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Los niños y la imaginación: ¿Fantasía, creatividad… o mentira?

Liar Boy

La Historia nos ayuda a distinguir la verdad en la maraña de mensajes.

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Mar Dorrio - publicado el 15/08/21
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¿Por qué mienten los niños? Puede haber varias razones, pero siempre necesitarán que sus padres sepan encontrar la respuesta adecuada

¿Cuándo puede un niño crear una mentira? ¿A qué edad es un niño consciente de estar faltando a la verdad?

Podemos encontrar distintas respuestas, dependiendo de los distintos autores especialistas en el tema, pero alrededor de los cuatro años ya encontramos que algunos niños son suficientemente maduros para:

    La tendencia a la mentira crece desde la niñez hasta la adolescencia, donde alcanza su punto álgido, para descender después, aunque nunca llegue a desaparecer del todo.

    Los niños sienten la necesidad de mentir por dos razones:

      En este segundo caso, mienten para crear una realidad paralela. Quieren ser como no son.

      Es muy común que, en edades muy tempranas, nos cuenten una y otra vez los falsos elogios que la profesora les dedica en clase: "La profe me dijo que mi dibujo es el más bonito, que soy el que mejor se porta, etc.”.

      También es un clásico que nos mientan sobre los muchos amigos que tienen en el recreo. Hechos que nada tienen que ver con la realidad, y sí con deseos insatisfechos y una bajísima autoestima.

      Para sustituir la realidad por sus deseos, el niño pondrá su creatividad al servicio de la inteligencia, y adornará la verdad, decorándola tanto, que su parecido con lo realmente ocurrido será mera coincidencia. Su único objetivo es salir mejor parado. Esto, además, trae consigo el riesgo de que el niño se crea su propia invención, se aleje de la realidad, y pierda la objetividad.

      Pero, ¿cómo conseguir que el niño no sienta la necesidad de mentir? Para cualquiera de los dos motivos descritos, la solución es la misma: con amor.

      En el primer caso, que le quede claro que no somos jueces ni verdugos, somos sus padres, su familia. Estamos para colaborar y para conseguir su mejor versión. Que sepa que, haya hecho lo que haya hecho, decirnos la verdad siempre va a jugar a su favor, que le ayudaremos a encontrar la mejor solución, y que ninguno de sus actos evitará que le sigamos queriendo.

      En el segundo caso, en el que la baja autoestima amordaza la verdad, la solución sigue pasando por el amor. Que sepa cuánto se le quiere simplemente por ser quien es; no le presionemos con grandes expectativas que le pesen como losas; que no piense que va a decepcionar a sus padres si no está entre los cinco primeros de la clase o si no gana el torneo de tenis; que entienda que se le quiere por lo que es, y no por lo que consigue.

      Puede ser bueno contarles de vez en cuando nuestros fracasos, nuestros errores. En mi casa saben de sobra que mamá sacó un dos en matemáticas en la Selectividad. Y, a pesar de eso, ¡me quieren!

      Y, si aún así… nos siguen mintiendo:

        Nos tenemos que concienciar de que, en esta vida, tendremos que convertirnos muchas veces en rampa para que se les haga más fácil tomar el buen camino.

        Y, sobre todo, a partir de los cuatro años, la gran arma. La mejor que tenemos es pedir ayuda al Ángel de la Guarda. Es la ayuda que Dios sabía que necesitaríamos para estos casos. Explicále a tu hijo que, cuando le invada la cobardía, esa criatura le insuflará valor, le dará el empujón que necesita para dar un paso al frente hacia el camino de la verdad. Y dile también que el príncipe de la mentira otorga un premio seguro a su séquito de mentirosos: la soledad.

        En nuestra mano está que, tengan la edad que tengan, se sientan queridos como son, no como nos gustaría que fuesen, y que no sientan por tanto la necesidad de mentir. Como siempre, como en todo, la solución se llama amor. Desde el momento en el que tu pequeño pueda sentir amor, desde ese mismo momento, puedes empezar a vacunarlo contra la mentira.

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