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Los mejores anabólicos: la Eucaristía, la Palabra de Dios,  la oración y el ejercicio…

FATHER CAPO
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Jesús V. Picón - publicado el 09/06/21
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Su físico es imponente, parece un “seal" o un "delta” de las fuerzas especiales de los Estados Unidos de Norte América, su musculatura es impresionante, su simpatía y carisma también impactan, su sencillez y amabilidad muestran el tamaño del músculo de su alma. El Padre Rafa Capó nos explica cuales son los beneficios del ejercicio para el alma y el cuerpo. Conoce la historia del Padre Superman. 

Padre Rafa, gracias por concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Puede decirnos su nombre completo, dónde nació, dónde pasó su infancia y donde recibió su formación sacerdotal?

Mi nombre es Rafael Capó, originario de Puerto Rico, la isla del encanto. Crecí, me formé y estudié desde la primaria a la secundaria ahí en Puerto Rico, en un colegio de los padres escolapios, y poco a poco fui descubriendo mi vocación sacerdotal.

Entré al Seminario después de muchas aventuras, después de muchas batallas, tratando de huir de la llamada. El Señor habló por medio de la Jornada Mundial de la Juventud, con Juan Pablo II, y de muchas maneras hasta que ya no pude huir de la llamada.

Entré primero a la formación religiosa con los padres escolapios, que era lo que conocía yo en aquel momento. Estuve en el Seminario de formación de los escolapios en Puerto Rico y después en México; finalmente terminé mis estudios en Roma, en los años de Juan Pablo II, y ahí me ordené diácono para regresar a Puerto Rico, donde me ordené sacerdote.

Me dediqué especialmente al ministerio dedicado a la educación de la juventud, en todo lo que tuviera que ver con jóvenes. Luego comencé a colaborar en la pastoral juvenil en Estados Unidos; también fui capellán de scouts, director de pastoral juvenil, pastoral vocacional y director escolar. 

Después me mandaron para la Florida, donde estuve a cargo de la pastoral hispana en el sureste de los Estados Unidos, en una oficina que tienen los obispos de Estados Unidos para la pastoral hispana. Ahí estuve casi diez años, atendiendo la pastoral hispana con énfasis en la juventud, y me incardiné como sacerdote de la arquidiócesis de Miami, y Francisco me nombró misionero de la misericordia.

Ahora estoy en la nueva encomienda, que me encargó el arzobispo de Miami en Sir Thomas University, y aquí continúo mi trabajo con la juventud, siempre conectado y apoyando la pastoral hispana en los Estados Unidos y la pastoral juvenil no sólo en Miami sino en la nación, porque sigo de asesor de la organización de la pastoral juvenil hispana en los Estados Unidos, que se llama La Red. 

Ése es mi recorrido a grandes rasgos en mi ministerio, en la entrega por la Iglesia, por el Reino de Dios, especialmente llevando el mensaje a la juventud.

Iba a preguntarle si es usted feliz, pero por su gesto ya percibo que así es. ¿Cómo lo logra?

Me gusta mucho esta pregunta porque es importante que el sacerdote muestre la felicidad del camino de la vocación, porque a veces en el mundo de hoy la gente que no está conectada con el Evangelio y con el camino al Reino no sabe de lo que Francisco se la pasa repitiendo: de la alegría del Evangelio.

Entonces, para el sacerdote es bien importante mostrar ese rostro. Y pues no es una teoría sino una convicción de vida y una consecuencia de seguir a Cristo, de encontrarse personalmente con Jesús, y de estar entregado como discípulo misionero. El que está en esa causa del Reino como discípulo misionero refleja la alegría de seguir a Jesús.

¡Entonces claro que soy feliz! ¡Al ciento por ciento! A veces preguntan: “Padre, si usted volviera a nacer, ¿volvería a ser sacerdote?”, y contesto: “Una y mil veces”. Porque es el camino de la felicidad, no para uno sino para hacer felices a los demás y llevarlos a la plenitud del Reino.

¿En su adolescencia tuvo alguna novia? ¿Alguna vez pasó por su mente casarse, alguna vez se enamoró?

Sí, ciertamente. Yo creo que el hombre que no es capaz de enamorarse no es capaz de ser sacerdote, porque es una condición humana necesaria primero enamorarse humanamente para después caer enamorado de Jesús y del Evangelio y de la Iglesia y de la misión.

