«En la época en que las hermanas llegaron (1877) era un lugar de cuarentena la Isla de Flores. Todos los barcos que llegaban de Europa pasaban por el puerto de Río de Janeiro y allí estaba la fiebre amarilla. La norma sanitaria de Uruguay indicaba hacer una cuarentena en la Isla de Flores.
Los pasajeros estaban allí unos días hasta verificar que no estuvieran contagiados. Allí, junto con una desinfección de la ropa, había lugares donde se podían ir quedando, según las categorías en las cuales viajaban en el barco. Tenían que esperar para poder seguir el camino.
En ese viaje estuvieron unos días haciendo la cuarentena. Luego de la desinfección les permitieron llegar a Montevideo.
El lugar es significativo porque desde ahí escribieron a Don Bosco y Madre Mazzarello muchas cartas contándoles la travesía del barco que duró casi un mes y contándole sobre la realidad de la isla. Llegaba cada día un barco con provisiones desde Montevideo».
Con estas palabras, la hermana María Baffundo, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora en Uruguay, contó a Aleteia parte del significado de un sitio que además de generar curiosidad por sus características de algo tan en boga por estos días, las cuarentenas, se ha transformado en la puerta de entrada para estas religiosas en América.
Sabia en epidemias y cuarentenas
Se trata de la Isla de Flores. Está a poco más de 20 kilómetros de la costa de Montevideo y hasta con alguna versión histórica que indica que debe su nombre al hecho de haber sido descubierta durante la Pascua Florida. Un sitio que guarda el privilegio de ser reconocido como lugar de referencia tanto nacional como regional a la hora de frenar la expansión de enfermedades graves del Siglo XIX como la fiebre amarilla, el cólera, la viruela, peste bubónica, entre otras.
En Aleteia hemos contado su historia y puedes conocer más detalles a continuación:
«Refugio» de María Auxiliadora
La Isla de Flores guarda otro curioso secreto, más allá de todo lo que podrían haber vivido muchos inmigrantes cuando la actividad se desarrollaba en toda su plenitud. El 6 de marzo de 2012 fue posible la colocación en la isla de una imagen –de tamaño natural- de María Auxiliadora, quien desde ese lugar protege y bendice a los navegantes del Río de la Plata.
«En ese lugar está el faro que sobrevive allí. Pero allí también hay una imagen de María Auxiliadora que recuerda la presencia de las hermanas en ese lugar. Una imagen que está como con el signo de salir en camino, con el niño, con el cetro. Como esa auxiliadora que bendice y acompaña a todos», indicó la religiosa.
«Es el primer lugar que recibió a las hermanas y que les regaló esa primera experiencia de vida comunitaria y el conocimiento de la realidad de la gente que se iban encontrando en el barco. Y la presencia de María que está, que a todo el que pasa cerco o va por a algún motivo lo recibe y bendice», añadió.
La luz del faro sigue brillando en las tinieblas. Sin dudas una magnánima construcción (iluminado el 1 de enero de 1828 y de casi 20 metros de altura) que ha servido de auxilio a lo largo de las décadas a muchísimos navegantes que se animaban a lidiar con las temidas aguas del Río de la Plata (en especial el Banco Inglés).
Pero no está solo en esa misión. Pues lo hace junto a María Auxiliadora que también «ilumina» y -más que nada- bendice a América Latina desde esa isla.