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¿Existe la oración conyugal?

COUPLE QUI PRIE AU DESSUS D'UNE BIBLE
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Pilar Velilla Flores - publicado el 12/04/21
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Una propuesta para matrimonios de Proyecto Amor Conyugal. Con ella, dispones de herramientas para rezar a Dios en pareja

Reservar unos minutos al día para rezar en pareja es lo que plantea este método que está ayudando en la vida espiritual de tantos casados.

Por continuar con este ciclo de artículos dedicados especialmente a Proyecto Amor Conyugal, os recuerdo que hace meses os escribí sobre el matrimonio fundador y, en otro artículo, os hice un avance de lo que son los retiros de fin de semana de este itinerario revolucionario. En este tercer escrito quiero hablaros de la oración conyugal, que es la práctica de piedad clave del proyecto para que muchas parejas permanezcan unidas y crezca su amor por el Señor.

Mucho se está hablando estos últimos meses de la fatiga pandémica, ese agotamiento fruto de una situación de incertidumbre, cambios, miedo, etc. Y al parecer, algún tipo de meditación resulta beneficiosa para esta dolencia. Sea como fuere lo que está claro es que meditar, que en este caso es elevar nuestras súplicas a Dios, ayuda a los matrimonios a imitar a Cristo y a quererse más y mejor.

Acabamos de celebrar la Pascua de Resurrección y recordábamos en el Evangelio ese momento en que el Maestro sale al encuentro de los discípulos de Emaús, que no le reconocen. Ellos van conversando desanimados por el camino acerca de lo que han vivido esos días con la Pasión y Muerte de Nuestro Señor. Pero no es hasta que parte el pan que no abren los ojos y se dan cuenta que han estado charlando con el mismísimo Jesús.

De esta forma nos encuentra Dios cuando oramos juntos, marido y mujer. Nos hallamos de dos en dos, y quizás por el día a día estamos algo desanimados también. Pero Cristo se hace presente en medio de los dos cuando le invocamos. Y nos ayuda a dar ese enfoque a la vida dándonos la fuerza necesaria para volver a nuestras vidas con más ánimo. Ya nos lo dijo Él con estas palabras, en Mateo 18:20: “donde estén más de dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.

De buenas a primeras, la oración conyugal no es algo fácil de ejecutar. Siempre se encuentra algo más atractivo que hacer antes que ponerse a rezar. Además, el factor cansancio que suele acuciar al final del día juega malas pasadas. Y en este caso, siendo dos, es muy típico que si no es uno el otro esté más fatigado de la jornada, poniendo nuevamente más dificultad a esta práctica de fe.

Según mi corta experiencia, os diría que lo primero que hay que hacer es compaginar los horarios de los dos y ver en qué momento os cuadra más. Puede ser por la mañana temprano, antes de que se despierte el resto de la familia o bien por la tarde-noche cuando ambos habéis llegado de trabajar y ya reina un poco de paz en casa.

Y para que el agotamiento no entre en juego hay que agendarlo. Es decir, poner hora a ese rato de oración y que sea inamovible, prevaleciendo antes que dormir un poco más o ver un rato de televisión.

Un truco que ha resultado crucial en nuestro caso ha sido el de tener todo preparado para el momento de ponerse a rezar, que hemos llamado kit de oración conyugal. Te aconsejo preparar: el Evangelio (marcado en el día que toca), una imagen de Nuestra Señora y una cruz; y que estos tres objetos residan en una estantería del salón o en algún lugar. De esta forma, cuando sea la hora no tendréis que perder el tiempo buscando cosas. Esta acción que quizás pueda parecerte una tontería es importante pues de forma inconsciente el cuerpo (y el alma) se va preparando para esa cita con el Señor.

He de deciros que, viviendo en el siglo del desarrollo tecnológico, el equipo de Proyecto Amor Conyugal nos lo han puesto más sencillo si cabe. Si nos suscribimos a su “newsletter” desde su página web tienes la oportunidad de recibir diariamente el Evangelio del día con un comentario adaptado a la vida matrimonial.

Para empezar una oración conyugal, como toda invocación al Padre, lo principal es ponerse en presencia de Dios, imitando a cuando Adán y Eva paseaban con Dios al atardecer o a cuando los discípulos conversaban con Jesús. Imaginar que está físicamente junto a nosotros es de una gran ayuda.

También se pedirá a la tercera persona de la Santísima Trinidad, el Espíritu Santo: luz, docilidad y humildad para acoger la verdad. Existen muchas oraciones dedicadas especialmente a Él. Basta con buscar en internet o tener la que más os guste impresa o a mano.

Después de apelar a su ayuda, se lee en voz alta lo que se quiera hablar con Dios. Puede ser el Evangelio del día, una catequesis de San Juan Pablo II, una situación personal… Lo que sea que sirva para entablar un diálogo posterior con el Señor.

Seguidamente, es hora de hablar individualmente en el corazón con Dios: meditar silenciosamente lo que hemos leído.

A continuación, pasados unos minutos, uno de los cónyuges empieza a hablar en voz alta con Dios mientras el esposo/a escucha en silencio. Se puede iniciar la conversación dando gracias por las luces dadas, perdón por las faltas cometidas y pido Su gracia para acoger lo que quiera cambiar en mi corazón. Después es el turno del otro cónyuge. De esta forma se está poniendo en práctica aquello de que el Señor hablaba en voz alta con el Padre.

Al terminar, los esposos inician una plática entre ellos, confrontándolos con la realidad de su vida, expresando deseos y propuestas constructivas, agradecimientos y alabanzas a Dios.

En el caso de haber pedido perdón a Dios por ofensas hechas a mi esposo/a, es el momento de pedirle humildemente perdón cara a cara, ahora que soy consciente de haberlo/a herido.

Aunque se trata de un rezo libre sí que es aconsejable, sobre todo para el momento de conversación entre los esposos, que se sigan estas pautas:

    La oración conyugal tiene una gran ventaja frente a cuando uno intenta rezar solo. Cuando queremos hacer oración en solitario y el cansancio nos vence no tenemos a nadie que tire de nosotros, a nivel humano. Sin embargo, en el caso de la oración matrimonial, cuando uno de los dos está más fatigado, tiene al otro para animarle.

    Si cada matrimonio que hiciera oración conyugal pusiera después en práctica todas las luces recibidas, ¿os imagináis la revolución? Matrimonios sólidos haciendo la voluntad de Dios.

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