Muy a menudo, los niños y adolescentes tienen dolores como dolores de cabeza, dolores abdominales, dolores en el pecho u otros síntomas como fiebre baja, mareos o vómitos por lo que se requiere consejo médico.
Los síntomas que estos niños dicen tener pueden durar meses y son motivo de varias visitas a urgencias o pruebas de laboratorio de las que no surge ninguna causa médica.
En este caso, podemos hablar de "somatización". Prestar atención exclusivamente a posibles causas "orgánicas" (es decir, problemas corporales) puede ser engañoso y dar lugar a muchos controles médicos, lo que puede generar frustración y aumentar la preocupación de padres e hijos.
De hecho, estos síntomas pueden considerarse el resultado del estrecho vínculo que conecta el cuerpo con el medio ambiente y con la psique. Este vínculo siempre debe tenerse en cuenta para un diagnóstico correcto.
La relación entre los síntomas somáticos (es decir, los síntomas corporales) y los factores psicológicos puede ser recíproca: los factores emocionales influyen en la frecuencia, intensidad y repetición de los síntomas que, a su vez, pueden provocar angustia psicológica y una mala calidad de vida.
Por lo general, los niños y adolescentes propensos a la somatización son personas muy sensibles, emocionales y fácilmente excitables; a menudo pueden retraerse y tener dificultades para confiar en sus emociones y necesidades. Estas dificultades
favorecen la expresión de sus problemas a través del cuerpo.
Estos síntomas suelen aparecer de forma cíclica y coinciden con situaciones particulares. La relación del niño con la escuela juega un papel fundamental en la determinación de las somatizaciones.
A menudo, los dolores y otros síntomas aparecen en el período escolar. Si bien no hablan abiertamente sobre sus preocupaciones, muchos niños se sienten mal en la escuela, debido a preguntas, asignaciones de clase o cuando la carga de estudio se vuelve excesiva.
La difícil relación con la escuela puede estar provocada, por ejemplo, por un perfeccionismo excesivo, o por el miedo a defraudar las expectativas de los padres o profesores.
Para muchos niños, "ser bueno en la escuela" es una forma de sentirse más apreciados o de recibir más atención; esto puede ser la causa del miedo a reprobar o malas calificaciones y puede desencadenar un aumento de la ansiedad, que a su vez puede desencadenar dolor u otros síntomas.
Cuando estos niños están enfermos, a pesar de sus mejores esfuerzos, pueden tener una disminución en el rendimiento escolar y una pérdida de muchos días de escuela, lo que puede comprometer su calidad de vida y el tono de su estado de ánimo.
La escuela también puede ser una fuente de preocupación para las relaciones con los compañeros. Los niños que somatizan pueden sentirse diferentes de sus compañeros o sentirse excluidos del grupo.
A menudo, un dolor o malestar en la escuela puede estar relacionado con episodios de acoso escolar, que en ocasiones el niño evita contarle a sus padres por vergüenza o temor de empeorar la situación.
Muy a menudo, los niños requieren la intervención de un familiar para que los lleven a casa, donde el malestar puede disminuir o desaparecer. Esto no significa necesariamente que el niño haya inventado un síntoma: puede indicar un alivio del estrés una vez que regresa al lugar seguro, que es el hogar.
A menudo, el malestar en la escuela esconde otra forma de ansiedad, que tiene que ver con la separación de los padres y la necesidad de su cercanía.
A veces el miedo a estar lejos de mamá, papá u otro ser querido puede ser tan intenso que el bebé, además de llorar, puede decir que tiene dolor (por ejemplo
dolor de estómago).
Los síntomas pueden hacer que el niño reciba más atención de los padres y, a veces, "privilegios especiales" (como no poder ir a la escuela). Esto hace que el dolor o el síntoma persista y no desaparezca.