Entonces sí, claro que estuve enamorado, más de una vez, y que tuve más de una novia o que anduve detrás de alguna muchacha. Y recuerdo cómo en el camino de búsqueda de la vocación el Señor tocaba las puertas invitándome a seguirle, y yo tratando de huir, tratando de hacer planes para el futuro, pensaba: “Lo que yo quiero es una familia, formar un matrimonio”.

Con mis planes humanos estaba detrás de una muchacha, y recuerdo una anécdota: estaba terminando la prepa, la high school en Puerto Rico, y tenía la inquietud de la llamada bien intensa, y yo también intensamente tratando de huir. Entonces me invitaron a lo que fue la primera Jornada Mundial de la Juventud, en Roma; y cuando me enteré de que iba a ir la muchacha que me interesaba, pues más me emocioné de poder ir a esa Jornada Mundial. Mi intención más que nada era estar detrás de ella, pero el Señor se encargó, con el ejemplo y las obras de Juan Pablo II, de “tumbarme del caballo” y empezar a moverme para dar una respuesta definitiva.

– ¿En esa Jornada Mundial usted recibió su llamado al sacerdocio?

Fue como un momento de confirmación, porque el llamado ya lo sentía desde pequeño. Pero fue un momento en el que, con las palabras de Juan Pablo de “No tengan miedo”, “Abran las puertas de par en par a Cristo” y  “Si el Señor te está llamando no tengas miedo y dile ‘sí’”, que todo eso empezó a calar bien fuerte en mi corazón.

Era a la vez como un miedo que sentía a la fuerza de esa llamada. Empecé a pedir señales; y el Señor, más que darme señales externas, me estaba persiguiendo. Entonces recuerdo que, regresando de esa Jornada Mundial, me decidí a hablar con un sacerdote para quitarme esa idea de la mente, y decir que ya había hablado de ese tema con alguien.

Me aparecí un día 2 de febrero, me acuerdo de todos los detalles del momento, y la intención era más bien de hablar del tema para olvidarme. Pero fue presentarme donde ese sacerdote y decirlo; pero ese decirlo fue a la vez saber que eso era lo que el Señor me pedía. Y fue el momento más feliz de mi vida, el día que lo dije. Fue un saber que era esto y que, por lo tanto, no tenía por qué estar huyendo.

Fue el momento de la decisión: el decirlo fue el decidirlo.

FATHER CAPO

Dios lo persiguió, padre Rafa, le gritaba en su interior…

Amén. Ciertamente. Y el Señor así persigue a uno por amor. Y, cuando uno lo descubre no puedes sino decir “sí” y seguirlo.

¿Qué pasó con su amiga?

Eso me preguntan los jóvenes a veces. Después del susto y la frustración de que la cosa no fue adelante, pues nada. Hoy está felizmente casada.

¿No siente un poco de nostalgia por eso?

No es nostalgia, es felicidad de que cada quién dice “sí” a la llamada, al camino que el Señor le tiene.

Y, bueno, eso no quita que, humanamente, todo sacerdote por el celibato sienta momentos como de soledad. Pero eso es como muy fugaz, porque la alegría del ministerio, la entrega por completo por la Iglesia y por el Evangelio, pues es lo que llena de sentido.

Es como preguntarle a unos casados, no todo es color de rosa todos los días; también en un matrimonio hay días como de “¡ah, pero qué pasa!, ¿quién está aquí al lado?”, mas poniendo las cosas en perspectiva uno sabe: “Estoy aquí por lo que el Señor me ha dado y por el regalo que me ha hecho”. Eso es lo importante.

No sé, padre Rafa, si usted se ha percatado, pero es un sacerdote diferente. Estamos acostumbrados a ver a sacerdotes sí reflexivos, grandes misioneros, grandes sacerdotes que luchan contra la adversidad. Pero la imagen de usted es distinta, es como la de un sacerdote superhéroe; tiene una fortaleza física impactante. ¿Cuándo nace esa afición por el fitness, por hacer ejercicio? Es impresionante lo que usted transmite…

Yo empecé en secundaria a hacer ejercicio, a ir al gimnasio, leyendo las revistas de fitness, de los fisiculturistas de aquella época, época de Arnold. Empecé a ir al gimnasio con mucha disciplina, durante mis años de high school también, y se convirtió en una afición, en una manera de vida y en un dar disciplina a mi vida.

