Convertirse en madre cambia tu mundo. ¿Cómo puedes evitar que este nuevo mundo llene todo el paisaje de tu vida?
Hace más de 80 años, una educadora católica llamada Madeleine Daniélou escribió (en Vivre selon l'esprit en Visage de la famille, 1940) sobre el peligro de dejarse devorar en cuerpo y alma por preocupaciones materiales, preocupaciones educativas y ritmos familiares.
Su análisis es liberador: en lugar de incriminar a los hombres por no asumir su parte de las tareas del hogar y alentarlos a transferir esta carga sobre sus hombros, toma el tema en una dirección diferente.
Considera esta situación no como una carga, sino como una responsabilidad: ¿Cómo podemos asegurarnos de que la responsabilidad inherente a la maternidad no se convierta en un peso, una carga insoportable, una fuente de resentimiento sin fin?
¿Cómo podemos saber delegar y dejar ir ciertas cosas, mientras abrazamos lo que realmente importa? ¿Cómo podemos asegurarnos de que esta responsabilidad se viva como una misión gratuita y gratificante? ¡Estos consejos pueden ayudar!
1Tómate un tiempo en silencio para ordenar las cosas
En una vida sin lugar ni tiempo para el silencio, es imposible apartarse de la secuencia de eventos del día. Es imposible priorizar lo importante (el niño que llora por la noche) sobre lo menos importante (los menús de la cafetería de la escuela). Sobre todo, es imposible sopesar y apreciar lo que realmente nos importa.
Sólo el silencio externo e interno nos permite ordenar las cosas, y así convertir la sensación difusa de agobio en conciencia de responsabilidad. Y esto es de gran importancia: se delegan cargas, mientras que se asumen responsabilidades.
Una vez más, sólo el silencio, sólo este tiempo alejado de la acción, nos da acceso a este discernimiento que nos permite delegar lo que se puede y debe delegar.
De hecho, ¿cuántas mujeres se quejan de que no las ayudan, mientras se aferran a lo que creen que hacen mejor que sus maridos? En definitiva, solo el silencio nos permite escuchar las soluciones y los consejos que nos brindan nuestra inteligencia, nuestra memoria y nuestro corazón.
2Alimento intelectual
Todas las mujeres saben qué tipo de inteligencia situacional se requiere para el cuidado y la educación de los niños. Existe una gran tentación de concentrar los intereses de uno solo en los temas que nos ayudarán a mejorar nuestra crianza. Madeleine Daniélou saca a la luz la necesidad de una vida intelectual y cultural propia.
Esta intuición, que parece obvia, es hoy crucial. ¿Por qué? Porque la doble vida de muchas mujeres, el trabajo y la familia, está completamente centrada en el servicio.
Un día en un trabajo, por emocionante y enriquecedor que sea, está definido por naturaleza por los intereses de los demás: clientes, pacientes, estudiantes … Se duplica con un "segundo día" al servicio de la familia.
Sin embargo, es una ilusión creer que la jornada laboral es un sustituto de la renovación interior. Una mujer que pasa el día completando pedidos o llamando a proveedores, una que ha examinado pacientes y recetado recetas, habrá utilizado sus habilidades y adquirido otras nuevas. Sin embargo, no es en esta actividad donde se expande y nutre su espíritu para su propio beneficio.
Cada mujer debe ocupar en su propio horario el lugar que se merece: el primero. Cuando se respete este lugar, cuando se asegure su propio sustento espiritual, cultural, intelectual, todos los que dependen de ella encontrarán su propio lugar, que también será el mejor para ellos. Se beneficiarán de la libertad interior, la curiosidad del espíritu, la disponibilidad mental y la capacidad de comprender que ella misma habrá ganado.
3Deja que el Espíritu Santo te guíe
Por último, pero no menos importante, la vida del espíritu es una vida guiada por el Espíritu Santo. Se trata de darte la oportunidad de preguntar y escuchar.
Necesitamos escuchar en nuestro corazón a Aquel que nos guiará cuando estemos luchando con una decisión; que nos dará fuerzas cuando nos sintamos abrumados por la monotonía, la rutina o la depresión; y que nos enseñará su sabiduría cuando repasamos una y otra vez preguntas aparentemente desesperadas.
Cada vez que invocamos al Espíritu Santo, nos enviamos este mensaje benéfico: Has emprendido una misión que está tan lejos de ti que Dios quiere trabajar contigo en ella.
Esta responsabilidad no es pesada porque no estás solo: no es pesada, es elevada. Esta familia que tú y tu esposo lideran es una aventura que es más que humana.
Curas cuerpos y elevas almas, y por eso Dios mismo te confía esta aventura. Eres capaz de hacerlo con él y él te sostiene de la mano.
En conclusión, vivir así es un poderoso antídoto contra el resentimiento que podamos tener hacia la “carga mental” de la maternidad, que no es ni novedad, ni fatalidad, ni maldición.
También es un antídoto para la reducción de nuestro espacio mental, gracias a lo cual los problemas de plegado de la carriola ocuparán el lugar que les corresponde, mucho después del dolor de corazón de tu mejor amigo.