– Nada es lo que esperaba, mi novio de treinta y cinco años, no solo no tiene un proyecto de vida, sino que se comporta como si fuera mi hijo, y además, adolescente – se expresaba con pesar en consulta, una inteligente y desilusionada mujer.
– ¿Por qué sigue con él? – le pregunte con delicadeza.
– Me ha hecho promesas de amor y superación, a las que me aferro, pues la verdad es que, a pesar de mis quejas, lo amo.
– ¿Como entiende las promesas de amor que le hace?
– Mas que entenderlas, a veces, al devolverle bien por mal, siento que amo al enemigo.
– Por lo que me ha contado, usted es una mujer que se ha superado en lo profesional, económico, social y otros valores, más se ha rezagado en lo afectivo. Es por ello que le propongo la siguiente consideración.
Lo normal, es que las personas tengamos tanto capacidad, como necesidad de amar, y, ambas cualidades son estimuladas y desarrolladas entre quienes aplican su corazón, inteligencia y voluntad, para entrelazarse afectivamente.
Pero… ¿Qué sucede cuando una de las partes adopta la actitud de no hacer nada para ser amada?
– Bueno, a decir verdad, pienso que es mi caso y, siendo así… ¿qué me puede explicar sobre ello?
– Sucede que por naturaleza estamos hecho para el amor, así que, entre más amamos, más capaces de amar somos, cuanto más capaces, más anhelo de un amor, que aún puede ir a más.
De eso hablan grandes historias de amor, de tantas vidas ordinarias.
El drama se presenta cuando quien ama, al no ser correspondido, acrecienta aún más su capacidad de amar como el camino para lograr la correspondencia del otro, desarrollando una crónica exigencia de recibir un amor imposible. Como quien da de palos al olmo, para que caigan peras.
Un autoengaño por el que enferma su capacidad de amar con pleno sentido, mientras se aferra al "pon amor y obtendrás amor", que no aplica.
Se crea así un círculo vicioso, en el que entre más se ama en solitario, más carencia y necesidad de afecto se siente, mientras que el destinatario del infructuoso amor, no será capaz de convertirse en un don de sí mismo, ya sea porque no quiera, no sepa, o no pueda.
Un círculo vicioso, del que la persona que ama a la persona equivocada, puede escapar hacia la libertad con ayuda o consejo.
Otro drama sucede, cuando, ante la falta de reciprocidad en el amor, la carencia y necesidad de amar terminan por desconectarse de la capacidad de donación, para transformarse en una insaciable ansia enfermiza de que le amen.
La tragedia es que, quien solo busca que le amen, termina no amando a nadie, salvo la satisfacción de su necesidad. Es decir a sí mismo. Pareciera decir "no me importa tu amor, ni tu don, lo que me importa es que me ames".
Que me ames no por lo que soy ni por lo que eres, sino por lo que tengo y te doy.
Y en esta pobre condición, trata de comprar el amor, imponerse y dominar, en ocasiones recurriendo a la violencia.
Se establece entonces otro círculo vicioso, en el que el destinatario de la intencionalidad, de quien sufre en su capacidad de amar y ser amado, se acomoda, exige, coacciona o recurre al chantaje.
– Debo reconocer que, en mi caso, consciente o inconsecuentemente, vivo un tanto de esos dos dramas – Intervino con gravedad en este momento mi consultante.
– Muy bien, tal cosa forma ya parte de su aprendizaje sobre el cual construir una sana afectividad.
El objetivo fundamental de la terapia, consistió en ayudarle a identificar la verdad del buen amor; cuando este es sacrificado, desinteresado, respetuoso y libre. Para, a partir de estas propiedades, aprender a establecer relaciones afectivas sanas y equilibradas.
Consúltanos escribiendo a: consultorio@aleteia.org
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