Monika Bulaj (primera por la derecha): “Al fotografiar a las personas rezando, busco los reflejos de Dios en ellas”.
A través de su exposición Las Gentes de Dios, un viaje a otra Europa, presentada en el pasado mes de mayo en el festival Etonnants Voyageurs de Saint-Malo, Monika Bulaj, fotógrafa italiana de origen polaco, presenta poderosos retratos de peregrinos, de místicos, de nómadas o de excluidos.
Cámara en mano, sabe captar la espiritualidad en sus matices, en toda su riqueza y su profundidad. Para ella, es precisamente a través de la espiritualidad que podemos “tocar el alma del país y el alma de cada uno”. Entrevistamos a esta fotoperiodista para la que su pasión es también una misión.
A continuación, en la galería fotográfica puedes ver algunas de sus magníficas imágenes:
Aleteia: Muchos fotógrafos o fotoperiodistas intentan inmortalizar en imágenes acontecimientos concretos. Por su parte, usted busca la trascendencia. ¿Por qué?
Monika Bulaj: Para mí, este trabajo es una necesidad visceral. Una necesidad de encontrarme con el otro en su interioridad, su misterio, su dignidad. Siempre me he preguntado cómo fotografiar la espiritualidad, algo que no existe materialmente. Pero, en el fondo, la espiritualidad acompaña a las personas en su día a día. Cuando las observo, las miro, intento estar muy cerca de ellas. En los lugares que fotografío, lo sagrado, lo cotidiano y la naturaleza se encuentran y se confunden.
Usted ha atravesado los confines orientales de Europa durante casi veinte años, 7.000 kilómetros desde el océano Ártico al mar Negro. ¿Qué le ha impactado más de los habitantes de estas tierras de tránsito?
Sin duda ha sido su conexión espiritual tan viva y tan multiforme. A fin de cuentas, no se sabe nada de los descendientes de los guerreros Tatar, que eran musulmanes practicantes y al mismo tiempo patriotas polacos. Se sabe muy poco de las minorías ortodoxas ucranianas enclavadas en lo hondo de los Cárpatos, de los sepultureros del gran tzadik, que atraen aún hoy a judíos del mundo entero…
¡Nuestro viejo continente oculta tesoros magníficos! Para mí, la frontera es siempre el lugar de todas las mezclas, de todas las influencias. De hecho, cerca de las fronteras geográficas aparecen muchos territorios invisibles. Ante todo, revelan el alma vital de Europa con su inimaginable riqueza espiritual.
La religión pertenece a la vida muy personal de las personas. ¿Cómo reaccionan a su “intrusión” en algo tan íntimo?
Intento hacer las fotografías solamente cuando siento que las personas me aceptan completamente y aceptan que me acerque a todo lo que es íntimo para ellas: sus gestos llenos de ternura, sus lágrimas acogedoras, su fe a veces muy sencilla y muy poderosa a la vez… Es un universo muy delicado y frágil. Es fácil de destruir.
A veces, me requiere mucho tiempo y paciencia. Mi trabajo exige una atención especial, un respeto sincero y, sobre todo, una calma interior que me resulta bastante natural y que, de golpe, se propaga alrededor. Mi trabajo es para mí como una especie de meditación.
¿Busca usted a Dios detrás de su objetivo?
Me encanta esta frase de Charles de Foucauld: “En todo ser humano, detrás de los velos y las apariencias, ver un ser inefablemente sagrado”. La actitud de este santo que me resulta tan cercano me acompaña siempre en mi trabajo. Al fotografiar a las personas rezando, busco los reflejos de Dios en ellas. ¿Una forma de expresar mi fe católica? Sí, ciertamente.