Hay muchas realidades que a los padres les gustaría evitar para facilitarles la vida a sus hijos, pero algunas son inevitables; tarde o temprano, la vida prevalecerá. Para ello, es importante enseñarles a afrontar la frustración.
La frustración es una respuesta emocional que surge cuando no vemos cumplidas nuestras expectativas. En el contexto familiar, se manifiesta de manera especial cuando los padres dicen "No" ante un deseo expresado por los hijos. La tolerancia a la frustración es la capacidad de aceptar las circunstancias y afrontarlas con actitud positiva, dando un paso adelante.
La tolerancia a la frustración es una lección que se aprende en la familia cuando los padres forman la voluntad de sus hijos. Al comienzo de la vida, el ser humano tiende a querer dominar el mundo en base a sus caprichos, porque aún no conoce las reglas ni el dominio de sus emociones.
La educación, sin embargo, asegura que el niño adquiera la madurez necesaria para reconocer sus propios límites y los de los demás.
Una educación permisiva y sobreprotectora lleva a los niños a no aceptar un "No" como respuesta. Un niño debe aprender a frustrarse, a ver que no todo lo que quiere puede hacerse realidad. A menudo, como padres, tendemos a darlo todo a nuestros hijos; sin embargo, si el niño crece así, cuando sea un adolescente no sabremos cómo imponer una respuesta negativa.
La vida está llena de alegrías, pero también de frustraciones y sacrificios, por eso es importante aprender a afrontar la frustración.
¿Cómo enseñar a los niños a tolerar la frustración?
Es una tarea que debe comenzar desde el nacimiento del niño, en cuanto a la satisfacción inmediata de los deseos, también llamados caprichos. Acciones sencillas, como dejarlo en la cuna hasta que se calme, alimentarlo en horarios fijos, a veces negarle los juegos que pide son formas de educar el autocontrol y formar su voluntad.
En esta etapa, es importante posponer la satisfacción de sus deseos, es decir, hacerle aprender a esperar o aceptar cuando algo no sale exactamente como él quería, sin reaccionar impulsivamente.
A medida que los niños crecen, surgirán otras formas de tolerar la frustración. El ambiente escolar, por ejemplo, es un espacio en el que van surgiendo diferentes situaciones de forma paulatina: dibujos y lecturas defectuosas, deberes mal hechos, notas bajas, reproches … todas estas son las primeras lecciones frustrantes de la vida y, si no están bien orientadas, pueden tener resultados negativos.
Una habilidad desarrollada con la práctica
En estas circunstancias, los adultos pueden enseñar a sus hijos a afrontar el fracaso en lugar de justificar sus actos o negar sus limitaciones. Es necesario enfatizar el valor del esfuerzo, la perseverancia y paciencia para superar obstáculos y lograr metas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que tolerar la frustración es una habilidad que se desarrolla con el tiempo, gracias al entrenamiento constante.
La adolescencia es una etapa crítica en cuanto a la tolerancia a la frustración, dadas las características y las constantes variaciones de las emociones. De ahí la necesidad de preparar el terreno en años anteriores, para que esta fase se viva dentro de los límites normales.
Esta educación debe tener lugar en el contexto de una relación amorosa y cercana. Incluso si no se puede dejar de lado la autoridad, ni el deber de cada padre de educar a sus hijos en el camino de la bondad, la rectitud y la integridad, se debe evitar cualquier acto agresivo o represivo.
Por tanto, es imperativo que los padres comprendan a sus hijos y cultiven la paciencia, entre otras virtudes, para afrontar estos retos educativos.