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¿La pandemia nos ha quitado paz? Ahora a recuperar

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 29/06/21
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Menos paciencia y más miedo e inquietud... En mi mano está el poder elegir lo que me construye por dentro y decidir amar

Siento que hoy, en este tiempo de pandemia, las emociones están a flor de piel. Quizás me he quedado algo tocado después de este año en el que he visto que no soy inmortal.

Yo pensaba que sí, que la vejez nadie podría arrebatármela. Pero ahora veo que no tengo asegurada una muerte siendo ya viejo, como corresponde, al final de una larga vida.

Puede sorprenderme la muerte. Veo que soy vulnerable y puede que el final de mis días llegue antes de lo previsto.

Y entonces el tiempo comienza a ser relativo y al mismo tiempo más valioso que el oro. Dejo de perderlo, lo gano, lo retengo, lo vivo.

Y tengo cuidado con lo que elijo, con mis decisiones, con la forma como hago las cosas.

Sé que estoy más sensible, más fácilmente emocionable y noto que cualquier cosa me importa y afecta.

Quizás guardo en el alma rabia, o rencor por las heridas recibidas. Quizás me siento resentido.

HANDS

Mis comentarios dejan de ser fríos y objetivos. He guardado rencores de forma innecesaria y lo que digo es con dolor.

Me molestan más que antes ciertas cosas. Tengo menos tolerancia con los errores e imprudencias de los que me rodean.

Juzgo más los comportamientos de mis hermanos. Tengo menos misericordia con el que no ha actuado bien según mi parecer, así lo he decidido.

Vivo emitiendo juicios y opiniones, quizás más que antes. Tal vez la vida me ha vuelto más sensible y tengo la piel muy rota.

Me importa todo lo que veo, todo lo que me dicen, todo lo que los demás hacen. Me afectan las noticias que escucho, me impactan, tengan que ver o no conmigo.

STRESS

Tengo menos paciencia con los que no actúan con rapidez, esa virtud tan anhelada. Y pasan los días dejando su rastro en mi piel en forma de un dolor constante.

Me cuesta conciliar el sueño cada noche y no logro vivir con una sonrisa permanente en los labios.

Tengo el miedo metido en el cuerpo y la inquietud de vivir esta vida incierta. Palpo esa incapacidad constante para vivir con paz.

¿Es así mi alma cuando miro hoy muy dentro? ¿Son estos mis dolores y angustias, son estos mis pesares?

Puede que las cosas no sean blancas o negras cuando intento mirarlas con objetividad. Los matices me incomodan porque me llevan a tierra de nadie.

No puedo condenar con liviandad. No puedo canonizar tampoco sin temer que no sea todo como lo veo.

Quisiera que todo fuera sí o no. Vida o muerte. Verdad o mentira. Posible o imposible. Mandado o prohibido. Y ya está, todo claro. Porque así sin dudas es más fácil recorrer mis días.

No sé yo contestar en tonos grises. ¿Qué respuestas doy a tantos interrogantes abiertos que me plantean?

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Vuelvo la cara al cielo y busco el descanso, o en la noche intento seguir caminando para no detener mis pasos.

No importa el tiempo que pase entre un día y el siguiente. No quiero perder la vida haciendo lo que no sueño.

Quiero escribir sobre el blanco las letras de mi camino, las notas de mi canción, la eterna y suave melodía que evoca sueños dormidos, dentro de mí.

Quiero ser feliz, ¿no es eso lo que todos desean? Leía el otro día:

Quisiera gobernar mi vida o pedir ayuda para poder hacerlo. Dejar fuera de mí lo que me incomoda.

Borrar esos rencores que no me dan alegrías. Acabar con los juicios que envenenan mi ánimo.

Decir cosas bonitas y reírme un poco de todo. Vender esperanzas a buen precio y regalar amaneceres. Esa esperanza que muchos ya han perdido...

En mi mano está el poder elegir lo que me construye por dentro. Lo que elimina lo más tóxico de mis relaciones y planteamientos.

Porque en mi forma de vivir encuentro a menudo comportamientos enfermizos. Quiero que Dios acabe con mis adicciones y dependencias. Libere mi alma para que mire al cielo con alegría profunda.

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Tengo tantas palabras dentro de mí que para escribirlas todas necesitaría más vidas. Despierto a los dormidos y levanto a los cansados.

Es fácil subir un monte, aunque parezca imposible. Puedo comenzar de nuevo aunque nadie crea en mi suerte.

Nada está dicho cuando aún no ha sucedido. Sé que Dios tiene la última palabra. Y las sonrisas más tiernas son las de los niños que no han sufrido.

Llevo dentro de mi piel escondido un canto. Que lo compuso un ángel mientras yo dormía.

No me aventuro en mares sin contar con la mano amiga de Dios sobre mi hombro. Y confío en que la tarde dará paso a la vida.

COMFORT

No lograré dejar de sentir. Porque las emociones son parte de mi alma, de mi historia. No quiero pasar de puntillas por este mundo, sin dejarme el corazón hecho jirones.

Dios sabe que la mejor historia es la del que ama. El mejor sueño el del que no se busca a sí mismo y vuela lejos.

El mejor corazón es siempre el que está más abierto y roto, dispuesto a dejarse amar y a amar hasta el extremo.

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