Con ser poca la longitud de la frontera, es mucha la diferencia y enorme la distancia entre los dos pueblos. En República Dominicana consideran a Haití no como un vecino, sino un peligro.
Desde enero de 2010, cuando un terremoto dejó a Haití en ruinas, la tensión entre ambos países no ha cedido. Miles de haitianos han cruzado la frontera y ahora sobreviven en República Dominicana, sin documentos.
Pero, con ser aterrador el resultado de aquel temblor (316.000 muertos, 1.5 millones de personas sin hogar, 60 por ciento de la infraestructura médica en ruinas), otros graves problemas alimentan la migración, especialmente la corrupción política.
Tal como sucede en otros países de América Latina, desde 2019 se ha venido construyendo, de manera sigilosa, sin anuncios ni aspavientos, una valla en tramos fronterizos esenciales para detener a los haitianos que, muchas veces llevados por traficantes, intentan ingresar a República Dominicana.
República Dominicana ha construido ya 23 kilómetros de vallas para frenar la inmigración ilegal de haitianos. La barrera tiene cuatro metros de altura, espiral de alambre de cuchillas, y muy pronto podría estar acompañada de innovaciones tecnológicas avanzadas.
La valla está concebida no sólo para disminuir la migración, sino que pretende –según oficiales del ejército dominicano-- frenar el contrabando, el tráfico de armas y de drogas, así como el robo de vehículos y de ganado.
Si bien hasta ahora se ha construido el muro en lugares estratégicos, como en el paso oficial entre ambos países, Elías Piña, se perfila la construcción de una valla a lo largo de toda la frontera, acompañada de sistemas tecnológicos, como cámaras de reconocimiento facial, sensores de movimiento e infrarrojos.
Haití es el segundo socio comercial de República Dominicana, pero esta relación se ve enturbiada por la migración ilegal, del lado haitiano, y por el racismo extendido entre amplias capas de población dominicana.
De hecho, una de las promesas más firmes del presidente de República Dominicana, Luis Abinader, durante su último discurso ante el Congreso Nacional, fue la construcción de una valla a lo largo de toda la frontera entre ambos países.
Jesula Blanc, coordinadora de la Mesa de Diálogo Transfronterizo entre Haití y República Dominicana sugiere que el muro pone “más conflicto” que soluciones negociadas. "Lo que podemos constatar es que quieren poner los pueblos más de espaldas", dijo Blanc a la agencia EFE.
Y resuenan aquí las palabras del Papa Francisco: los cristianos no construyen muros, sino puentes. República Dominicana posee, por cierto, el privilegio de tener en Santo Domingo la sede del arzobispado primado de América.