Dios,
    que el Señor de la perseverancia y la fortaleza
    nos ayude a vivir el espíritu de
    sacrificio, compasión y amor de Cristo Jesús.

    De este modo, en comunión con el Espíritu Santo,
    daremos gloria a Dios,
    Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
    por los siglos de los siglos.
    Amén.

    BENDICIÓN


    Todos juntos mirando hacia la cruz,
    piden la bendición del Señor:

    El Señor nos bendiga y proteja,
    ilumine su rostro sobre nosotros
    y nos conceda su favor.
    Amén.

    Todos hacen la señal de la cruz.
    Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
    Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.


    Para seguir santificando el Lunes Santo es posible renovar la venerable tradición de las vísperas, celebrando al final de la tarde el oficio de la Liturgia de las Horas o la Oración de la Tarde

    Asimismo, usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página web de Magnificat. 

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