A lo largo del día siempre buscamos el amparo de la Virgen, ante las circunstancias más o menos adversas que nos encontramos en el camino.
¿Quién no exclama “¡madre mía!” varias veces al día? Utilizamos esta frase frecuentemente, ya sea para mostrar sorpresa o disgusto, porque es una expresión, podríamos llamar, multifuncional: recalca tanto lo positivo como lo negativo.
Es tan común su uso que hasta en la gramática de la Real Academia Española (RAE) https://www.rae.es/obras-academicas/gramatica, se incluye “¡madre mía!” entre las frases exclamativas fosilizadas a modo de interjección y que invocan a Dios, a Jesucristo, a la Virgen o a los santos. También reconoce otras expresiones como “ave María”, “ave María Purísima”, “cielo santo” o “cielos”.
Todas estas expresiones que pronunciamos de manera natural y espontánea tienen su origen en nuestro fondo y sentir religioso. Además, seguramente tiene que ver la percepción tradicional de la madre como alguien que cuida más de los hijos. Y, sin duda, se refiere al amparo que siempre se ha atribuido de forma especial a la Virgen.
El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática sobre la Iglesia, hace una referencia especial al papel de la Virgen como mediadora: “Por eso, la Santísima Virgen en la Iglesia es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora” (LG, 62).
De esta forma, cada uno de los refranes, expresiones y dichos que hablan sobre la Virgen se nutren de la sabiduría popular y están asociados a la cultura y piedad de nuestra sociedad.
Pero ¿sabemos de dónde vienen estas expresiones? Vamos a resolver alguna duda.
Si eres una persona religiosa, o sueles relacionarte con alguna, seguro que has oído alguna vez “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”, usada habitualmente cuando ante un determinado problema aplicamos una solución, que no solo no lo arregla, sino que lo empeora. En definitiva, preferimos estar mal a estar peor.
Resulta que esta expresión se utiliza como parte de un chiste de un enfermo que acudía a la Virgen de Lourdes en silla de ruedas para suplicar su curación. Pero en realidad el origen está basada en los “Cuentos” de Juan de Arguijo (1617).
En esta obra se cuenta la historia de Don Diego Tello, un caballero sevillano que un desafortunado día pierde la visión de un ojo mientras manipula pólvora. Como conocía los milagros de la Virgen de la Consolación, no duda en acudir a su capilla para pedirle que obre el prodigio y que recupere la visión de su ojo malogrado.
Pero no se le ocurre otra cosa que untarse aceite de una lámpara que se encontraba en la capilla en ambos ojos, de manera que cuando los abre no ve ni por el bueno ni por el malo, a lo que inmediatamente exclama la frase de: “¡Madre de Dios, no quiero más que el que me traje!”, lo que da origen a la expresión que nos ocupa.
Otra expresión usual es la de “Ser un Viva la Virgen”: Suele decirse, despectivamente, de la persona indolente y despreocupada, del tranquilo a quien todo le da lo mismo.
Pero antiguamente tenía otro significado, ya que se nombraba así al hombre sencillo y candoroso y también a toda persona buena e inocente.
El origen de esta expresión puede encontrarse en la época en que las costas americanas eran atacadas por piratas ingleses y holandeses. Los españoles, que aún dominaban aquellas tierras, armaron a los indígenas, quienes montaban guardia en las playas y acantilados.
Cuando los corsarios ponían pie en las playas, los indios (recién bautizados) los atacaban briosamente al grito de ¡Viva la Virgen! Pero como los ataques no eran frecuentes y estos indios se pasaban los días tumbados a la bartola, se comenzó a denominarles unos “¡Viva la Virgen!” Por consiguiente, se aplicó este calificativo a los perezosos y tranquilos.
Existen refranes y dichos preciosos que hacen referencia a la confianza que debemos tener en la Virgen como intercesora ante Dios. Como sugiere el Concilio Vaticano II cuando acudimos a la ayuda maternal de María, en realidad nos situamos más cerca de Jesús, Mediador y Redentor.