En la época en que yo entré al Seminario no era común que los seminaristas y los sacerdotes hicieran ejercicio de esa manera, y como que me miraban raro de que yo dijera que quería ir al gimnasio de la universidad, y cuando estuve en México al gimnasio del vecindario, y cuando estuve en Roma lo mismo. 

Fue un crear unos hábitos y una disciplina que le da a uno fuerza para el ministerio. Pero también, poco a poco, yo fui descubriendo que no era solamente un dar fuerza física, sino que también es como un deber del sacerdote de cuidarse físicamente porque es la manera de uno poder servir mejor por el Reino de Dios, y poder estar saludable y fuerte para el Reino. 

Entonces se fue convirtiendo también como en un ministerio. Los alumnos y los jóvenes de los grupos comenzaron a llamarme “Padre Superman”, y a regalarme playeras de Superman y a hacer bromas; pero, a la misma vez, diciendo: “Padre, explícanos, danos una rutina”.

Fue como empezar a dar testimonio a los jóvenes, a la vez de que el cristiano no es nada más cuidar el espíritu, porque no somos solamente espíritu; el mensaje cristiano desde el principio es que los seres humanos somos creados a imagen y semejanza de Dios, y Dios nos ha dado un cuerpo; y el cuerpo, dice san Pablo, es templo del Espíritu Santo.

Tenemos la obligación de cuidar este templo del Espíritu Santo para dar gloria a Dios, para poder servir al Reino; y, por lo tanto, es un deber cristiano cuidar la propia salud, y también mantenerse fuertes no sólo espiritual y mentalmente, sino también físicamente para poder servir mejor.

Por lo tanto, se convirtió como en un ministerio, no oficial pero así como por el lado, en los deportes, en el dar testimonio a los jóvenes de la salud física, de que por medio del fitness  y el ejercicio también damos Gloria a Dios y cumplimos nuestro deber cristiano de cuidar del templo del Espíritu Santo.

Padre Rafa, usted se habrá percatado de que hacer fitness vuelve a un ser humano, tanto a una mujer como a un hombre, atractivo. ¿Esto no le ha traído complicaciones con las mujeres?

Bueno, siempre hay las que quieren ser como tentadoras, o que van detrás de eso. Pero eso pasa también con los hombres casados; no solamente a los sacerdotes les pasa, también a los hombres casados.

FATHER CAPO

Pero cuando uno está haciendo esto no se hace ni por vanidad ni por el atractivo físico; uno lo está haciendo por la salud, por la fortaleza, por la disciplina, por estar listos para el Reino de Dios y, por lo tanto, cuando uno está con las convicciones donde tienen que estar, pues eso uno lo refleja y eso aleja los demonios.

¿En los gimnasios cómo evitar las tentaciones? Porque ciertamente hay muchas mujeres, muchachas muy guapas, con cuerpos muy atractivos. ¿Cómo ir al gimnasio y no perder la calma?

Hay que poner las cosas en perspectiva; porque también en el mundo de hoy el peligro está en el ver el cuidado físico, el fitness y todo este mundo deportivo y del fisiculturismo, etcétera, nada más por la vanidad física.

Mucha gente que está en ese mundo solamente lo ve por la parte física, y, cuando es así, pues el ser humano se convierte en un monstruo, porque no es el ser humano solamente físico; tiene que ser en el balance de cuerpo-alma-espíritu, de cuerpo-mente-espíritu.

Por lo tanto, en el balance espiritual, en el balance mental, en el balance físico, toda una unidad en el ser humano. Entonces se hace deporte, se hace fitness, se hace todo esto para gloria de Dios; es dentro del balance. Y, por lo tanto, no puede ser que sólo me dedique a cuidar del cuerpo; no, también del alma, y del espíritu por medio de la oración, de los sacramentos, de la vida de encuentro personal con Jesús en la Iglesia.

Y, cuando es en ese balance, pues se crece entonces como los hijos de Dios, que nos ha creado para que seamos esa unidad de cuerpo-mente-espíritu.

Si estamos en el gimnasio y pasa una muchacha muy guapa, ¿qué nos recomienda a los hombres para que no caigamos en la tentación?

La tentación siempre va a estar presente, por eso más vale que uno sea fuerte. Pero tampoco es algo para que el ser humano o el hombre se vuelva algo neurótico, de que no puede siquiera mirar a una mujer; es que es la creación de Dios, y una mujer bonita es una mujer bonita; igual que cuando una mujer ve a un hombre guapo y dice que es un hombre guapo. Es la creación de Dios.

