Si uno busca este soneto en la conocida antología Las cien mejores poesías en lengua castellana de don Marcelino Menéndez y Pelayo, se encontrará la número 23 que se anuncia como “Anónimo” y que corresponde a la siguiente composición cuyo título es “A Cristo Crucificado”:
A lo largo del tiempo este soneto se ha atribuido a santos y místicos como San Francisco Javier, Santa Teresa de Ávila, San Ignacio de Loyola o San Juan de la Cruz, y a escritores como Sor Juana Inés de la Cruz (mexicana) o Antonio de Rojas, Pedro de los Reyes y Antonio Panes (españoles).
Sin embargo, como lo dio a conocer, hacia 1915 y luego en reedición póstuma de 1965 la viuda del historiador mexicano Alberto María Carreño, este soneto debe ser atribuido a su autor, el misionero agustino Fray Miguel de Guevara, fraile mexicano nacido en el siglo XVI y fallecido cerca del año 1645.
Este fraile –nacido en la Ciudad de México—profesó en la provincia de Michoacán de la Orden de San Agustín, el día 6 de enero de 1611. En el acta aparece con el nombre de Miguel Suárez de Guevara, pero más tarde cambió por Miguel de Guevara
Gran conocedor de las lenguas mexicana, otomí y matlatzinga fue varias veces prior en la Provincia agustina de Michoacán. En 1638 escribió, en el convento de Charo, un “Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua matlatzinga”, para ayudar a los predicadores a evangelizar en esta lengua*.
La Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (la primera sociedad de este tipo establecida en América y la cuarta en el mundo), tenía en su fondo reservado el ejemplar del “Arte doctrinal” de cinco partes y unos versos, junto con declinaciones para los nombres en matlatzinga.
Fue la edición que consultó Carreño y de donde sacó, tras un estudio exhaustivo, la certeza de que el soneto “A Cristo crucificado” --que fray Miguel incluyó entre los versos del “Arte doctrinal” no fue copiado, sino que él fue su autor.
En efecto, en la página 14 de la edición facsimilar de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (Invierno de 1995) se encuentra el soneto con la caligrafía, la sintaxis y la expresión poética similar a otros poemas de fray Miguel que se incluyen en el mismo texto o de otras composiciones de su autoría.
En la presentación de la edición facsimilar, don Andrés Henestrosa escribió: “El Arte doctrinal de Fray Miguel de Guevara es testimonio del colosal empeño que hicieron las diferentes órdenes monásticas y religiosas por catequizar y llevar la palabra de Dios a los indígenas de la Nueva España”.
Y añadió: “Además del gran valor histórico de la obra se suma el valor literario y poético por la cantidad de sonetos que el autor ha dejado como legado en donde destaca ‘a Cristo crucificado’”.
Si bien es cierto que su autoría sigue siendo objeto de discusión, la mayor parte de los historiadores se inclina a darle la honra a Fray Miguel de Guevara. Además, Carreño lo muestra con amplitud revelando sonetos y décimas escritos por Fray Miguel que no le van a la zaga a este soneto.
“Su autor –subrayó en un estudio sobre el soneto Rafael Lazcano González de la Real Academia de Historia-- posee una admirable preparación teológica y mística. Muestra, por otra parte, gran habilidad y destreza en cuanto poeta”.
Y concluyó afirmando lo siguiente: “Miguel de Guevara, en efecto, poseyó una extraordinaria sensibilidad poética, como lo demostró en otros poemas suyos, aunque la cumbre de la poesía mística se encuentre en “No me mueve, mi Dios, para quererte”.
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*Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua matlatzinga, y para la administración de los santos sacramentos, así para confesar, casar y predicarla con la definición de sacramentos y demás cosas necesarias para hablarla y entenderla por el modo más ordinario y versado común y generalmente no para no ofuscar la inteligencia, en tres lenguas que generalmente corren en esta provincia de Michoacán, mexica, tarasca y matlatzinga. Año 1638, México, Imprenta Vicente García Torres, 1862.