1Café
El origen del café no es de todo claro, pero hay dos razones para agradecerle a los eclesiásticos por él. Primero, hay una leyenda bastante popular que afirma que el café es de Abisinia (África).
Un día, un pastor vio que sus cabras se comportaban de una manera muy extraña luego de comer unos pequeños frutos rojos, así que agarró varios de ellos y se los llevó a los monjes del monasterio más cercano.
Ellos los cocinaron e hicieron una bebida para ver su efecto, pero sabía tan mal, que arrojaron el resto de los frutos a la hoguera. Cuando los granos se empezaron a quemar, desprendieron un olor delicioso, así que decidieron hacer la bebida nuevamente, pero con los granos tostados.
Otra historia es que, cuando el café llegó a Europa, no fue muy bien recibido por ser “la bebida de los musulmanes”, con quienes los cristianos habían batallado por siglos. Cuando el café llegó al Vaticano, le pidieron al Papa Clemente VIII que lo prohibiera porque era una bebida satánica. Sin embargo, el Pontífice decidió probarlo primero.
Pidió una taza caliente de café y al primer sorbo dijo: “Esta bebida del demonio es tan deliciosa que deberíamos engañar al diablo bautizándola”. Y así lo hizo, permitiendo a los europeos cristianos tomarlo sin remordimiento.
2Queso Munster
Son muchos los quesos y vinos que le debemos a los monasterios. Uno de ellos es este famoso queso amarillo con corteza naranja, que fue creado por unos monjes benedictinos que migraron a la región de Alsacia en Francia; específicamente a las montañas de Vosgos (otra leyenda dice que fue un monje irlandés que le dio la receta a los campesinos de la zona). De hecho, por eso se cree que su nombre deriva de la palabra monasterio.
3Crema catalana
Es uno de los postres más famosos de España (es algo parecido a la crème brûlée para quienes no la conozcan) y se dice que fue producto de un “error” de unas monjas en la región de Cataluña.
Ellas esperaban la visita de un obispo en su convento, así que pensaron en prepararle un flan de bienvenida. Pero la receta no les salió bien, nunca les cuajó, así que para resolver y no hacer esperar al obispo, caramelizaron la superficie y se lo sirvieron así, dando origen a la también llamada crema quemada.
4Champaña
Seguramente el nombre Dom Pérignon te suena familiar, y es que es una de las mejores champañas del mundo.
¿Pero sabes quién era Dom Pierre Pérignon? Pues era un monje benedictino que se encargaba de custodiar el sótano de la abadía de Hautvilliers, donde se guardaba la producción de vino del lugar.
Allí, no se sabe si por conocimiento o azar, él dio con el método champenoise, logrando transformar el vino en champaña. Además, introdujo el uso del corcho sujetado a la botella por un cordón y aconsejó usar un vidrio más grueso para que las botellas no explotaran.
5Cerveza
Se acerca el verano y muchos van a disfrutar de una cerveza bien fría. Pues esta bebida se la debemos a los monjes trapenses del norte de Europa, quienes perfeccionaron su proceso de elaboración, primero para consumo propio y donar a los más pobres (en aquella época, la cerveza a veces tenía mejores condiciones sanitarias que el agua, y se podía hacer con menor porcentaje de alcohol), y luego la vendían como fuente de ingreso para mantener sus monasterios.
Y como si esto fuera poco, Santa Hildegarda de Bingen fue quien definió las cualidades del lúpulo que se incorporó a la cerveza en la Edad Media, haciéndola más amarga y promoviendo su consumo moderado (la de los primeros monjes era bastante dulce y eso invitaba a los excesos).