El peligro es que ha habido momentos en la historia del cristianismo en que, precisamente,  por querer fomentar la vida espiritual, se ha caído en un espiritualismo, y ésas han sido herejías en momentos de la Iglesia,  en el que se veía el cuerpo como pecado y que, por lo tanto, no puedo ni mirar a la mujer y cualquier cosa física es pecado, ¡no!

El balance es importante, y en ese balance uno es capaz de apreciar la creación de Dios; pero en el balance de la propia vocación, del propio camino, cuerpo-alma-espíritu, dentro de la vocación que el Señor me ha dado para servir a los demás.

¿Cuál es su superhéroe? ¿Cuál le gustaría usted ser? ¿De Marvel o del Universo DC? ¿Con cuál se identifica?

Mi superhéroe de toda la vida ha sido Superman. Es mi superhéroe favorito, es que teológicamente tiene unas analogías y comparaciones con Jesucristo, porque es el enviado para salvar a la humanidad;  incluso en el mismo nombre, que terminen que “El”,  con la conexión hebraica del nombre de Dios.

Pero, bueno, ha sido mi superhéroe de la ficción y, por lo tanto, lo conecto con el ministro: el  Señor nos ha dado súper poderes espirituales de poder estar en conexión con Jesús en los sacramentos, en la oración; y eso también nos da la fuerza para luchar contra todo obstáculo, aunque hay momentos en los que hay “kriptonita” en el camino,  que son las tentaciones. Pero, si nos mantenemos fuertes, pues podemos vencer toda batalla. Es como una inspiración de la ficción, del mundo de los superhéroes.

¿Cuál es el más grande súper poder de los sacerdotes:  el del sacramento de la Confesión o el poder de la Consagración?

Me estás haciendo una buena pregunta; pero están conectados, y si me quisiera poner a compararlos es como injusto, porque los dos son maneras de Dios para mostrar su misericordia para la humanidad.

 Y, tomando las manos pecadoras, las manos humanas, desde la creación de un ser humano, de un hombre, el Señor unge esas manos para que sean instrumento de su misericordia y actúen “in persona Christi”, en el lugar de Jesús; y en ese momento no es el súper poder mío sino que más bien es de Él, a quien yo le presto mis manos y mi ser; es Jesús el que está en ese momento actuando, y por lo tanto es que el sacerdote en los sacramentos dice: “Yo te absuelvo”, pero no soy yo, es Jesús; y “Esto es mi Cuerpo, ésta es mi Sangre”, pero no el mío, es el de Jesús; y por eso también dice: “Yo te bautizo”, pero no soy yo, es Jesús.

Por lo tanto, es el Señor el del súper poder. Por eso la pregunta es un poco difícil, porque hay que referirla más bien a Jesús.

¿Ha tenido, como los superhéroes, algún momento difícil, alguna pelea difícil, tal vez contra un demonio? ¿Algún momento de tristeza, un día oscuro para el padre Rafa que tuvo que combatir? 

Ciertamente en el camino aparecen las pruebas del enemigo, y el enemigo quiere usarlas para para sacar a uno del camino; pero Dios hace que las pruebas del enemigo se conviertan en instrumentos para su gloria, para Él construir su proyecto.

Sí recuerdo en mi vocación que ha habido momentos de prueba, por los retos del ministerio, muy fuertes, en los que uno piensa: “¿Verdaderamente seré yo capaz de llevar adelante este proyecto? ¿Seré capaz yo de seguir este camino?”. Y el demonio se mete como para tratar de descarrilar a uno; pero más bien el Señor, que guía a uno, hace que esos momentos se conviertan en los momentos de su fuerza.

En esos momentos el Señor siempre ha salido victorioso, los momentos en los que, en el camino de mi ministerio, ha habido dificultades, que las hay en todo ser humano. El Señor ha salido victorioso, y saca grandes bendiciones de los momentos de prueba; por lo tanto, yo le doy gracias a Dios de que también ha sido así en mi propio camino.

¿Por qué piensa usted que tiene aceptación con los jóvenes? ¿Por qué los jóvenes lo siguen mucho? ¿Cuál será la clave de ese carisma?