“Andando, andando, que la Virgen te va ayudando”
“Fíate de la Virgen y no corras”
También invocamos a la Virgen propia de un lugar con dichos como los siguientes:
“Adiós Alcalá de Henares, con tus torres y molinos, adiós a la Virgen del Val y al Cristo de los doctrinos”
“Adiós a la Virgen de Ujué, adiós lo bueno y lo malo, que hasta los borricos llevan la gurupela de palo”
“En mayo la Virgen del Rocío lleva en el pelo una ramita de romero”
“De Madrid a Toledo hay doce leguas y en medio está la Virgen de las Candelas”
“Guadalix está en un llano y la iglesia en las afueras, la Virgen del Espinar en medio de una alameda””
“La de Atocha está en Madrid, la del Sagrario en Toledo, y la Virgen del Pilar a la orillica del Ebro”
“La Virgen de la Oliva es morenita y tiene a los cipreses junto a la ermita”
“La Virgen de la Paloma le dijo a la del Pilar: si tu eres de Zaragoza, yo madrileña inmortal”
“¡Oh, Virgen del Buen Consejo, ayuda al más pendejo !”
Como no podría ser de otra manera, los agricultores y campesinos también invocan al cielo, y en especial, a la Virgen mediante dichos y expresiones variadas. De esta forma, suplican que el tiempo les sea propicio y así mejorar sus cosechas. O simplemente hacen referencia a una advocación concreta de una determinada época del año.
“Por Santiago y Santa Ana (25 y 26 de julio) pintan las uvas, y para Nuestra Señora de Agosto ya van maduras”.
“Por la Virgen de agosto, pintan las uvas y por San Judas (28 septiembre), ya están maduras”
“Agua por la Virgen de agosto, año de buen mosto”
“Agua por la Virgen de agosto, quita aceite y agua el mosto”
“Para la Virgen de agosto, recoge la cosecha y prepara el mosto”
“De la Virgen de julio (el Carmen, 16 de julio) a la Virgen de agosto, la sardina está en sazón”
“De Virgen a Virgen recoge la manzanilla para cuando te duela la tripa” (del Carmen -16 de julio- a la Asunción -15 de agosto)
“Para la Virgen de marzo, los trigos crecen un palmo” (25 marzo, Anunciación)
“Por la Asunción, del sol la claridad hace del vino la calidad”
Igualmente, las alusiones al tiempo aparecen con frecuencia referenciadas en dichos y refranes en los que la Virgen nuevamente es la protagonista:
“Si llueve el día de la Ascensión, cuarenta días de lluvia son”
“Hasta la Ascensión, no te quites el ropón; y después, quita y pon”
“Por la Virgen de las Nieves, el calor del sol empieza a ser más leve” (5 de agosto)
“Por la Virgen de agosto, a las siete está fosco” (15 de agosto)
“Por la virgen melonera, verano fuera” (15 de agosto)
“Entre Virgen y Virgen, el calor aprieta de firme” (del 16 de julio al 15 de agosto)
“Desde la Virgen de agosto a San Miguel, nunca debiera llover” (del 15 de agosto al 29 de septiembre)
“Hacia la Virgen del Pilar, empieza el tiempo a cambiar” (12 de octubre)
“Por la Purísima Concepción, hace el frío mayor” (8 de diciembre)
“Si llueve el día de la Purísima Concepción, llueve en Carnaval, Semana Santa y Resurrección” (8 de diciembre)
“Por la Virgen de Guadalupe, la tierra empapada el agua escupe” (12 de diciembre)
Especialmente el día de la Virgen de la Candelaria (2 de febrero) es rico y fecundo en expresiones que hacen referencia al tiempo venidero: en función del tiempo que haga ese día, se puede predecir lo que ocurrirá en los días siguientes.
"Cuando la Candelaria llora, el invierno está fuera; cuando ni llora ni hace viento, el invierno está dentro; tanto si llora como si deja de llorar, la mitad del invierno aún está por pasar"
"En la Candelaria, el invierno queda atrás; pero si no ha nevado y quiere nevar, el invierno aún tiene que empezar".
“Si la Candelaria llora, el invierno está fuera; si no llora, ni dentro ni fuera”
Antaño, se llevaban velas en la procesión de la Candelaria y se creía que si la llama no se apagaba era señal de que iba a ser un buen año. El dicho era así:
"Buen año nos espera, si por la Candelaria el viento no apaga la luminaria".
En fin, resulta natural rezar a Nuestra Señora, porque la sentimos muy cerca de nosotros y conoce bien nuestras necesidades. De hecho, fue el mismo Jesús quien nos la entregó para que fuera nuestra madre.
María y los santos son un camino par acceder al Padre. Por eso decimos:
“A Jesús, por María”