¿Te has propuesto dejar de fumar? ¿Por Cuaresma? ¿A comienzos de año? ¿Durante la pandemia? Es un propósito costoso, porque el tabaco es una adicción, y para salir de la adicción uno siempre necesita ayuda.
Cierto que tiene mucho mérito dejar de fumar: hay que tener fortaleza de acero y, sobre todo, un motivo grande para no desfallecer. Por eso quienes dejan de fumar merecen ser llamados campeones.
Pero, ojo, no vaya a pasarte como al protagonista de un artículo que el escritor español José María Pemán publicó en la tercera de ABC Sevilla el 1 de marzo de 1958. Se titulaba "Promesa de no fumar". La tercera se denomina así porque va en la página 3 del periódico, y suele ser un artículo de opinión. Pemán, que destacaba por su fino humor andaluz, prefirió decir qué pensaba pero en vez de argumentar en forma opinativa optó por dejarnos un magnífico cuento.
El protagonista es el señor Arrondo, del que se dice que era funcionario de un ministerio, cumplidor y católico. Al acercarse la Cuaresma, decidió hacer la promesa de dejar de fumar.
Uno va notando en el relato que a ese hombre le cuesta comenzar a dejarlo, porque tiene sus más y sus menos con el último cigarro puro que consumirá antes de que en el reloj comience el Miércoles de Ceniza.
Su esposa observa la situación.
Llegó el momento: "Arrondo -escribe Pemán-, puntual y administrativo- arrojó en un cenicero los dos centímetros de puro que quedaban y entregó a su mujer, con gesto heroico, su encendedor y su pitillera. Dijo: 'Hasta el domingo de resurrección'".
La cosa se pone difícil desde el primer día y a Arrondo se le va agriando el carácter a cada día que pasa sin fumar. Esto, como es lógico, repercute en el trato con su esposa. Le parece que la comida en casa es mala, que el colchón de la cama no es suficientemente mullido, no soporta las películas en las que aparece alguien fumando... Se frena la vida social no solo de él sino también de su señora.
Y así van pasando los días hasta que, en un almuerzo social, a Arrondo le regalan un puro. Llega a casa, la conciencia le dice que como es un regalo puede fumarlo, y ahí se monta una discusión con su esposa que acaba en enfado mayúsculo por parte de él.
Arrondo, que tenía la tensión alta, fallece una noche de forma sorpresiva. Y se presenta ante san Pedro, el portero celestial. San Pedro le abre las puertas pero, contra lo que él imaginaba, le coloca en un lugar modesto. Se le premia por haber sido puntual y correcto en su trabajo, y nada más.
Arrondo no entiende por qué le toca un lugar tan discreto ¡si ha hecho penitencia de no fumar durante toda la Cuaresma!
Mira con afán el libro de san Pedro y ve ahí su nombre: "Arredondo". Entonces san Pedro vuelve a consultar la página y efectivamente está su apellido, pero dice "Arredondo (señora de)".
¿Cómo es posible eso? San Pedro lee a continuación los méritos de ella: "Una Cuaresma, sin fumar su marido".
Moraleja: cuando hagas propósito de no fumar, o promesa, no te olvides de vivir la caridad con los demás. Si tienes que estar tan de mal genio que estar a tu lado sea un infierno, mejor aparcas el propósito hasta que estés preparado.
No vaya a ser que, por querer dejar de fumar, hagas santos mártires a los de tu alrededor.
Ánimo.