Usaste la palabra carisma, y los carismas son dones, y quizás eso también ha sido un don que el Señor ha dado a mi vocación sacerdotal; primero en los años que estuve en formación con los escolapios, que se dedican a la educación de la juventud; pero después también abriéndome al ministerio diocesano, en la conexión de la pastoral juvenil en las parroquias, en las diócesis, y ahora también en el trabajo universitario.

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El Señor ha hecho que, con ese carisma, yo pueda atraer a muchos jóvenes para Jesús. Y ha sido pues con la alegría, con el testimonio en medio de la de las cosas normales de la vida; y muchos jóvenes me siguen por todo eso de los deportes y del fitness; vienen con preguntas, vienen con inquietudes. Es como que la puerta; ya el Señor ha usado mucho la puerta de los deportes y del fitness para llevar a muchos jóvenes a otras cosas.

Por ejemplo, te cuento una anécdota, con un joven en el gimnasio, un joven lleno de tatuajes que oía música heavy metal y era entrenador y fisiculturista. Un día me pidió ayuda en el gimnasio, entrenando, y pues yo ayudé; fui con mi música, ni platicamos ni nada, pero resulta que íbamos a la misma hora y terminamos ayudándonos mutuamente, entrenando juntos a la misma hora.

Hasta que viene este joven y me dice: “¡Me acaban de decir que tú eres sacerdote”. Respondí: “Sí, ¿no te lo había dicho?”. Y él: “Tú no me habías dicho nada”.  Y entonces eso abrió la puerta para que él me dijera que estaba con una novia que era católica, y que él no estaba bautizado. Me tocó acompañarlo, darle los sacramentos de la iniciación cristiana: bautizarlo, la primera Comunión... Después casarlo y después bautizar a su niño.

Así como me pasó con ese joven, pues me pasa con muchos otros. También la pastoral juvenil, cómo por medio de todo ese mundo, y la alegría y el testimonio, el Señor lleva muchas bendiciones.

Padre Rafa, ¿natural o anabólicos? ¿Qué nos dice al respecto?

Bueno, mis anabólicos son la Eucaristía, la Palabra de Dios,  la oración. Anabólico significa “hacer crecer”;  por eso claro que son anabólicos, porque llevan al crecimiento del espíritu.

Ciertamente es claro por donde va la pregunta, porque algunos ya me han preguntado: “Pero, padre, ¿cómo es que usted es tan grande?”.  Éstos no son esteroides, es la disciplina de cada día y la perseverancia.

Hay un refrán que dice: “Roma no se construyó en un día”. Es la perseverancia; no es nada más ir a entrenar y hacer ejercicio en un día, es la disciplina de cada día, y cuidar no solamente el ejercicio sino la alimentación, el descanso y el balance con la mente y el espíritu.

Pareciera que el tener estos músculos tan grandes tiene que ver con la fuerza de voluntad, ¿verdad? A veces, los que somos muy débiles y caemos, es porque nuestro músculo no existe, no hemos ejercitado eso. Creo que hay una relación, una conexión, ¿verdad?

A veces me preguntan de este tema, y algunos dicen: “Es que me falta motivación”.  Pero la clave son dos cosas; la primera es que hay que tener motivación, pero la motivación no lo es todo, porque puedo tener motivación y me aparezco en el gimnasio un día; pero va a haber días en que no hay motivación, y algún un día yo me quiero quedar en la cama y no quiero ir a entrenar o hacer ejercicio;  o: “¡Ay, yo me quiero comer todo ese pastel completito yo solo!”.  Pues no solamente es la motivación, es también la disciplina.

La disciplina  nos hace crecer en unidad de cuerpo, alma y espíritu; tiene que ser disciplina física, disciplina en el ejercicio, en la alimentación, en el descanso, en la nutrición, en todo eso; pero también esa disciplina se tiene que ver espiritualmente en la oración, en la entrega y en todo ese mundo espiritual; y también mental, en el estudio, en el crecer como ser humano, y que lleve a uno a una entrega.

Por lo tanto, motivación y disciplina, física y espiritual.

¿Entonces el fitness puede ayudar un poco a experimentar el ayuno, el negarse a veces?

Muchísimo. El ver esa conexión del mundo del fitness, que lleva una disciplina y rigor, le ayuda a uno a descubrir el rigor del sacrificio, de la penitencia, del ayuno, que es parte de la vida cristiana, y que en el mundo moderno como que se quiere pensar que lo espiritual es sentirse bien; pero no es nada más eso, porque también es: “Toma tu cruz y sígueme”.

