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77 maneras de ser feliz y llevar esperanza

Carlos Padilla Esteban - publicado el 22/07/21
Puedo decidir ser bondadoso o cruel con los demás. Puedo perdonar o guardar rencor, elijo la felicidad

Hacer el bien o hacer el mal. Ser paciente o impaciente. Perdonar y pasar por alto o resaltar todos los errores. Ser bondadoso o cruel. Humilde o vanidoso. Misericordioso o vengativo y lleno de rencor. Puedo elegir siempre entre dos opciones:

Los demás son la oportunidad que tengo para crecer, para amar, para ser más de Dios o más niño. En la película Cruella dice la protagonista:

Elijo a mi prójimo, no quiero pensar así. No quiero ser cruel condenando a los demás que parecen ser un obstáculo en mi camino de felicidad.

Quiero elegir el perdón antes que la venganza. Consolar antes que seguir produciendo dolor en la herida.

Quiero ayudar al que sufre y no dejarlo perdido en medio del camino. No paso de largo ante el que me suplica.

No elijo el poder por encima de todo. Y si llega a mis manos pediré sabiduría para ejercerlo. Sin dañar al débil, sin ofender a mi hermano.

La misericordia es un don que no siempre duerme en mi alma. Quiero abrazar al que está solo y consolar al que llora.

Nunca los demás son el obstáculo en mi carrera al éxito. No pienso ponerme de rodillas ante los hombres suplicando misericordia. Pero sí seré instrumento del perdón cuando alguien me lo pida.

Me preocupo de aquel al que amo y del que me ama. De aquel que no tiene nada y vive sufriendo.

Me preocupo de los que están solos y no encuentran a nadie en su camino. Me preocupo de los que viven sin nada y se sienten abandonados.

Soy la esperanza en medio de la noche para los que viven sin luz. Me pongo en camino hacia el corazón de mi hermano.

Es el camino más largo, salir de mí mismo, de mis proyectos, de lo que deseo por encima de todo.

En ocasiones mis pretensiones en la vida pueden apartar a los que me rodean. Pueden alejarlos porque son un obstáculo, una barrera que no me deja avanzar.

Pero no es así. Mi prójimo es Cristo. Viene a mi encuentro para que yo crezca, no para que pierda o disminuya.

El amor de Dios me lleva a amar a mi hermano. Está siempre unido. No puede ser un obstáculo el prójimo en el camino a Dios. Francisco de Sales escribe:

Si digo amar a Dios no puedo despreciar a mi hermano. Si digo que estoy dispuesto a todo por amor a Él, no puedo vivir quejándome de aquel que me pide mi tiempo y mi generosidad.

No puedo vivir anclado en Dios sin amor humano pegado a mi piel. Los demás no son obstáculos. Son puentes que me llevan al cielo y me dejan tocar a Dios.

Cuando sólo pienso en mí me amargo. Cuando sólo quiero que los demás me sirvan y ayuden, dejo de aspirar a lo más grande para mi vida.

Puedo elegir entre el bien y el mal. Entre el amor o el olvido. Puedo decidir ser bondadoso o cruel con los demás. Puedo perdonar o guardar rencor.

Tomo mi vida en mis manos y decido comenzar de nuevo con un corazón limpio. Dios sabe más y me ama como soy. Eso me consuela.

Olvido así todo lo malo que me sucede y me centro en lo bueno que tengo. Amo a los que me tratan bien y rezo por los que no lo hacen.

La vida es demasiado corta para ser otra cosa que feliz. Es mi única opción, mi camino.

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