"Cambiar tu mirada, cambiar nuestra mirada": esta es la misión de la asociación Wake Up Café con personas que salen de la cárcel.
Como llevo tres años dirigiendo debates allí, aprecio plenamente la calidad de este consejo: cambiar tu punto de vista sobre el otro, negarte a juzgarlo demasiado rápido, acercarte a él con una mirada nueva, no solo libera una cualidad de las relaciones humanas, sino que también puede cambiar a la persona misma.
Es esta idea la que me gustaría explorar aquí: presenta un interés humano que no es solo valioso para la relación de ayuda. En nuestra actividad profesional sabemos bien que la forma en que miramos a nuestros clientes, a nuestros compañeros, o incluso a nuestras tareas diarias; el significado que les damos; todo ello influye en nuestro estado de ánimo, en nuestra vida, para bien o para mal.
No todo el mundo es como el contemplativo que mira su objeto por lo que es: la mirada del científico está dirigida a la búsqueda del conocimiento, la del investigador por el descubrimiento, la del emprendedor por el éxito... Cada uno de nosotros mira el mundo animado por un deseo diferente.
Por no hablar de las emociones que influyen en nuestra mirada, la mayoría de las veces sin nuestro conocimiento. Los miedos, sobre todo, dirigen nuestra mirada hacia los riesgos a evitar, exponen a nuestro juicio los peligros, las seguridades a construir, las personas de las que desconfiar...
La mirada no está exenta de hábitos, buenos o malos, conscientes o no. Liberar la mirada es aceptar volver a empezar, mirar como si fuera la primera vez, pero también es proyectar algo más que la indiferencia o la preocupación: discernir activamente lo positivo del otro y reconocerlo.
Este es solo el comienzo que tendremos que confirmar en reciprocidad: modificando nuestra propia mirada, expresando acogida más que retraimiento, algo cambia en nosotros, pero también en el que estamos mirando. A menudo basta con quererlo para obtener los primeros frutos.