Desde niño me he sentido maravillado por la Eucaristía. Saber que el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo frente a mis ojos, es algo que me sobrepasa.
Por eso cuando me hablan de milagros suelo decir: “Ve a misa, allí verás el mayor de todos”. Y luego les sugiero:
Me gusta llegar temprano a misa para tener un rato de oración previo. Este pensamiento del Padre Pío es muy cierto:
Luego voy al sagrario y le digo a Jesús: “Llegué. Aquí estoy, por ti y para ti”.
San Francisco de Asís, un gran enamorado de Jesús Sacramentado escribió admirado:
Ayer, por algunos contratiempos llegué tarde a misa. Entré distraído y me senté en la banca distante, con los pensamiento en el problema que dejé atrás. ¿Te ha pasado alguna vez?
Haces lo imposible por ir temprano y llegas a misa cuando acaba de empezar. No quieres distraer y prácticamente corres a la banca. Pero olvidas persignarte al entrar a la iglesia y saludar a Jesús.
Jesús, ¡qué gran amigo eres!
Sabe darme grandes lecciones. Y vaya que esta fue una lección aprendida. Ya lo conozco. Él es así.
Miré hacia el sagrario para saludarlo. Tengo la costumbre de hacerle saber que llegué a la iglesia y voy a saludarlo. Cuando llego encuentro otras personas afuera orando. “Cuánto te aman Jesús”.
Te comentaba que estaba un poco distraído y sentí la necesidad de mirar hacia la banca de mi izquierda. Era como si Jesús me dijera: “Mira Claudio”.
En esa banca estaba de rodillas un anciano. Rezaba en silencio con tal fervor que no pude evitar unirme a su oración con la Eucaristía. Se notaba que amaba a Dios profundamente.
Toda la misa estuvo de rodillas mirando el altar, siguiendo la Eucaristía con tal amor, que sentí deseos de aprender de él y amar más a Dios.
Ese hombre sencillo me hizo sentir vergüenza por mi actitud desconsiderada con Jesús. Me recordaba con su devota actitud que debemos amar más la Eucaristía, y guardar respeto por la Casa de Dios.
Necesito ir a Misa. Mañana iré temprano para acompañar a Jesús antes de la eucaristía, en el sagrario.
Le pediré que me perdone y le diré que le quiero a ver si logro arrancarle una sonrisa de alegría. ¡Te quiero Jesús!