"Lo siento, me he equivocado". Son muchos los padres que muestran cierto recelo a la hora de disculparse delante de sus hijos. Pues lo confunden con un signo de debilidad o falta de autoridad.
Pero, ¿qué aprende un niño cuando le pedimos disculpas?
Pedir perdón es predicar con el ejemplo ante nuestros hijos. Es reconocer con humildad y franqueza que todos cometemos errores, pero que siempre existe la posibilidad de detectar nuestras faltas y arrepentirnos de corazón de ellas.
Por tanto, pedir perdón, lejos de mostrar fragilidad es una perfecta ocasión para transmitir una gran enseñanza.
Decir, "lo siento, ¿me perdonas?" es un acto de sensatez. Pero ¿por qué es tan difícil para los niños y a veces no tan niños pedir perdón?
Ya lo decía el Papa Francisco "el Señor no se cansa de perdonar; somos nosotros, por desgracia, quienes nos cansamos de pedir perdón. El cansancio de pedir perdón es una enfermedad fea".
Hay muchas razones por las que más de una vez tal vez tendremos que pedir perdón a nuestros hijos (cuando nos olvidamos de algo que les hacía mucha ilusión o les habíamos prometido; cuando sin darnos cuenta les ofendemos por algo, aunque para nosotros tal vez parezca insignificante; cuando perdemos los nervios; cuando no hemos estado suficientemente atentos a uno de sus problemas…).
Jesús, a través del Padre Nuestro, nos enseña: "perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". ¡Qué importante es que aprendamos mucho sobre el perdón desde pequeños! Porque tan significativo como pedir perdón es el saber perdonar.
Y, ¿como padres cuál es la mejor forma de pedir perdón a nuestros hijos?
Ser padres requiere transmitir cierta autoridad pero, no por ello, debemos de sembrar una gran distancia con nuestros hijos. Es importante aprender a reconocer los errores por ambas partes para así poder ayudarnos mutuamente y sentir que somos un equipo, una familia.
Por otro lado, es importante pedir perdón con cierta inmediatez y explicando las razones objetivas por las que nos disculpamos.
Ahora bien, hay que evitar cargar las culpas de nuestra acción sobre nuestros hijos. Pues, a pesar de que nos hayan sacado de quicio o hayamos cometido un error por casuísticas diversas, en última instancia, hemos obrado de esa manera, haciendo uso de nuestra propia libertad.
Simplemente hemos de reconocer que nos hemos equivocado y pedir perdón por ello. De este modo, en el fondo también admitimos que no somos infalibles.
Esto ayudará a que nuestros hijos aprendan a saborear la misericordia de Dios. Pues lo que realmente nos dignifica es saber arrepentirnos, pedir perdón e intentar subsanar el daño cometido.
Dios, a través de su misericordia, hace que el bien pueda vencer al pecado. Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. A fuerza de pedir perdón de una forma consciente, lo que pensamos y sentimos se va haciendo verdad en nuestro modo de actuar. Pues todo arrepentimiento bien hecho implica el intentar subsanar el fallo cometido y evitar que se vuelva a producir. Lo que implica un cambio en nuestra persona.
Pedir perdón a tu hijo te hace coherente, te ennoblece y fomenta la autoestima de los niños. Pues les hace ver que sus sentimientos tienen importancia.
Pero lo más importante es que, si pedimos perdón, estaremos enseñando una conducta a nuestros hijos que habla de redención y de abandono del resentimiento. Nuestro modelo les servirá para pedir perdón y perdonar a quien lo necesite, ya que no hay cosa más extraordinaria que ahogar el mal en abundancia de bien.