El Señor mismo nos dice que el ayuno es parte de nuestra vida de crecimiento espiritual y, por lo tanto, ese sacrificio, esa renuncia, es parte también de nuestro camino cristiano, espiritualmente hablando. Así que el hacerlo físicamente nos ayuda a crecer espiritualmente.

¿Qué come más o menos el padre Rafa? ¿Cero harina, cero azúcar, verduras?

Yo llevo una dieta muy balanceada y a veces rigurosa, porque los atletas llevan dietas rigurosas, y no son dietas que sean igual todo el año, porque hay distintas metas durante el año, según se acerca una competición o porque, por ejemplo, en el mundo del fitness hay época de aumentar masa muscular o de bajar grasa; entonces la dieta varía con eso, y también requiere mucha disciplina.

¿Podemos imaginarlo haciendo oración, rezar el santo Rosario, confesando a los jóvenes? Lo vemos en el gimnasio, pero es significativo también conocerlo en esa parte en su ministerio.

Claro que sí, y eso está presente en mis redes sociales, que es otra manera de hacer ministerio y de presentar la vida del sacerdote, no solamente del sacerdote que está diciendo la Misa, pues ahí está presente toda mi vida: lo que yo hago en mi vida sacerdotal, sacramental, de la Eucaristía, la adoración, la Confesión.

Pero también está presente mi vida cristiana como deportista; en el gimnasio trato de hacerle ver a los jóvenes la conexión de ese rato de entrenamiento y de sacrificio, que tiene un sentido, incluso por oración conectada al entrenamiento antes de entrenar y después de entrenar.

Y ver las conexiones también de la vida cristiana,  de ver cómo también la Palabra de Dios nos motiva a ese balance completo. Entonces es como que mostrar el panorama completo de la vida sacerdotal en todas sus facetas. 

¿Se puede rezar mientras se están haciendo pesas u otro ejercicio?

Sí, claro que sí; pero eso no quiere decir tampoco que se convierte en un momento de Padrenuestros.  Aunque, ciertamente, en el momento de, por ejemplo, ponerse en una trotadora o en una de esas máquinas de ejercicio cardiovascular, ahí sí es más fácil rezar el Rosario o estar escuchando la Biblia o algunas cosas de devoción. Claro que sí.

Pero también uno llega a descubrir que en mi vida diaria, en todo lo que yo hago durante la jornada, aun sirviendo, aun trabajando, eso se tiene que convertir en oración; el latido de mi corazón, mi vida, mi respiración misma, se convierten en una oración.

En esos ratos en el gimnasio, a veces hay momentos antes de empezar o a la mitad  o lo que sea, que uno ora explícitamente, y no tiene que ser en cada segundo diciendo: “¡Jesús, ayúdame!”, sino también: “Señor, te voy a ofrecer cada movimiento, cada respiración, cada trote. Y cada  movimiento aquí con las pesas también es para tu gloria”.

– ¿Cuántas veces a la semana va al gimnasio, y más o menos cuál es su rutina?

Yo llevó una combinación de ejercicios en el gimnasio de pesas y cardiovascular, además de correr. Normalmente voy como cinco días a la semana; depende del ministerio de la semana y del trabajo. Pero con disciplina uno logra meter esos ratos en la jornada, porque cuando uno se propone algo saca tiempo.

 En la sierra, cuando estuvo misionando en Querétaro, ¿también hizo ejercicio?

Ahí el ejercicio fue cargando sacos de maíz y frijol.

¿Alguna vez el padre Rafa tuvo alguna pelea físicamente?

Pues yo creo que, como el Señor me ha dado esa fortaleza física, los enemigos corren sin querer pelear. No se han atrevido.

¿Usted sueña, aspira a ser santo? ¿Le gustaría llegar a ser el patrono de los fisiculturistas?

Eso suena chistoso pero interesante. La santidad es la meta de todo cristiano, y es la santidad que se vive en todo lo que uno hace, la santidad es el reflejo de esa vida divina en lo que hacemos, esa alegría del Evangelio, esa presencia de Jesús. ¡Ésa es la santidad!

No es algo extraño, de estar metido, encerrado en el templo las 24 horas. No, es la alegría de ser cristiano y dar el testimonio de Jesús donde estamos. Y, por lo tanto, si uno vive esa santidad y después le hacen a uno patrono de los fisiculturistas y los atletas, pues para gloria de Dios lo que sea, para arrastrar a muchos hacia Jesús.

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