El 6 de julio de 1846 nació en Périgueux (Francia) uno de los escritores católicos más influyentes del siglo XIX y principio del siglo XX: Léon Bloy. Se cumplen hoy 175 años del nacimiento de quien acuñó una frase en el último renglón de su libro La mujer pobre:
Segundo de los siete hijos que procrearon un ingeniero ateo y una madre de ascendencia española –calificada por sus contemporáneos como mística—Bloy representa el más alto y extraño grado de manifiesto a favor de una existencia cuyo elemento principal sea el dolor de Cristo en la cruz.
Uno de sus más grandes estudiosos, el también católico y crítico literario Albert Béguin, autor de Léon Bloy, místico del dolor, pone énfasis en los dos focos de la vida religiosa de Bloy (que se manifiestan en sus obras):
Nada de lo que escribió Bloy es de fácil asimilación. Entre sus obras más conocidas están El alma de Napoleón, un personaje por el que se sintió inclinado desde su infancia; El Descubridor del globo; dedicado a la gesta de Cristóbal Colón (de quién propuso su canonización) y el libro autobiográfico que lleva el rotundo título de El desesperado.
Béguin da cuenta de 29 textos publicados por Bloy (algunos de ellos de manera póstuma), así como inmensos volúmenes de cartas y un enorme diario que abarca nueve volúmenes; uno de ellos, el de 1910 a 1912 le dio un apelativo a su existencia: El peregrino del Absoluto.
Un libro de Bloy, La mujer pobre, fue el que provocó la conversión al catolicismo de Raïsa y Jacques Maritain. De hecho, el conocer a Bloy y el encontrar en él un camino de conversión hizo que este matrimonio se consumara y no llegaran ambos al suicidio que se habían planteado por no encontrar sentido a la vida.
De hecho, Bloy –en una ceremonia secreta celebrada el 11 de julio de 1906 en la Iglesia de San Juan Evangelista—fue el padrino de bautizo de Vera y de Raïsa, así como de Jacques Maritain, y estos dos, Raïsa y Jacques, ya bautizados, en la misma ceremonia, contrajeron matrimonio.
Curiosamente (todo en Bloy es inesperado), tras escribir ciento de cartas a personajes tan conocidos en la historia de la literatura francesa como Villiers de l’Isle-Adam, son dos párrafos de una carta destinada a una amiga desconocida (de nombre Marguerite) el 12 de mayo de 1913, los que pueden resumir su pensamiento:
Al término de su libro sobre Santa Juan de Arco, al verla en la pira, la reconoce como en la pobre Cruz, “la Cruz de los indigentes y de los vagabundos, la dulce Cruz de los viejos caminos a campo traviesa, la acogedora Cruz de los míseros, de los impedidos, de los pies
ensangrentados, de los corazones en lágrimas, de quienes han sido picados por serpientes y que sanan de sus heridas mirándola, ¡la Cruz de miseria y de gloria!”. La Cruz de Léon Bloy.