Rezar con los salmos es una guía semanal que te ofrecemos para meditar sobre la Palabra de Dios. Hoy te presentamos el Salmo 68 (67).
Este salmo celebra la fidelidad de Dios para vencer a los enemigos de Israel. De esta manera, queda claro que ningún oponente puede enfrentarse ya a Yavhé, que es el único Dios por encima de todo y de todos.
El pueblo de Dios necesitaba de su Creador para enfrentar las tremendas dificultades que se ponían a su paso.
Sin embargo, Dios no da la victoria porque el pueblo fuera fiel, en varias ocasiones -este demostró desobediencia y rebeldía-, sino porque Dios es fiel y misericordioso, aun cuando no se es con Él.
Yavhé es un Dios generoso y bueno y demuestra su amor y su lealtad con la victoria de los enemigos de su pueblo. Se muestra compasivo y preocupado por los desvalidos y necesitados.
Este Dios de Israel, de la historia de la humanidad, es el mismo al que le suplicamos clemencia.
Es el Padre amoroso que hemos conocido a través de nuestra corta historia personal. Quien, a pesar de nuestras infidelidades y fallos, sigue estando pendiente de nosotros y cada uno. Sigue, paciente, mostrando su bondadoso rostro en cada circunstancia.
Eso regocija el corazón, eso invita al penitente a, una vez más, reconocer los límites propios y enmendar los errores cometidos hacia Él y a hacia los demás.
Por eso se ha de cantar con júbilo siempre y en todo lugar: ¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
Sabemos que hemos sido salvados por Él, y sabemos también que en Él, nada puede faltar, no importa cuán turbados, tristes o desorientados estemos.
Sabemos que quien lo ha creado todo, jamás dejará de defendernos frente al mal e, incluso, frente a nosotros mismos.
Texto bíblico: Libreria Editrice Vaticana