Hay dos maneras de cumplir con la orden de los diáconos en la Iglesia católica. Una forma es como diácono “transitorio” y la otra es como diácono “permanente”.
En ocasiones, el obispo ordena tanto a diáconos transitorios como a permanentes en la misma ceremonia, lo cual puede dificultar diferenciarlos.
Para empezar, la Conferencia episcopal católica de Estados Unidos ofrece una definición sucinta de la figura del diácono y su papel particular en la Iglesia:
El diaconado es la primera “orden” en el sacramento de las sagradas órdenes y, para los llamados al sacerdocio, es la primera orden que reciben.
Todos los hombres camino del sacerdocio deben ser ordenados primero diáconos. Es lo que se denomina diaconado “transitorio”, porque marca una transición al presbiterado.
Sin embargo, no todos los diáconos se hacen sacerdotes.
Algunos hombres están llamados por Dios a servir a la Iglesia de una forma que no implica el sacerdocio.
Este diaconato permanente es un ministerio de servicio, tanto litúrgico (principalmente a través de la predicación, actuando como ministro ordinario de la sagrada comunión y celebrando bautizos, oficiando bodas y funerales fuera de la misa), como en los múltiples servicios ministeriales de la vida parroquial y diocesana.
Los hombres casados pueden ser ordenados en el diaconato permanente.
En este caso, un diácono permanente siempre será diácono, aunque, en raras circunstancias (a menudo tras la muerte de una esposa), puede ser ordenado sacerdote si el obispo concede un permiso especial.
La vocación del diaconado permanente es un llamado especial en la Iglesia y continúa siendo una vía poderosa de gracia para esos hombres que desean servir a la Iglesia sin convertirse en sacerdotes.