Esta increíble historia tiene que ver con uno de los santos más venerados en la antigüedad y que fue el tercer sucesor de Pedro, san Clemente Romano.
Antes de contar esta extraordinaria leyenda, primero tenemos que conocer cómo murió san Clemente porque la historia tiene una estrecha conexión con su martirio.
San Clemente Romano
Documentos del siglo IV narran que el papa Clemente I, fue condenado por el emperador Trajano (98-117) al exilio en Crimea y al trabajo forzoso en las minas.
Sin embargo nunca descuidó su actividad evangelizadora, que ponía en práctica en la misma prisión, convirtiendo a sus compañeros presos y a los soldados.
Esto hizo encolerizar a Trajano, que ordenó inmediatamente que lo arrojaran al Mar de Azov con un ancla atada al cuello
Tiempo después el mar se retiró dos millas revelando la tumba del santo que había sido construida por los ángeles, los fieles recuperaron sus restos y le dieron una cristiana sepultura.
Alrededor del año 868, san Cirilo, que se encontraba en Crimea para evangelizar a los pueblos eslavos, encontró huesos y un ancla en un túmulo funerario, se creyó de inmediato que eran las reliquias de Clemente y fueron transportados a Roma.
Hoy las reliquias se encontrarían en la basílica dedicada a san Clemente en el monte Celio.
Dos relatos asombrosos
Y aquí vienen dos relatos asombrosos relacionados a su martirio: el Mar de Azov, continuo a retirarse casi dos millas una vez al año, mostrando de nuevo la tumba de san Clemente.
Muchos fieles acudían a ver este evento milagroso, entre ellos una vez se acercó una madre con su hijo que antes un descuido el niño cayó al mar y fue tragado por este, desapareciendo a la vista de todos.
La leyenda cuenta que al año siguiente la madre volvió al lugar, el mar se retiró como todos los años y en la tumba visible a todos se encontraba su niño con vida.
En la antigua basílica de san Clemente en Roma, podemos ver el milagro del Mar de Azov, en un antiguo fresco.