Paradójicamente, después de la Ascensión, el Señor Jesús está más cerca de nosotros porque no se limita a un solo lugar.
Está presente en todas las iglesias en el Sagrario, en la Eucaristía que recibimos, en la Palabra de Dios, y nos da el Espíritu Santo.
Nos acompaña constantemente, como nos aseguró en las últimas palabras que pronunció antes de su ascensión.
Estando con ellos a la mesa, les mandó: “No se alejen de Jerusalén” (Hechos 1,4). Literalmente el texto griego dice:
Esto es una alusión al pacto de la sal del Antiguo Testamento y de la cultura de Oriente Medio.
Las personas que consumían la sal juntas estaban declarando su lealtad y su camino común.
El papa Francisco les dijo a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud de 2016 en Cracovia:
Y yo, ¿ya me he levantado del sofá y me he puesto las zapatillas deportivas?
Prediquen el Evangelio a toda creatura (Marcos 16, 15)
Una vez san Francisco de Asís y sus hermanos salieron a predicar el Evangelio. Recorrieron toda una ciudad sin proclamar una sola palabra.
Cuando un hermano le preguntó cuándo finalmente iban a predicar, san Francisco le respondió que ya lo habían hecho. “¡Predicad siempre el Evangelio, y si es necesario, también con palabras!”, decía.
Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes (Marcos 16, 20) .
No hay límite para la predicación del Evangelio. Se proclama en todas partes y a toda criatura. En todas partes significa también en el lugar de trabajo, entre amigos, en la familia.
Y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacían (Marcos 16. 20)
Jesús es fiel a la alianza de la sal. Él está con nosotros en todo momento y trabaja con nosotros.
También hoy nos da señales de su ayuda. Sólo tenemos que estar abiertos para verlas y agradecer al Señor Jesús.
En la cima del Monte de los Olivos, donde tuvo lugar la Ascensión de Jesús, hay una pequeña capilla octogonal que data de la época de las Cruzadas.
Tras la derrota de los cruzados en Tierra Santa, en 1198, la capilla pasó a manos de los musulmanes, y así permanece hoy.
La transformaron en mezquita y le añadieron una cúpula.
Según la tradición, cuando Jesús ascendió al cielo, tocó el suelo y la marca de su pie quedó en la roca. El lugar es un signo visible de una realidad intocable.
La piedra del interior de la capilla nos recuerda que Jesús está, paradójicamente, más cerca de nosotros de lo que creemos. Nos acompaña en la tierra, aunque haya subido al cielo.