No todos los santos hicieron grandes cosas. No todos los santos eran personas cultas y eruditas. No todos conocían en profundidad de Palabra de Dios. Muchas personas, a lo largo de los siglos, han sido llamadas a experimentar una vinculación excepcional con Cristo. Personas sencillas, con vidas sencillas. Cora Evans encaja en esta descripción. Era una ama de casa estadounidense, sin apenas formación, que en la actualidad se encuentra en proceso de beatificación por sus extraordinarias visiones de Jesús y la Virgen.
Cora Evans nació el 9 de julio de 1904 en el estado norteamericano de Utah, en el seno de una comunidad mormona. Su infancia y juventud transcurrió como los de cualquier otra persona de esta comunidad. Aunque cuando tenía tres años tuvo una visión mística de la Virgen María que, en aquel momento, no entendió y olvidó. Cora fue una niña de frágil salud, lo que le impidió poder seguir su formación elemental de manera normal, creciendo con una base educativa muy pobre.
Cuando Cora se casó en 1924 con Maclellan Evans, lo hizo por el rito mormón, pero pronto empezó a tener dudas sobre la fe en la que había sido educada desde niña. Durante los siguientes años de su vida, Cora se convirtió en una ama de casa al cuidado de sus hijos que no dejó de buscar respuestas a unas profundas preguntas que la atormentaban día y noche. En aquellos años de búsqueda, Cora tuvo que soportar la pérdida prematura de uno de sus hijos.
Cora quería encontrar la religión que encajara en una fe intensa que sentía en su interior. En un principio, esta respuesta no la encontró en la Iglesia Católica pero un día, en el invierno de 1934, postrada en la cama enferma, un simple programa de radio cambió su vida para siempre. Casualidad o no, Cora no quería oír aquella emisora, puesto que su aversión al catolicismo inculcada durante su infancia en la comunidad mormona le había hecho despreciarla.
Pero en aquel momento no había nadie en casa y no podía levantarse a cambiar de emisora. Así que, quisiera o no, tuvo que escuchar unas palabras que serían clave en su vida. El programa se llamaba “La hora católica” y fue revelador para Cora. En cuando pudo, fue en busca de un párroco católico que guió sus pasos hacia la conversión. La visita a la cercana parroquia de San José cambió su vida para siempre. Tras varias conversaciones con el padre Edward Vaughn se dio cuenta de que todas las cosas negativas que le habían enseñado sobre el catolicismo no eran ciertas.
El 30 de marzo de 1935, Cora Evans y sus hijos recibían el bautismo. Su marido no tardaría en seguir sus pasos, así como algunos de los amigos mormones de la familia Evans. Aquella decisión vital los obligó a alejarse del que había sido su hogar debido al rechazo que recibieron de la comunidad mormona. Así que en 1941, toda la familia se mudó a vivir a California.
Para Cora era mucho más importante encontrar lo que durante años había estado buscando. Ahora entendía aquella visión que de niña había tenido de la Virgen. No sería la única visión, desde entonces, y durante el resto de sus días, Cora Evans tuvo intensas visiones, experiencias místicas e incluso experimentó los estigmas de Cristo. Otro momento importante en su vida fue 1938 cuando tuvo una visión que fue para ella como si profesara una suerte de votos: "Era necesario para mí vivir mi vocación elegida con Él como mi compañero”. Cora recibió entonces la misión de promulgar la “Humanidad Mística de Cristo”.
Cora Evans experimentó el fenómeno de la bilocación, tuvo experiencias y visiones místicas, oliendo las fragancias de rosas asociadas al olor de santidad.
Su intensa espiritualidad se plasmó en sus escritos. A pesar de ser una persona con escasa formación, Cora recibió la orden divina de escribir sobre todo aquello que experimentaba, tal y como ella misma expresó y recoge la página web dedicada a su persona (coraevans.com): "Me arrodillé en oración para agradecer a Jesús por su don de conocimiento y por el don de escribir que me había dado, mejor para describir su vida y su amor infinito en nuestro mundo."
Su principal obra, The Refugee from Heaven, recoge las visiones más importes que tuvo. Un libro extenso divido en seis partes en las que explica aspectos de la vida de Jesús que no aparecen en la Biblia. Anécdotas poco menos que curiosas, sobre la parte más humana de Cristo como su infancia feliz con sus mascotas: “Había una jaula vacía que había sido el hogar de ‘Orejas inquietas’, su ratón domesticado. Su madre María se reía mientras se lo explicaba a Juan. Y fuera de la ventana había una jaula aún más grande en la que Bobin, un conejo mascota, había vivido”. También otros más solemnes y trascendentales de la historia de Jesús, como su nacimiento, el encuentro con los apóstoles y su muerte en la cruz.
Cora también ponía de relieve la importancia de la Eucaristía: “En el poder del sacerdocio descansaba el tiempo real del mundo. Los sacerdotes, a quienes se confió el misterio de la Transustanciación, pudieron traer a Cristo al mundo en cualquier momento, y desde los altares influyó invisiblemente en el mundo, el cielo, las personas, el tiempo, la muerte y la paz”.
También en sus visiones anunciaban las próximas apariciones de la Virgen.
Cora Evans falleció el 30 de marzo de 1957. Cincuenta y cinco años después de su desaparición, se inició el proceso de beatificación que, en la actualidad, sigue abierto.