La vida se juega en esos momentos en los que decido soñar y volar alto. Cuando las preocupaciones diarias dejan de ser un problema y se convierten en una oportunidad para vivir más a fondo.
Cuando aparto con delicadeza la tristeza que me acaricia para que no se enturbie mi ánimo y sonrío.
¿Por qué a veces mi mirada me hace ver ofensas donde no hay nada? ¿Por qué me comparo tanto con los demás si lo único que consigo con ello es sufrir yo más?
Abro un espacio en el cielo por el que puedan entrar la alegría, la luz de Dios y la esperanza en el ánimo.
No permito que la soledad empañe el corazón, porque sé que nunca estoy solo, Jesús va conmigo.
Confío en que la vida se juega en mi actitud de cada día, de cada hora, cuando decido echarme la vida al hombro y comenzar a caminar.
Es ahora cuando elijo quién quiero ser y hasta dónde pretendo llegar con mi esfuerzo y la gracia de Dios.
Quizás fracase en el intento pero lo habré dejado todo en el camino, no me habré guardado nada y no habré escatimado esfuerzos.
Leía el otro día:
No quiero vivir así, lamentando los días pasados, echando de menos el ayer dormido.
El hombre que no aprende de su pasado nunca será sabio. El que olvida lo ocurrido no aprenderá de sus errores.
Tengo que aceptar que no puedo cambiar lo que ya fue. Es pasado y por eso queda atrás.
Pero sé que sí puedo construir un futuro diferente.
Elijo con libertad lo que quiero ser y cómo quiero vivirlo. Mi rostro, mi sonrisa, mis maneras. Las palabras educadas, la sinceridad en los labios, la tranquilidad para enfrentar la vida.
Elijo mis acciones haciéndome responsable de aquello por lo que opto, de aquello que descarto y dejo atrás.
Por eso no me ofusco cuando no resulta todo como yo quiero. Asumo la posibilidad de dejar escapar las oportunidades.
Y me levanto siempre de nuevo, sabiendo que el nuevo día es mío y yo soy su dueño.
No tengo un tiempo infinito ante mis ojos, todo es finito en esta vida. Todo está limitado por el tiempo que se escapa y los días pasarán rápidamente ante mis ojos.
Yo decido con qué hondura quiero vivir la vida. Puedo vegetar en la superficie de todo lo que me sucede. O puedo meditar en lo hondo de mi corazón cada acontecimiento que enfrento.
Siempre puedo decidir lo que voy a hacer con cada hora.
Opto por una manera sencilla de enfrentar los contratiempos. Y vivo feliz y alegre en medio de las tormentas y turbulencias de este tiempo que encaro.
No tengo necesidad de que todo resulte como yo quiero. Tampoco me provoca ansiedad lo que aún desconozco.
Abrazo la vida como es, en toda su belleza, y descanso en su presencia que me invade.
Llevo dibujada en la piel la marca de los hijos más amados por Dios. Él me quiere y no me va a dejar nunca solo.
Yo quiero responderle con la misma moneda, con mi amor inmenso, aunque finito.
Por eso le hablo a Dios como a un amigo, alguien que va a mi lado al que no es necesario explicárselo todo para que me entienda. Decía el Padre Kentenich:
Así es como quiero caminar con Dios, de su mano, amando de forma personal, contándole de forma auténtica todo lo que hay en mi corazón.
No me escondo detrás de frases bonitas, de poesías llenas de hondura e imágenes.
Le hablo con palabras claras y sencillas y le cuento todo lo que me sucede. Lo que siento, lo que temo, lo que amo, lo que sueño.
Y Él me mira conmovido, me ama como soy y sonríe. Le gusta mi forma de hacer las cosas.
Elijo a ese Dios tan grande que decidió hacerse niño para habitar en mis manos. Y sigo sus huellas aunque no entienda mucho.
Sólo sé que una actitud positiva y alegre lo cambia todo. Dejo la envidia atrás. Y hago que mi egoísmo se convierta en entrega. Dejo a un lado los miedos y me visto de valentía.
Y abrazo a Dios confiando que nunca va a salir mal nada de lo que emprenda a su lado.
Permanezco fiel a las personas que me han confiado. No dudo de ellas incluso cuando he sido traicionado.
Perdono las ofensas, porque guardar rencor me enferma y vuelve negra mi alma. Acepto los errores de los demás igual que asumo los míos.
Puedo herir sin quererlo y puedo ser herido, pero el perdón es lo que siempre me salva.