Pienso en los dones que necesito para mi vida. En los frutos que deja la presencia de Dios en mi alma. Él puede hacerlo todo nuevo en mí, puede darme su paz verdadera.
Creo que la paz y la alegría son dos dones que necesito para la vida. Para enfrentar los problemas y dificultades. Para ponerme en camino y dejar la comodidad de mi seguridad exterior.
En medio de los miedos del mundo de hoy la paz y la alegría son las armas que me concede el Espíritu Santo. Decía el padre José Kentenich:
Dios me da esa alegría que el mundo me niega tantas veces o me la concede sólo con cuentagotas.
Es un misterio tener un corazón alegre. ¿Cuáles son las fuentes de mi alegría?
Quiere Jesús que mi alegría llegue a plenitud. Sólo si esa alegría de Dios está dentro de mí podré enfrentar con paz los tiempos difíciles.
Esos momentos en los que no tengo paz porque la vida no parece darme lo que le pido. Y vivo angustiado exigiéndole lo que deseo, pidiéndole a Dios que sea bondadoso y haga realidad mis sueños. Pero no lo consigo y el corazón se enfría.
Quisiera tener la paz en el alma cada día, pase lo que pase. No depender de que todo funcione según mis deseos.
La felicidad me la da el vivir reconciliado con mi vida, con mi mundo, con mis amores, con mi realidad.
Vivir enfrentado y chocando con lo que tengo, con mi presente, me llena de rabia y malestar. Me hace incapaz de valorar los regalos que Dios me entrega. Dejo de ver lo bueno y me fijo solo en lo malo.
Que descienda el Espíritu sobre mí para que me llene de paz y alegría. Para que ilumine mi entendimiento y me permita saber lo que Dios desea de mí.
Para que me haga sabio con su consejo y humilde con su sabiduría. Que me llene de gozo y esperanza en tiempos oscuros.
Le pido a Dios que le guste ese poema que escribo, que recito con mi vida. El poema de mis pasos, de mis sueños, de mis cantos. Y se llenará mi corazón de su alegría y de su luz.
Así es el Espíritu que transforma todo mi ser y me hace nacer de nuevo. Me vuelvo niño. Ilumina mi oscuridad para que pueda ver con más claridad.
Enciende mi corazón para que no permanezca inerte en el frío. Un solo Espíritu. Una unidad que es obra de Dios en mi vida:
Cada uno tiene su carisma, su originalidad. Y todos unidos en el Espíritu Santo tenemos una fuerza que arrasa con todo.
Dios es poderoso en la fragilidad de mis manos, en la debilidad de mi voz. Me gusta ese Espíritu que todo lo transforma cuando llega, cuando inunda mi ser, cuando transforma la debilidad de mi vida.
Imploro en esta noche que el Espíritu me haga capaz de unir. Que mis palabras estén llenas de paz y no de violencia. De admiración más que de críticas.
Y mis actos expresen amor y no tanto odio o indiferencia. Que el Espíritu colme de agua mis pozos vacíos, mis cauces secos. Y me regale alas para volar sobre la cima del monte divisando el infinito.
Que el Espíritu Santo me regale fortaleza para vencer en la adversidad, en las dificultades. Me dé paciencia para caminar contra corriente sin temer las montañas. Y me regale alegría para que no me venza el desánimo ni las melancolías.
Miro a lo alto del cielo. Que su sombra caiga sobre mí y me dé la paz, llenando mi espíritu con su presencia.