Corrió el riesgo de torcerse el tobillo en el momento decisivo. El suelo del estadio que albergaba la competición era demasiado liso en comparación con aquellos arruinados donde se entrenaba en Siria. Ocurrió el año pasado, pero al final Hend Zaza logró clasificar a los Juegos Olímpicos de Tokio y es la atleta más joven de la competencia: solo tiene 12 años.
También tiene otro récord: es la primera atleta en representar a Siria en la disciplina de ping pong en los Juegos Olímpicos. Lastimosamente, fue eliminada en la primera ronda de Tokio 2021.
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Así lo afirmó Eva Jeler, entrenadora de la selección alemana de tenis de mesa y reclutadora de jóvenes talentos, cuando la vio jugar en 2016. Hend Zaza seguía siendo un talento en bruto, destinada seguramente a emerger.
Necesitamos dar un paso atrás 50 años para encontrar una atleta tan joven como ella (la patinadora artística Beatrice Hustiu que compitió en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1968) e incluso debemos volver al lejano 1896 para pescar a una atleta aún más joven (la gimnasta Dimitrios Loundras, que formó parte de los Juegos Olímpicos con tan solo 10 años).
Sin embargo, no es solo su corta edad lo que hace que la atención de los medios se centrara en esta niña siria, lista para darlo todo en Tokio aunque fue vencida en el torneo.
Su tenacidad y la sonrisa esperanzada en su rostro tienen mucho que ver con ese suelo lleno de baches en el que empezó a entrenar. No son las carreteras lisas las que dan el mejor agarre y apoyo a nuestro crecimiento. Nos entrenamos - en cuerpo y espíritu - allí mismo donde el tejido de la vida es áspero y desigual y nos empuja a plantearnos cuestiones esenciales, a centrarnos en objetivos muy distintos al puro protagonismo.
Hend Zaza nació y se crió en la ciudad de Hama, que se encuentra a 150 km de Alepo y uno de los objetivos más afectados en el marco de la guerra civil siria. En uno de los informes de la ONU se señaló, entre otras cosas, como una de las 4 ciudades sirias más atacadas por la llamada "guerra de asedio": con el acceso denegado a las ayudas humanitarias, confiscación de alimentos, corte de recursos hídricos y bloqueo de los agricultores.
Antes de esta tragedia, Hama era un destino turístico fascinante, gracias a sus 17 molinos de agua, las norias, y exhibía el brillo de una historia imponente (se la recuerda en el Antiguo Testamento, como un centro importante de la civilización hitita y conocida como la Epifanía de Siria). Ahora hay escombros por todas partes y eso es lo que Hend Zaza ha visto durante la mayor parte de su vida. Nacida el 1 de enero de 2009, tenía solo 2 años cuando comenzaron los primeros estallidos de guerra.
La pasión por el tenis de mesa le fue transmitida por su hermano mayor y en esta disciplina ha conquistado su espacio para escapar de los bombardeos diarios. Desde temprana edad, entrenaba durante 3 horas todos los días, hasta el atardecer porque no había electricidad.
Su entrenamiento atlético no se desarrolló en el marco de unas modernas instalaciones equipadas con todas las comodidades. Se entrenó en un suelo desnivelado, la fragilidad de quien se enfrenta a diario con el pensamiento de la muerte y es por eso mismo que se aferró con más fuerza a las grietas.
Hend Zaza consiguió un lugar en los Juegos Olímpicos de Tokio después de ganar las eliminatorias de Asia Occidental en Ammán en el 2019. Su primera gran competición fue en el 2016, Hend tenía solo 7 años y sostenía su raqueta en mano desde hacía 2 años: participó en los Juegos de la Esperanza en Qatar y allí llamó la atención de los expertos.
¿Cuál es el talento de un tenista?, me pregunto como persona inexperta. Una gran capacidad de concentración y reactividad, sin duda. Traté de ver los videos de entrenamiento de Hend Zaza y me vino taquicardia: pelotitas rechazadas a la velocidad de la luz, el cuerpo en fibrilación, los ojos incluso se cruzaban tratando de seguir las trayectorias de vuelo. La pelota de ping pong se convertía en una bala.
No lo sé, deberían preguntarle a ella. Pero me parece un talento defensivo. Me parece el esfuerzo del que grita: “Inténtalo, pero soy rápida y pronta. No puedes golpearme. Tu bala vuelve a ti”. ¿Cuántos agujeros en las paredes habrá visto? ¿Cuántos edificios destruidos?
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Tal vez sea solo mi torpe intento de empatía. En la frenética velocidad de los saques, en vigilar la "pelota que invade el campo", veo el deseo de no ser tocado por la intrusión de la violencia adversaria. Después de todo, en el fondo, todo deporte es metafórico. Porque todo entrenamiento atlético tiene una base en el espíritu, en nuestro entrenamiento diario para - intentar - salvar nuestra alma. Correr, saltar, pasarle la pelota a tu compañero, lanzar pesas, apuntar, zambullirte. Cada acción corporal es un impulso que viene de adentro.
Seguí a Hend Zaza en Tokio. La animé. Y tal vez se me escape decirle: interioriza tu enojo en el campo de juego, pero luego pon tu alma en paz porque no estamos solos al responder con un golpe las pelotitas (los golpes duros) que muchos quisieran que caigan al suelo.